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Viernes, 19 de Abril de 2024
Multicolor LGBTIQ+ y rojo comunista

Los colores políticos de Raffaella Carrà

Ricardo Martínez

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Raffaella Carrá
Raffaella Carrá

Este lunes 5 de julio falleció la diva italiana Raffaella Carrà de las canciones bailables más provocativas en el canon AM, quien al mismo tiempo resultó una fuerte promotora de las luchas por la liberación no solo de los cuerpos, sino que también de otras opresiones.

Admision UDEC

El paso del gris al color.

Eso fue lo que significó Raffaella Carrà no solo literalmente para la televisión, sobre todo en Latinoamérica, sino que también de un modo más simbólico en términos sociales y culturales....

...Hasta que ella desembarcara en el continente con su performance apoteósica que consideraba un vestuario glamoroso y sensual, el conjunto de baile de sus Chicos, enfundados en mallas apretadas, canciones bailables pegajosísimas para entonar a todo pulmón, unas coreografías que dejaban extenuadas hasta a las personas más energéticas, y una mezcla de guiños al jet-set, con la celebración más intensa de la vitalidad, el cuerpo y el erotismo.

Las estrellas femeninas de la canción, en particular las que sonaban en el dial AM y que se podían ver en los aparatos de TV -si bien muchas de ellas disponían de una puesta en escena de dominio del escenario, desde Paloma San Basilio o Rocío Jurado en España, hasta Gigliola Cinquetti o Nada en Italia- solían quedarse en la impronta a pie firme ante un micrófono de pedestal. Raffaella, en cambio saltaba de un lado hacia otro, se lanzaba en los brazos de sus Chicos en posición horizontal, y ejecutaba un movimiento de cabeza como un latigazo hacia atrás que hacía retumbar su platinada cabellera con corte de melena que sería imitada no solo por muchas niñas, sino que también por muchos muchachos en el mundo latino.

La Carrà multicolor

La Carrà, que había nacido en Bolonia en 1943 bajo el nombre de Raffaella Maria Roberta Pelloni, ya había incursionado sin mucho interés en el cine de Hollywood, había regresado a su natal Italia para dedicarse a la música y había encontrado un ajuste insospechado entre el estudio de TV y el estrellato popular musical, cayó en Latinoamérica (Perú, Argentina, México y también Chile) como un meteorito.

Era, al menos en el caso de Chile: 1978. Aquel año, en sus primeras presentaciones televisivas, sus estribillos de lo que luego se daría en denominar erotic-pop, desbordó chispa, talento y festividad. Eran los inicios de la televisión a todo color, en estelares como Esta noche… fiesta -transmitido en directo desde el restaurante L'Etoile para Canal 13-, que resultaba el primer programa prime en transmitirse en dicho formato audiovisual. En el contexto de un mundo cultural y del espectáculo que de a poco iba abandonando el gris, también en una época más que gris, oscura y dolorosa, de la dictadura.

Carrà  ya había tenido la diva encontrones con el Vaticano, como cuando en 1971, el 13 de noviembre, interpretó Tuca Tuca en Canzonissima a ombligo descubierto, lo que fue repudiado por L’Osservatore Romano.

Las canciones de Raffaella hablaban y celebraban la sexualidad y el amor libre, incluyendo alusiones directas a la homosexualidad, como en Lucas, o la masturbación femenina, como en 0303456. Ya había tenido la diva encontrones con el Vaticano, como cuando en 1971, el 13 de noviembre, interpretó Tuca Tuca en Canzonissima a ombligo descubierto, lo que fue repudiado por L’Osservatore Romano, el diario que cubría las actividades de Paulo VI. Y, mucho más allá, en 1974 -como se ha indicado en un posteo en el grupo de Facebook, RuPaul's Drag Race Chile- realizó “una presentación caracterizada como Drag King junto a Mina Mazzini y Paolo Poli (Drag Queen)”.

Ese tipo de performances le valió ser considerada un ícono para las comunidades LGBTIQ+ quienes, como consigna César Tudela, para, La Voz de los que Sobran, la premiaron con el World Pride Madrid 2017 como Icono Gay Mundial: los colores de Raffaella no solo eran los de la TV, sino que los de las diversidades y disidencias. Y, como cita el mismo César Tudela, en aquella ocasión, la superestrella manifestó, “estoy muy orgullosa de estar aquí. Espero que estas fiestas del WorldPride sean memorables. Pero tengo que decir que todavía el camino hacia la igualdad no está todavía completado, se tiene que luchar mucho, mucho… No entiendo porque las personas que nacen con tendencias sentimentales diferentes no son respetadas. No entiendo la violencia. Yo odio la violencia. Soy una mujer libre, una mujer de paz. Se están haciendo grandes pasos, pero espero que se mejore aún más la situación hasta tener la igualdad”.

La Carrà roja

Cada vez que fallece una estrella del panteón de los Clásicos AM, los medios de prensa latinos, y también nacionales en Chile, se arrojan a completar, como en una especie de mosaico, todos los pormenores de la vida de la estrella. Sucedió en su día, hace un par de años, con Charles Aznavour, y luego con personajes como José José o Camilo Sesto. De a poco se van revelando facetas que puestas en un tablero sinóptico permiten aproximarse a toda la riqueza de estas celebridades del pasado, en ocasiones incluso con sus luces y sombras.

Nada diferente ha ocurrido con la Carrà, de quien en estos días se ha revelado su filiación política a partir de un antiguo recorte de la revista española Interviú de junio de 1977 donde ella, la más grande de las showgirls [sendero que ella abriría para cantantas latinas posteriores como Alejandra Guzmán, Paulina Rubio o Thalía], señalaría directamente: “Yo siempre voto comunista”. A lo que remataba: “En un conflicto entre trabajadores y empresarios, yo siempre estaré del lado de los trabajadores”.

