Cuando Brandon Hernández Huentecol tenía cuatro años y su hermana Rebeca dos, su madre, Ada Huentecol Leviluan, junto a su esposo, tomaron la decisión de irse de Santiago. Vivían en la comuna de San Bernardo, se organizaron con algunas familias evangélicas, decidieron vender todo y compraron un terreno en Curaco, a nueve kilómetros hacia el este de Collipulli en la Región de la Araucanía. Buscaban huir de la delincuencia para que los niños crecieran más sanos.
"Nos salió todo mal", dice Ada.
Cuando llegaron a Curaco no tenían luz ni agua. Levantaron su casa poco a poco. Más tarde nacieron sus otros dos hijos, Isaías y Jesús. Ada Huentecol nació en Carahue en la zona de la costa y se crió en una familia evangélica. Hace 10 años trabaja como manipuladora de alimentos en un colegio en Collipulli.
INTERFERENCIA llegó a entrevistar a Ada. Ella prepara el almuerzo para sus tres hijos y su esposo. Su única hija vive en Angol con su pareja y su pequeño hijo. Ada con 37 años es abuela y lidera una recuperación territorial de 200 hectáreas, algo que ella cataloga como un acto de justicia. Para usar la tierra, comenta que pidió "permiso a los ancestros", en una ceremonia donde la acompañó el lonko (dirigente) mapuche Víctor Queipul de la comunidad autónoma de Temucuicui.
Más allá Brandon está cortando leña para venderla. Por estos días está en paro, ya que ahora estudia Administración de Empresas en Temuco e intenta hacer una vida normal, aunque viva con una placa de titanio para sujetar el hueso de su pelvis. Cada cierto tiempo tiene dolores y los niveles de plomo van aumentando en su sangre.
Collipulli y sus cercanías son parte del territorio catalogado como zona roja por la prensa, principalmente por la recuperación territorial que las comunidades mapuche reclaman como legítimas. "Aquí existen muchas forestales, Mininco, Arauco, hay muchos intereses económicos por este territorio, donde el poder del empresario es el que triunfa. Las consecuencias las paga mucha gente inocente. Encarcelan y asesinan. Existe mucha militarización para extinguir a la gente mapuche", dice Huentecol.
Ada Huentecol divide sus días entre su trabajo en un colegio de Collipulli, las labores de campo, el cuidado de animales y organizando actividades para recaudar fondos para operar a su hijo en Cuba. El próximo 5 de diciembre viajará a dicho país que le otorgó apoyo médico a través de su embajada, pero aún debe costear otros gastos.
"Antes del disparo de mi hijo, mi vida se centraba en mi familia, en el trabajo y mi hogar. Salíamos a recorrer. Siempre cuando pasaba por Collipulli y veía en tribunales a los lamngen [hermanos mapuche] pensaba 'ya están haciendo problemas'. Y aunque yo soy mapuche, siempre pensé que ellos eran los problemáticos y que Carabineros hablaba con la verdad, porque así me enseñaron, porque desde el lugar que yo venía no había tanta represión como por acá".
Un día en Collipulli
El domingo 18 de diciembre de 2016 es un día que marcó a la familia Hernández Huentecol. Brandon con 17 años iba a iniciar su práctica de mecánica automotriz al día siguiente. Su hermano Isaías, en ese entonces de 13 años, salió a pasear en bicicleta cuando minutos después comenzó a pedir ayuda de su hermano. Cuando llegó Brandon al lugar, vio a Isaías de rodillas y con una pistola que le apuntaba a la cabeza. En el lugar, Carabineros realizaba un control de identidad a un grupo mapuche que venían de un nguillatun (ceremonia tradicional).
El ex sargento Christian Rivera Silva le dijo a Brandon que se tirara al suelo "si no te disparo, porque ando con balines de goma". El joven de 17 años en ese entonces intentó tranquilizar al policía. Se tiró al suelo y lo apuntaron todo el tiempo, minutos después de todos modos Brandon recibió fuego a menos de 50 centímetros de distancia, boca abajo y en el suelo. Le dispararon 180 perdigones con un cartucho calibre 12 a la altura de su cadera.
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Ese día domingo Ada Huentecol fue de paseo con su hijo más pequeño, Jesús, de 11 años, al paseo de fin de año del curso escolar. No se fue tranquila, debido a que los días anteriores "hubo mucho movimiento de Carabineros. Me fui temprano preocupada, porque al lugar que íbamos no teníamos señal", dice.
