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Viernes, 19 de Abril de 2024
A 60 años de la Revolución Cubana II

Los guerrilleros se toman el poder

Edwin Harrington*
Manuel Salazar Salvo

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Fidel Castro y Camilo Cienfuegos.
Fidel Castro y Camilo Cienfuegos.

En este artículo, sacado del libro "Así fue la Revolución Cubana" (México, 1976), el periodista Edwin Harrington (1930-2002) relata cómo el Movimiento 26 de julio, liderado por Fidel Castro, condujo a Cuba al proceso revolucionario que terminaría con la toma del poder el 1 de enero de 1959. 

Admision UDEC

El yate Granma, durante años entretenimiento de burgueses acomodados, cumplía ahora una tarea muy distinta cuando salió de Tuxpan la noche del 24 al 25 de noviembre de 1956. El jefe de la expedición de 82 hombres era Fidel Castro y tras él había tres secciones de 22 hombres cada una dirigidas por Raúl Castro, Juan Almeida y José Smith, quien había sido uno de los instructores militares del grupo. El Che Guevara era el encargado de los servicios sanitarios.

Llevaban dos cañones antitanque, 35 rifles con mira telescópica, 55 rifles Mendoza, 3 ametralladoras Thompson ligeras y 55 pistolas metralletas ligeras.

El desembarco estaba coordinado con la insurgencia urbana montada por Frank París y Pepito Tey. Los campesinos de la zona alistados en el Movimiento 26 de Julio esperaban el arribo en Ojo del Toro, Níquero, la noche del 30 de noviembre, pero la llegada se produjo el 2 de diciembre en la Playa de los Colorados, en medio de la arena, las algas y los cangrejos.

País había preparado una insurrección civil que alcanzó un éxito extraordinario y la dictadura de Fulgencio Batista se encontró con que detrás del M-26-7 había una fuerza potencial respetable. En la madrugada del 30 de noviembre salieron a las calles de Santiago unos 300 jóvenes vestidos con uniforme verde olivo y brazales rojinegros, que crearon un verdadero caos en la capital de Oriente.

Ese mismo día, en Nueva York, exiliados cubanos encabezados por Arnaldo Barrón, se manifestaron ante las Naciones Unidas. Numerosas pancartas denunciaban la vesanía de la dictadura y en Guantánamo un grupo dio otro golpe de mano apoderándose del cuartel Ermita.

Era el germen de la insurrección que, por contrate con los luchadores de la Sierra Maestra, se le llamó del Llano. Más tarde se le unirían los campesinos.

Batista y sus propagandistas ignoraban a las fuerzas rebeldes que operaban en la Sierra, seguían afirmando que resistencia armada no había y que Fidel había muerto en el primer encuentro.

Los informes del desembarco del Granma eran extravagantes por lo inexactos. Batista optó por la solución más sencilla: negar la evidencia. Sostuvo que Fidel Castro aún estaba en México. Un rumor decía que los expedicionarios llegaron con 40 hombres y fueron aniquilados no más pisaron el territorio cubano: Fidel estaba muerto. Francis McCarthy, corresponsal de United Press, mató a Fidel en dos ocasiones. Primero anunció su muerte a tiros y luego reiteró que los documentos encontrados en su cadáver probaban fehacientemente que había expirado.

A las 16:45 del 5 de noviembre, los combatientes desembarcados del Granma descansaban en un lugar llamado Alegrías del Pío. Varios de ellos se habían sacado las botas nuevas que eran una tortura a la hora de caminar a marcha forzada. De pronto, oyeron el ruido característico de los aviones, pero no le dieron mucha importancia pues suponían que los trataban de localizar. Estaban lejos de suponer que las tropas de la dictadura, a cargo de Cruz Vidal, se encontraban apenas a 100 metros de ellos.

Los soldados de Cruz Vidal diezmaron a los revolucionarios: los mataron allí mismo o los hicieron prisioneros, que era lo mismo. Casi todos los detenidos fueron fusilados en el lugar, salvo los que como Mario Fuentes y José Díaz traicionaron a sus compañeros y relataron con detalles la operación.

Se ha dicho que fueron 12 los sobrevivientes, pero el número no ha podido ser establecido con exactitud. El Che Guevara dijo en sus escritos que quedaron 17; Camilo Cienfuegos afirmaba que eran 8, y Efigenio Ameijeiras, 9. Los sobrevivientes se dispersaron. Varios fueron detenidos y ejecutados, otros se sumaron a los traidores. El 17 de diciembre se reagruparon en la Sierra Maestra. Llegaron Fidel, su hermano Raúl y el Che Guevara, junto a los hombres que les acompañaban.

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Castro En la Sierra Maestra, en 1957, con un grupo de combatientes rebeldes, entre ellos, Raúl Castro, Juan Almeida, Ernesto Che Guevara, Guillermo García, Crescencio Pérez, y Universo Sánchez. (Foto de Andrew Saint George).
Castro En la Sierra Maestra, en 1957, con un grupo de combatientes rebeldes, entre ellos, Raúl Castro, Juan Almeida, Ernesto Che Guevara, Guillermo García, Crescencio Pérez, y Universo Sánchez. (Foto de Andrew Saint George).

La Sierra se extiende a lo largo de la costa cubana, en medio de bosques frondosos de helechos casi inaccesibles en las cumbres, y cactus en las estribaciones. Tiene 160 kilómetros de largo y unos 40 de ancho.

Batista y sus propagandistas ignoraban a las fuerzas rebeldes que operaban en la Sierra, seguían afirmando que resistencia armada no había y que Fidel había muerto en el primer encuentro.