Hay que recordar que Raffaella era italiana. De Italia también era quizá el más grande teórico marxista del siglo 20, Antonio Gramsci. Gramsci descubrió algo notable: que la derecha ganaba en las urnas y en las almas porque su cultura era más atractiva que la de la izquierda.

El medio hispano ABC complementa aquella aseveración con las declaraciones de Almudena Montero, que señala que, “por los pasillos se hablaba de culos de tías, malversación de fondos y luego de penas de cárcel. Y en medio de todo ese horror catastrófico, aparecía Raffaella Carrà. Se te acercaba como no se te ha acercado en la vida un famoso, te bajaba la piel del ojo y te decía: “Estás anémica perdida” (…) Te preguntaba por tus condiciones laborales, y cuando se las contabas, apagaba la luz del plató. La tipa vivía permanentemente en un estado de excitación política de izquierdas, mientras dirigía departamentos enteros, vestida de lentejuelas rojas”

Hay que recordar que Raffaella era italiana. De Italia también era quizá el más grande teórico marxista del siglo 20, Antonio Gramsci. Gramsci descubrió algo notable: que la derecha ganaba en las urnas y en las almas porque su cultura era más atractiva que la de la izquierda.

A eso lo bautizó como “hegemonía”, la cultura de los ricos. Desde él, en muchos lugares del mundo se empezó a hacer un trabajo de relojería marxista por ganar también en los dominios culturales. Raffaella lo logró en televisión -sobre todo en la televisión en colores, como se ha indicado-, mientras que, por ejemplo, en música en Chile hizo algo equivalente el sello discográfico de las JJCC, Dicap, base de la Nueva Canción Chilena (NCCh: Quilapayún, Inti Illimani, Víctor Jara), y en el animé japonés lo hizo Hayao Miyazaki. O sea, no hay nada de contradictorio con el solo aparente y superficial glamour que desprendía la diva italiana. En aquellos días -alrededor de los años setenta- la colonización del inconsciente cultural, para ocupar un término acuñado por Wim Wenders, iba de lado y lado y golpe a golpe: desde Estados Unidos hacia la Unión Sovietica y viceversa, pasando -siempre- por Italia.

Descafeinando a Carrà en Latinoamérica

Por cierto que en ese mundo más gris, opaco, de la Latinoamérica dictatorial, todos estos resortes o tapones que saltaban con Raffaella, lograban resistencia. Como se ha comentado en círculos intelectuales y del espectáculo en Perú en las últimas horas, cuando ella llegó a aquel país, también a fines de los setenta, las respuestas homofóbicas del establishment no se hicieron esperar.

Y cuando arribó al que quizá es el segundo Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar más recordado, el de 1982 -en su único par de presentaciones en aquel certamen- los días sábado 4 y domingo 5 de febrero de aquel año, también se acusó un revuelo mediático de proporciones, al punto que, de lo prendado de su belleza y talento que quedó el jurado histórico del Festival de Viña, y también fundador del mismo, el glasgowiano Luis Sigall, se instituyó ya casi definitivamente a partir de ella la corona de Reina del Festival. Logro que solo había alcanzado un par de años antes la presentadora chilena María Graciela Gómez, y que luego se transformaría en una de las tradiciones festivaleras de la mano del periodista ecuatoriano avecindado en Chile, Guillermo Zurita Borja quien institucionalizó el galardón, como consigna La Gaviota de la Ilusión, una serie de libros alusivos a los entremeses, tras bambalinas, y vericuetos, de la cita veraniega, obra del hoy desaparecido periodista viñamarino Hernán Gálvez.

Carrà acusó un revuelo mediático de proporciones, al punto que, de lo prendado de su belleza y talento que quedó el jurado histórico del Festival de Viña, y también fundador del mismo, el glasgowiano Luis Sigall, se instituyó ya casi definitivamente a partir de ella la corona de Reina del Festival.

Nada de esto se sabía en aquellos días finiseculares de los setenta o iniciales de los ochenta en Chile tal como lo sabemos hoy en día, porque, aunque las canciones y sobre todo las coreografías, el látigo de cabellera , y los hooks intensos de sus temas -que no solo fundaron una generación de admiradoras y admiradores, sino que eran número puesto en long-plays y cassettes hogareños, y el momento más esperado en matrimonios y fiestas varias- fundaron más que una fanaticada, un estilo de vida, estas canciones llegaban algo diluidas en su contenido.

Cuenta Luis Gómez Escolar (el traductor de muchas de las letras de la Carrà) que tuvo que cambiar el “0303456” por un menos dramático “5353456”, simplemente porque un 0 al inicio de un número de teléfono era menos comprensible en el mundo hispano que en el italiano, donde aquel guarismo -el “cero”- suele ser una cifra inicial de los fonos. También se debe recordar que las mismas letras de las canciones, siempre traducidas al castellano, sufrían modificaciones que le quitaban el kilotaje radioactivo cultural, como la frase, “para hacer bien el amor”, que era cambiada por “para enamorarse bien”, sobre todo en el paso de las discográficas de la península itálica como CBS Sugar o RCA a las latinoamericanas.

Raffaella Carrà era una fuerza de la naturaleza como quizá solo se puede comparar, por ejemplo, en el showbiz anglo, con gente como Debbie Harry, Olivia Newton-John o Madonna. Estrellas todas - pero ninguna como ella- que mostraron al mundo que los colores de la mujer, y de lo que significa el ser una diva, pueden marcar a generaciones y abrir mundos inexplorados.

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