Cerca del mediodía unos vecinos de Huentecol llegaron al lugar donde ella estaba de paseo. "Se me pasó todo por la cabeza. Me acerco y lo primero que me dicen es que a Brandon le habían disparado". Ada le dijo a la profesora que se tenía que ir de forma urgente, le encargó a su hijo menor y se fue con el vecino pastor y su esposa.
Llegaron al Hospital de Collipulli. Ahí estaba Isaías y el carabinero que le disparó a Brandon. "Isaías me dice 'él fue'". Ada Huentecol no entendía lo que pasaba, se acercó y le preguntó por qué le había disparado a mi hijo. No dijo nada, solo dijo que había sido un accidente.
Huentecol tuvo esperanzas de que el disparo no fuera grave. Antes de eso, Brandon había sido operado en tres ocasiones, del corazón, del brazo y apendicitis. Por eso, pensó que nuevamente estarían solo un par de días en el hospital. "Nunca imaginé que serían perdigones de metal, incluso entró el cartucho, el plástico, todos los perdigones, el disparo fue muy cerca".
Finalmente, Rivera Silva actualmente cumple una condena en libertad vigilada de tres años y 541 días por los delitos de lesiones graves y vejación injusta por parte del Tribunal Oral en lo Penal de Angol. Una condena lejana de lo que pedía la defensa; 20 años de presidio por apremios ilegítimos.
"No existe justicia. Mi hijo tenía esperanzas. Ese carabinero anda libre en las calles, otros lamngen lo han visto y lo han encarado. Ni siquiera le dieron la baja. El Estado no repara el daño que ellos provocan, es lo mínimo que uno espera como familia. El daño psicologico y fisico de mi hijo no tiene reparación, es como una taza que se quiebra y usted lo quiera reparar, pero aún se ven las cicatrices", dice Huentecol.
En el Hospital de Angol, donde le hicieron la primera operación, le quitaron solo 30 perdigones. Luego fueron a la Clínica Alemana de Temuco. No podían quitarle los perdigones de plomo, por lo que en 2018 fueron a Caracas, Venezuela, y el resultado no fue alentador: aún le quedan cerca de 90 piezas de plomo en el cuerpo.
La madre de Brandon lleva todo el peso en la espalda de los trámites judiciales y médicos de sus hijo, y cuando recuerda ese día 18 de diciembre y los 45 días siguientes en que Brandon estuvo hospitalizado no puede contener las lágrimas.
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Desde entonces Brandon Hernández Huentecol se ha sometido a 16 operaciones en los 45 días que estuvo hospitalizado en la Clínica Alemana de Temuco, y una operación más en febrero de 2018 de los tornillos que le afirman la placa de titanio en su cadera.
Tras todo esto, Ada Huentecol habla con INTERFERENCIA.
- ¿Qué es lo que más recuerdas del día del ataque?
- Solo quería y pensaba que Brandon tenía que resistir. Estaba asustada, había mucha prensa y muchos carabineros. Después recuerdo que me llevaron a una sala del hospital, seguramente era el director del hospital y el director del Servicio de Salud de Araucanía Norte. Yo estaba con mi hijo Isaías en ese momento. Habían muchas personas de corbata en una mesa grande. También había un mayor de Carabineros. Me dijeron "señora Ada vamos a llevar a su hijo a la Clínica Alemana de Temuco". Yo no pensaba que era tan grave lo que estaba pasando.
En Angol le quitaron 30 perdigones. Fue el doctor Rioseco, gracias a él Brandon pudo llegar a la Clínica Alemana.
Nos pusieron un furgón para la familia, llegó mi hija y su amiga. Y nos fuimos detrás de la ambulancia en la que iba Brandon. Nos llevaron escoltados, iban despejando la calle. En el camino la ambulancia se detuvo, pensé lo peor, "Brandon no resistió", abren la puerta y se habían detenido porque se les olvidó la planilla para ingresar a Brandon a la clínica.
- ¿Qué pasó cuando llegaron a la Clínica de Temuco?
- Nosotros nunca habíamos ido a una clínica. Llegamos a Temuco como a las ocho de la noche. Seguía asustada, no entendía por qué habían tantos periodistas. Bajaron a Brandon y vi su carita hinchada.
