No hay cifras exactas, pero se calcula que la diáspora china en el mundo superaba en 2008 los 60 millones de personas, población inmigrante que reporta legalmente a su país de origen cerca de US$ 20 mil millones al año. Las principales colonias se ubicaban en Estados Unidos, con cerca de 30 millones; Rusia, con más de 10 millones; y Alemania, con unos siete millones.
En 1994, según datos del Inmigration and Naturalización Service, INS, cien mil jóvenes graduados en las universidades de ese país estaban inmigrando anualmente a naciones de Europa y América, y sólo unos pocos retornaban a sus provincias de origen.
En América del Sur, las comunidades chinas crecían con un dinamismo inigualable: Brasil albergaba a unos 200 mil; Perú tenía ya una colonia que superaba los 500 mil habitantes; en Paraguay vivían cerca de 40 mil; a Bolivia, sólo entre los años 2000 y 2006, entraron más de siete mil; y, en Argentina, había más de 50 mil chinos que copaban el rubro de los supermercados, con unos cinco mil locales instalados, tres mil de ellos en Buenos Aires.
La inmensa mayoría de estos inmigrantes son personas honestas, que buscan mejores horizontes para ellos y sus familias, que trabajan duro y que poco a poco se ganan el respeto de las comunidades que los acogen.
No obstante, con ellos también viajan individuos ansiosos de lucros fáciles y dispuestos a casi cualquier cosa para conseguirlo. Estos sujetos con frecuencia pertenecen a las denominadas tríadas chinas, peligrosas organizaciones criminales que se han extendido en las últimas décadas a todos los continentes.
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A comienzos de la década de 1990, Interpol advirtió a su filial en Chile que las actividades ilícitas más relevantes emprendidas por las tríadas chinas eran el tráfico de heroína, la trata de blancas, la falsificación de tarjetas de crédito, la extorsión, la usura y el contrabando. En los años siguientes, estas agrupaciones mafiosas emprendieron un nuevo y muy lucrativo negocio: el tráfico humano.
En 1994, las autoridades estadounidenses informaron que unos 100 mil chinos al año estaban ingresando clandestinamente a ese país. Cada uno de ellos debía pagar a las organizaciones que los transportaban entre US$ 20 mil y US$ 40 mil por el viaje. Por lo bajo, el tráfico de orientales al país del norte reportaba a sus gestores cerca de US$ 2.000 millones al año.
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El origen
Las tríadas se remontan al siglo XVII. Surgieron durante la resistencia de los súbditos de la dinastía Ming a los invasores mongoles que instauraron la dinastía manchú. Eran sociedades secretas con rigurosas normas y códigos, que se identificaban con un triángulo, símbolo de la trinidad formada por el Cielo, la Tierra y el Hombre, el orden cósmico de los budistas. A ninguno de los miembros de estas cofradías les era permitido llevar la coleta introducida en China por los manchúes. Todos se dejaban el cabello largo, hasta la nuca, como en los tiempos de los Ming. El tabaco, el alcohol y el opio les estaban rigurosamente prohibidos.
En 1911, el médico Sut-Yan-Sen, apoyado por el general Chiang Kai-shek, consiguió finalmente derrotar a la dinastía manchú, fundó el Partido Nacional Kuomintang (KMT) y formó el primer gobierno de la naciente república. Para esa fecha ya había cerca de 35 millones de chinos que pertenecían a alguna secta secreta, incluidos muchos de los nuevos gobernantes.
Transformadas en entes parecidos a las sociedades de socorros mutuos, y ansiosas por conseguir financiamiento, las tríadas degeneraron en organizaciones criminales y se instalaron en Hong-Kong, isla que prosperaba gracias al comercio legal de opio establecido por los británicos luego de imponer a China en el siglo XIX la entrega en concesión de ese territorio.
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En 1926, Chiang Kai-shek decidió unificar a China. Para ello requería destruir los sindicatos comunistas de Shangai y lo consiguió aliándose con una de las tríadas más poderosas: la llamada Banda Verde, que dirigía un chino llamado Tu Yueh-shen. La matanza fue feroz, pero las ganancias óptimas: el poder político para el general Chiang y el monopolio del opio y de la prostitución para la Banda Verde, cuyo jefe fue nombrado general, director de cinco bancos y ejecutivo de la cámara de comercio de la ciudad, en aquel tiempo dividida entre británicos, franceses y chinos.
En la provincia de Cantón, mientras, otro jefe del KMT, el general Kot Siu-wong, asumió la conducción de una tríada que tomó su nombre de la dirección urbana de su cuartel principal: Sap Sze Ho N° 14. Hoy se llama simplemente 14K y es una de las más poderosas del planeta.
