A partir de las fuertes precipitaciones ocurridas en el país durante los últimos días, se han registrado decenas de árboles caídos en distintos sectores urbanos, lo cual da cuenta de los riesgos que encierra la combinación de altas concentraciones de lluvia y vientos con un inadecuado o ausente de manejo del arbolado urbano.
Es evidente que las caídas de árboles son peligrosas para la seguridad de las personas, pueden entorpecer la circulación vial, provocar accidentes; dañar vehículos, construcciones e infraestructura urbana.
Interferencia conversó al respecto con Juan Pedro Elissetche Martínez, académico de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción. En diálogo con este medio, consultado por los factores que determinan la caída de árboles en la urbe, el académico explicó que “son varios temas. En primer lugar, creo que tiene que ver con la capacitación sobre la materia y esto en específico con aprender cómo crecen los árboles, entender que no todos crecen de la misma manera y que no todos sirven para las mismas condiciones. Y a partir de ahí, saber cómo elegir una especie. Y lo segundo, está relacionado con la educación de las personas. Esto quiere decir que la comunidad tiene que entender que un árbol en un bosque puede crecer libremente, se le pueden caer ramas y eso no afectará a ningún transeúnte. Pero un árbol en el entorno urbano se tiene que tratar de forma distinta a un árbol en un entorno natural”.
“Y muchas veces cuando a la gente se le explica que un árbol puede ser riesgoso, porque está mal plantado o porque está en una ladera y por condiciones de riesgo hay que talarlo, eso genera oposición”, complementó.
En ese sentido, para el profesional, “ son muchas variables las que juegan en la buena planificación del arbolado urbano y también es parte de las municipalidades el educar a la población respecto de qué implica plantar un árbol, que a veces hay que podarlos, que a veces hay que sustituirlos porque los árboles no son eternos. Entonces mientras no exista las entidades competentes ni los recursos para educar a las personas e invertir en capacitación adecuada, esto va a ocurrir siempre. Esto se puede extrapolar a otras situaciones, como la construcción de casas en zonas de inundación, donde la memoria es muy frágil respecto a los fenómenos naturales y está muy mal capacitada en términos de conocimiento al respecto”.
Sobre las variables que van debilitando los árboles que se encuentran en zonas urbanas, el ingeniero forestal describió que “cuando se planta un árbol hay que considerar muy bien el lugar que se va elegir para hacerlo. Es decir, qué tan cerca está de un edificio o del cableado eléctrico, cuánto espacio le daré para que sus raíces crezcan, qué tipo de suelo tengo y finalmente elegir una buena especie”.
“Con el tema de las especies sucede que en general muchas veces se privilegian especies que sean de crecimiento rápido porque se asocia a que en poco tiempo el árbol entregará sombra. Pero ese tipo de árboles necesitan ser manejados y podados, porque sino tocarán los cables eléctricos y las ventanas de los edificios, hay una serie de variables. Pero si se plantaran, por ejemplo, árboles nativos que son de lento crecimiento, sería espectacular porque no necesitan de tanto manejo, pero no es lo que se estila porque se pide que el árbol crezca rápido. Entonces, todas esas cosas tienen que convivir cuando se elige a la especie”, añadió.
“Todo se conjuga para tener la tormenta perfecta: desconocimiento, mala elección de especies, mala elección del terreno, imprudencia y mala capacitación”
Al respecto, a juicio de Elissetche, “actualmente tenemos árboles de 20 metros en las calles como los liquidámbar, que es algo impensado. O sea, viene un viento y eso se va a caer eventualmente e imagina los estragos que causará la caída de un árbol de esas dimensiones en las calles. Todo eso se conjuga para tener la tormenta perfecta: desconocimiento, mala elección de especies, mala elección del terreno, imprudencia y mala capacitación”.
En cuanto a la falta de conocimientos y preparación en las comunidades, el profesional lo explica así: “uno ve árboles en las calles, pero se le olvida que tienen que convivir con cableados eléctricos, tuberías, veredas, cemento, hormigón. Los parques que están en los parques son distintos, tienen mayor espacio y uso recreacional. En cambio los árboles que están en las calles tienen un fin más ornamental, con el fin de mitigar los efectos de las altas temperaturas y captadores de partículas de Co2”.
“Hay municipalidades que tienen mayores recursos y cuentan con la capacidad de realizar un buen manejo de su arbolado. Pero hay barrios que están en la vereda contraria. La gente se preocupa cuando pasa algo como lo de estos días, con lluvia y viento. Pero en el día a día esto no es algo que sea un gran tema”, apuntó
En esa línea, ejemplificó que “hay un árbol que la gente lo ama y luego lo odia: el cerezo en flor. Es un árbol muy bonito que entrega unas flores muy llamativas. Pero cuando empieza a dar sus frutos y caen a la calle, dejando éstas pegajosas y resbaladizas, pasa a ser un problema. Entonces la percepción de las personas es rara. Si le dices a un vecino que una rama le caerá frente a su casa, te pide que la cortes, pero otra gente que pase por el lugar se opondrá. Todo eso pasa por un tema de contexto y capacitación, hay que informar bien a las personas”.
En cuanto a la influencia que pueden tener las grandes precipitaciones registradas en los últimos días, el Doctor en Botánica cree que “aquí juegan dos factores muy importantes. El primero está relacionado con la biomecánica de la especie, porque los árboles actúan como una especie de velero. Así, si se tiene una copa muy frondosa y muy alta, cuando el viento sea mucho actuará como una vela y si no tengo un buen sistema radicular que la sustente, como en algunos árboles viejos que tienen sus raíces podridas, lo más probable es que el árbol se caiga”.
“Lo otro que está pasando es que el suelo está saturado, y eso afecta incluso a árboles que están sanos. Eso fue culpa de la intensa pluviometría que ha caído que actúa como esponja por un tema de gravedad. Esas consideraciones hay que tener en estos momentos. Por eso no es bueno tener árboles muy grandes cerca de edificaciones, porque se arriesga a un daño mucho mayor”, sostuvo.
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