La vocera del Ministerio Público, Nelly Marabolí comentó a los medios que Brandon y yo estábamos entre medio del bosque, en una forestal y que cuando tratamos de arrancar, a Brandon le habían disparado en la espalda. Entonces tenía que decir la verdad, que mi hijo estudiaba en el internado de Angol, que al día siguiente comenzaba su práctica, pero fueron muy cortas las palabras que dije, no sabía qué decir. Isaías estaba en shock, no me hablaba mucho. Mi esposo estaba con mi suegro en la casa cuando pasó todo.
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El segundo día en la clínica
Al día siguiente en la Clínica Alemana de Temuco había una carabinera de punto fijo. "Me dijeron que estaba ahí por si necesitaba algo y le respondí que necesitaba dadores de sangre". Horas después habían 25 carabineros dando sangre para Brandon.
- ¿Crees que hubo alguna especie de arrepentimiento de parte de Carabineros?
- Cuando me llevaron a la reunión en Angol, ahí pensé que tenían responsabilidad en el disparo. Nos pusieron el furgón, los escoltas, y supe que tenían responsabilidad. Nunca escuché una disculpa, siempre justificaron el daño que hicieron.
Los primeros días fueron muy terribles, los médicos hablan muy fríamente y está bien que lo hagan, porque así no dan esperanzas a la familia. Recuerdo que el médico nos dijo, su hijo tiene un 40% de posibilidad de vivir y quizás menos. Uno como mamá se siente… mi esposo lloraba mucho y me daba rabia con él porque me achacaba, creía que no iba a aguantar [Ada no logra contener las lágrimas].
- ¿Qué le ha dado fortaleza?
- Yo veo a Brandon que a pesar de todo sigue siendo un adolescente lleno de vida, trabajador. Eso me da fuerza y el apoyo de la gente mapuche, pero no entiendo por qué la vida es tan injusta de repente.
Lo más terrible es que no hubo justicia. Presentamos muchas pruebas que no sirvieron de nada. La condena fue una burla. Meses después del juicio hice justicia a través de la recuperación territorial, creo que es la única manera que el mapuche puede hacer justicia porque no la vamos a tener. Yo veo a mis hijos felices en las tierras. Brandon corta leña, sale con sus perros, tenemos ya animales.
Después del disparo me da mucho miedo que salgan solos, porque en cada kilómetro existen las tanquetas. Carabineros resguarda los fundos de las forestales. Si te ven, disparan sin motivos. Se burlan, dicen "arranquen" con garabatos. Carabineros no dialoga, dispara solamente. Porque acá lo niños o jóvenes salen y llegan muertos, no pueden llegar a sus casas.
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- ¿Ha podido aliviar de alguna manera el dolor de la situación?
- No se olvida, sobre todo porque no existe justicia. Mi hijo tenía esperanzas, pero el daño psicologico y fisico de mi hijo no tiene reparación, aún se ven las cicatrices. Brandon tiene las tremendas cicatrices en su guatita, cuando va al río a él le da vergüenza, pero igual es un niño muy alegre. Dice que era para dar "otro toque al cuerpo". Cuando le duele la pierna, nunca lo veo quejándose.
- ¿Cómo le afectó a Brandon la decisión del juez?
- Mal. Uno espera justicia, presentamos pruebas concretas, reconstitución de escena, testigos, peritos balísticos, médicos. Lamentablemente los jueces acá están con la institución de Carabineros. Era "antimapuche" el juez. Incluso quería absolver al carabinero de todo cargo. Nos da rabia, impotencia.
- ¿Seguirán apelando?
- Respeté la decisión de mi hijo. Brandon decidió no seguir, más que nada por mi, porque yo trato que él estudie, que pueda disfrutar su juventud, trato de tener toda la responsabilidad del tema judicial y médico. Yo me hago responsable, él solo debe asistir. Ahora estamos en proceso de demandar al Estado, ya lo hicimos. Brandon tiene que hacerse nuevos exámenes médicos para demostrar que debe tener una indemnización. Son años de espera.
- ¿A quién o qué se aferra para sobrellevar el proceso?
- No tengo a nadie, ni siquiera a mi familia. Tengo una hermana en Rancagua. Pero cercano no tengo a nadie a quien contarle, a veces me desahogo con alguna lamngen.
-¿Y el padre de Brandon?
- Él sí, pero es muy niño chico, no puedo contar con él en un 100%, quizás también por la vida que ha tenido. Pero es diferente poder desahogarse.