A comienzos de los años 30, el gobierno nacionalista chino creó un Comité para la Supresión del Opio, una excusa para detentar el monopolio del comercio de la droga y consolidar el poder de las tríadas.
La bonanza de las mafias chinas fue interrumpida por la invasión de los japoneses en 1937, quienes ocuparon Hong Kong en 1941 y prohibieron el comercio de opio. No obstante, las tríadas pronto establecieron acuerdos de mutua conveniencia con los ocupantes. A cambio de mantener el orden y hacer algunas labores de espionaje, las pandillas pudieron manejar el mercado negro, la prostitución y las drogas Cuando los británicos recuperaron la isla en 1945, las tríadas estaban perfectamente organizadas y la policía diezmada por la guerra. Cientos de mafiosos chinos se pusieron uniforme y llenaron las vacantes en las filas de la ley. Ya habían aprendido a mutar como el virus de la gripe.
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Alianzas anticomunistas
Un nuevo inconveniente para las tríadas surgió en 1947. Se llamaba Mao Tse-tung y avanzó imparable hasta la victoria de los “rojos” en 1949. Chang Kai-shek y sus chinos nacionalistas huyeron a Formosa (hoy Taiwan). Las tríadas más importantes, como la 14K, la Banda Verde, la Banda Roja o la Chiu Chau, se refugiaron una vez más en Hong-Kong.
Allí, en 1950, Tu Yueh-sheng, el jefe de la Banda Verde, instaló el primer laboratorio para producir heroína en gran escala y decidió extender sus tentáculos a todas las zonas donde hubiera refugiados chinos.
Aquel anuncio desató una guerra entre los grupos criminales y la Banda Verde casi desapareció. La gran vencedora fue la 14K, que en 1955 intentó unir a todas las tríadas bajo una bandera, desatando un nuevo enfrentamiento.
Los británicos, cansados del creciente desorden, crearon la Triad Society Bureau, una sección policial especializada en el combate contra las tríadas. Al promediar los años 50 habían arrestado a unos diez 10 mil chinos, la mayoría de los cuales fueron deportados a Taiwan. Allí crearon otra sociedad secreta, el Bambú Unido, que supo acomodarse con el gobierno y poner en marcha un nuevo y prometedor negocio: el tráfico de heroína hacia Estados Unidos y Europa.
Para ello las tríadas enviaron químicos profesionales a la región donde se ubicaban las mejores plantaciones de adormidera (planta de la que se extrae el opio) del mundo, en el denominado Triángulo de Oro, una zona geográfica donde convergen territorios que hoy corresponden a Laos, Tailandia y Birmania. El sector era controlado por altos oficiales del Kuomintang que, apoyados por Estados Unidos, combatían al mando de tropas irregulares contra la influencia comunista en el sudeste asiático. A cambio de la capacitación química, los jefes de las tríadas pidieron droga de alta calidad y a bajo precio.
Dos importantes “cabezas de dragón” de la tríada Chiu Chau, fueron los hermanos Ma: Ma Sik-yu y Ma Sik-shun. Este último fundó, entre otras empresas, el periódico en idioma chino de mayor tirada en Hong Kong, The Oriental Daily News, de tendencia pro nacionalista. Los dos hermanos cumplían, además, otras labores delicadas como miembros del servicio secreto de Taiwán, a cargo de una red de espionaje en la región.
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Al término de la guerra de Corea, en julio de 1953, Estados Unidos reemplazó a Francia en Indochina y Washington creó un sistema regional de defensa ideológico siguiendo el modelo de la OTAN. En septiembre de 1954, nació la Otase, que agrupó a Australia, Nueva Zelanda, Pakistán, Filipinas, Tailandia, el Reino Unido, y Estados Unidos. Un mes después se completó el dispositivo con un tratado bilateral de defensa entre Estados Unidos y Taiwan .
La CIA ayudó a formar los servicios de inteligencia de esos países y creó una instancia de relación entre los partidos anticomunistas de la zona. Surgió entonces en torno al mismo Chiang Kai-shek, una Liga Anticomunista de los Pueblos de Asia, la Asian People’s Anti-Communist League (Apacl).
En ella, además de Chiang Kai-shek, estaban Paek Chun-hee, futuro presidente de Corea del Sur; Ryiochi Sasakawa, un criminal de guerra convertido en millonario y benefactor del partido liberal japonés; el reverendo Sun Myung Moon, fundador de la Iglesia de la Unificación; y el presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos, entre otros. Pocos años después, agregarían una sección latinoamericana, a la que se sumarían el general paraguayo Alfredo Stroessner, el general boliviano Hugo Banzer y otros oficiales de los regímenes militares que estaban inundando el continente.