El viaje a Cuba
Luego de las 16 operaciones a las que se sometió Brandon Hernández Huentecol tras el disparo, los procedimientos médicos no han terminado. En febrero de 2018 nuevamente fue operado de los tornillos que le afirman la placa de titanio en su cadera. Ada recuerda esos días.
"Tenía tanta rabia. Lo llevé a Angol, quedó hospitalizado y luego me dicen que no habían camas ni médicos, que me llamarían en un mes. Los calmantes le hicieron efecto, pero después fue al baño y no pudo seguir caminando, porque los pernos se metieron en su piel. Nos vinimos y pasé a la comisaría. Hablé con el mayor de Carabineros y lo encaré. Salí de ahí y trataron de hablarme bonito. Yo entré sabiendo que no iba a lograr nada con ellos, pero sabía que me iba a hacer bien, salí más tranquila".
En diciembre de 2018, gracias a una gestión de la Asociación de Municipalidades con Alcalde Mapuche (AMCAM), viajaron a Venezuela. Ahí le hicieron una radiografía donde supieron que Brandon aún tiene cerca de 90 perdigones de plomo en el cuerpo.
"Un día me llamaron que iba una comisión por temas políticos y que yo podía ir por temas médicos. Iba la machi Millaray, Héctor Llaitul, Pichún. Fuimos al Hospital Militar de Caracas. Le hicieron una radiografía más avanzada, que aquí en Chile no existen, eso es lo que he podido entender. Le quedan cerca de 100 perdigones, se ven claritos y uno se le movió al pulmón, eso le trae dolores".
En estos últimos meses Ada Huentecol junto a su familia han estado dedicados a organizar diversas actividades para reunir fondos para viajar el próximo 5 de diciembre a Cuba. Conseguir esta opción, no fue fácil.
- ¿Cómo gestionaron el próximo viaje a Cuba?
El tema de Cuba también fue gestionado a través de la Amcam. Estaba la posibilidad de Cuba o Suiza. Me dijeron que el embajador cubano iba a estar en Temuco. Fui sola, era un día de lluvia, iba manejando. Estaba peligroso el camino, nunca había viajado sola en auto. Hablé con el embajador y me dijo que le enviara los informes médicos, yo le respondí que era un tremendo libro.
Me vine contenta, porque Brandon iba a tener otra posibilidad. Pasaron los meses y meses, y yo soy un poquito cargante, quizás las desesperación me ha hecho ser así. Lo estuve llamando y me decía que no había respuesta de los médicos cubanos. Estuve un año así. Fui a una actividad en Santiago acerca del asesinato de Macarena Valdés en Santiago, en el Museo de la Memoria. Fui a la embajada de Cuba y pensé “este será mi último esfuerzo”, quizás solo queda esperar la indemnización. Me fue mal, no estaba el embajador. No volví bien a Collipulli. Borré todos los contactos, incluso de la Amcam, de periodistas, de abogados, del INDH, no quise saber de nadie más.
Pasaron unos días y me llamó una lamngen y me dice que el embajador quería hablar urgente. Lo llamé altiro, supe que eran buenas noticias.
Fui a Santiago nuevamente, me acompañó unos lamngen, porque no me ubico por los barrios altos.
-¿Qué posibilidades tienen en Cuba?
- Estando allá verán las opciones que hay. Un dedo del pie no puede mover, pues tienen nervios dormidos. Espero que todo lo que afecta puedan repararlo, y si no hay posibilidades de retirarle perdigones, porque quizás dicen que es conveniente dejarlo. Solo espero que pueda estar mucho mejor de lo que está ahora.
- Con las actuales movilizaciones en Chile, muchos jóvenes han sido heridos con perdigones o balines, muchos dicen que ahora entienden lo que ha vivido el pueblo mapuche hace años
- Lamentablemente el pueblo chileno tuvo que vivir lo que el pueblo mapuche vive hace años. Acá es pan de cada día, día y noche. Existe la represión, el hostigamiento, donde el Estado prefiere exterminar, cerrando escuelas, gastando millones en militarización, en compra de drones, helicópteros, cámaras de seguridad, todo lo que conlleva el Comando Jungla.
Los gobiernos de turno acá han seguido la misma línea de la dictadura con la gente mapuche. Nosotros no somos los terroristas, como muchos medios lo dan a conocer. El Estado chileno es el terrorista.
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