En su afán por detener el avance del comunismo, las agencias de inteligencia estadounidenses, británicas y francesas, entre otras, facilitaron la instalación de numerosas organizaciones criminales y terroristas que crecieron y se extendieron en los años siguientes a todos los continentes.
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Al otro lado de los mares
En tanto, Ma Sik-yu, a quien llamaban “Polvo Blanco” estableció también contactos con la “Conexión francesa”, la red que desde Marsella proveía de cocaína y heroína a la mafia ítalo-norteamericana de Nueva York y Miami. Uno de los coordinadores de la ruta era Auguste Ricord, instalado por esos años en Paraguay.
Casualmente o no, el gobierno del general Stroessner , dictador en Paraguay desde 1953, estableció estrechos vínculos con el régimen nacionalista del general Chiang Kai-Shek, elegido presidente de Taiwan en 1950. De esa relación surgió la idea de crear una corriente migratoria china hacia América del Sur.
En 1975, tras la muerte del líder anticomunista chino, su hijo Chiang Ching-kuo fue designado presidente en 1978. Cinco años después, en 1983, al discutirse la sucesión de Ching-kuo, se mencionó el nombre del general Wang sheng, pero se impusieron los equilibrios entre los clanes chinos y el militar debió esperar su turno. Wang sheng fue enviado como embajador a Paraguay, donde al poco tiempo elaboró un proyecto para instalar a cinco mil familias de chinos de Hong-Kong en las húmedas tierras del Chaco paraguayo.
La iniciativa provocó la inmediata inquietud argentina. El diario La Nación de Buenos Aires dio cuenta editorialmente de su preocupación ante la noticia de que no cinco mil sino 35 mil chinos de Hong-Kong iban a instalarse en el área comprendida entre Ciudad Presidente Stroessner, en Paraguay; Puerto Iguazú, en Argentina; y, Foz de Iguazú, en Brasil. “Motivo de inquietud es su lugar de procedencia, Hong-Kong, donde el narcotráfico, además de otras actividades ilícitas, se ha incrementado notablemente en los últimos años”, indicó el periódico argentino en 1985, 12 años antes de que Hong Kong volviera al dominio chino.
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La tierra de los sueños
Muchos chinos soñaban con llegar a Estados Unidos, la tierra de las grandes oportunidades. En 1882, el gobierno norteamericano promulgó una ley de exclusión para ellos, situación que estuvo vigente hasta 1965, cuando se autorizó el ingreso anual de 20 mil inmigrantes procedentes de Taiwán, Hong Kong o China. El historiador Hung Hui sostiene que en 1940 había 77 mil chinos en Estados Unidos; 150 mil en 1950; y 250 mil en 1960. De allí en adelante, el número se multiplicó explosivamente.
Las principales comunidades se establecieron en San Francisco y en Nueva York, en los legendarios Chinatown, donde no era necesario hablar inglés para poder vivir.
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La instauración del comunismo maoísta y las guerras en el sudeste asiático, provocaron una masiva emigración de chinos hacia occidente y, entre ellos, viajaron también las tríadas, informadas ya del auge del consumo de drogas registrado en Estados Unidos y Europa al promediar la década de 1960.
Al llegar los años 70, proliferaron las pandillas en los barrios chinos. Los Fantasmas, Las Águilas Blancas y Los Dragones Voladores se disputaron la supremacía en el Chinatown de Manhattan, donde hasta ese instante reinaban las tong, nombre de las sociedades secretas donde se habían agrupado los asiáticos para ayudarse entre sí y proteger a sus paisanos.
Simultáneamente, la promocionada imagen de Bruce Lee, un joven cultor de artes marciales que se transformó en estrella de cine, encendió el entusiasmo por el kung fu y fortaleció el ánimo de los nuevos inmigrantes.
Tras la abrupta muerte del “puño de dragón”, en julio de 1973, a los 33 años de edad, cundió el rumor de que había sido envenenado por las tríadas por haber revelado secretos ancestrales. Aquella versión adquiriría renovado vigor años más tarde cuando su hijo, el actor Brandon Lee, muriera en 1993 en un extraño accidente en un set cinematográfico.
No obstante, la guerra de las bandas chinas se extendió hasta los años 80, cuando se establecieron las primeras alianzas con las mafias locales y los temperamentales latinos que traficaban con marihuana y cocaína en las calles de las principales ciudades norteamericanas.
Algunas tríadas consolidaron sus cabezas de playa en San Francisco y Nueva York y establecieron las primeras rutas para llevar a sus “hermanos” y parientes desde el Asia. Los carteles colombianos ya habían empezado a plantar adormideras en la cordillera de Los Andes y era necesario apurarse si querían controlar al menos una parte del nuevo y creciente mercado de la heroína, la “china white” que ellos conocían tan de cerca.
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Mañana: Vodka y balas
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¿Es verdad que el chino que
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