El primer objetivo

Fidel y sus hombres eligieron su primer objetivo: un cuartel del ejército ubicado junto a la desembocadura del río La Plat, en el llano costero junto a la Sierra Maestra. Lo atacaron y tomaron el 17 de diciembre.

El 24 de febrero de 1957, en la edición dominical del New York Times, apareció una entrevista que Herbert Matthews, jefe de la sección latinoamericana del periódico, le hizo a Fidel Castro en la Sierra Maestra una semana antes. El líder revolucionario que Batista daba por muerto, estaba vivo y gozaba de buena salud.

El 13 de marzo unos 50 combatientes de las fuerzas rebeldes del llano, agrupadas en el Directorio Revolucionario, atacaron el palacio presidencial de Batista. Su intención era ejecutar al dictador y casi consiguen su objetivo. A la misma hora el dirigente estudiantil José Antonio Echeverría y un pequeño grupo de combatientes logró ocupar la Radio Reloj y emitir una encendida proclama revolucionaria. Fueron abatidos en ese preciso instante.

Unos 35 hombres murieron en los dos intentos. En las horas siguientes decenas de simpatizantes de la revolución fueron detenidos, ferozmente torturados y ejecutados. Un joven integrante del Movimiento 26 de Julio logró rescatar un cargamento de armas que sobró del ataque y consiguió despacharlo hacia la Sierra Maestra. Era Manuel Piñeiro.

El 23 de mayo Fidel y unos 80 de sus hombres atacaron el puesto militar de El Uvero. La resistencia fue fiera, pero lograron tomarlo. El 30 de julio, sin embargo, los guerrilleros se estremecieron al saber que Frank País, jefe del 26 de Julio en Santiago de Cuba, había sido acribillado a balazos en las calles de esa ciudad. Las protestas civiles por el asesinato se extendieron a toda Cuba. Mujeres vestidas de negro marchaban exigiendo “Libertad”.

En septiembre se produjo en Cienfuegos un alzamiento de la oficialidad joven de la Marina. La operación se inició con éxito y los conjurados se apoderaron en la mañana de la ciudad. En la tarde fueron aplastados por fuerzas leales apoyadas con tanques, blindados y aviones norteamericanos B.26. Los rebeldes que participaron fueron unos 400 y 300 de ellos fueron ejecutados.

Desde mediados de 1957 a inicios de 1958, la situación de Cuba se pareció bastante a la de una guerra civil, aunque en apariencia la vida ciudadana fuese normal: los hombres de negocios norteamericanos siguieron invirtiendo, los casinos funcionando, los grandes almacenes El Encanto se llenaban de un público ávido de comprar y los lugares nocturnos reunían a grupos con mujeres vestidas de largo y hombres de etiqueta o los clásicos trajes blancos completos. La Freeport Sulphur Co. construía en la bahía de Moa la mayor industria de extracción de níquel del mundo. Estados Unidos seguía enviando armas a Batista y Earl Smith, el embajador de Washington, le solicitaba a Allen Dulles, director de la CIA, que destacara un agentes entre los rebeldes para conocer “el grado de control comunista” de los sublevados.

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El Che y su columna despiden 1958 en la localidad de El Hombrito, en la Sierra Maestra.
El Che y su columna despiden 1958 en la localidad de El Hombrito, en la Sierra Maestra.

Mientras, las bombas no cejaban de explotar, el ejército y la policía seguían reprimiendo de un modo sangriento y cada vez más jóvenes y campesinos marchaban a La Sierra Maestra para unirse a los “barbudos” de Fidel.

El 14 de diciembre de 1957, los guerrilleros asestaron un grueso revés a las tropas de Batista, cuando en Veguitas, puerta de entrada a la Sierra Maestra, entre Bayamó y Manzanillo, en la provincia de Gramma, lado oriental de la isla de Cuba, una fuerza de 200 hombres abatió a 160 soldados de la dictadura.

¡Aquí Radio Rebelde!

A fines de febrero de 1958 se escuchó por primera vez en toda Cuba un llamado al aire: “¡Aquí, Radio Rebelde transmitiendo desde la Sierra Maestra, territorio libre de Cuba!”. A poco andar Radio Rebelde tendría la mayor sintonía del país. Por esos días Fidel atacó Pino del Agua, una base militar fuertemente defendida, causando severas bajas a sus defensores y consiguiendo una importante cantidad de armas. A los días siguientes, un capitán de Batista ordeno detener y ejecutar a 53 campesinos de la zona.

En marzo, partes de las fuerzas rebeldes formadas en la sierra y en el lano se desplegaron en dos columnas. Una marchó al mando de Juan Almeida desde Santiago y la otra, comandada por Raúl Castro, cruzó los llanos orientales hacia Pinares de Mayorí, en Holguín, rumbo al oeste de Cuba.

Dos meses después, el 25 de mayo, Batista emprendió una amplia contraofensiva. Unos diez mil hombres agrupados en 17 batallones, reforzados por decenas de tanques. Con apoyo aéreo y naval, avanzaron durante 25 días desde el norte y el sur hacia la Sierra Maestra. El territorio libre de los rebeldes se redujo a una franja de no más de seis kilómetros. Entonces, cuando la derrota parecía inminente, la moral de las tropas gubernamental empezó a flaquear y Fidel ordenó el avance de sus guerrilleros.

Batista se desesperó y aumentó la represión. Decenas de jóvenes opositores aparecieron ahorcados en las calles y la tortura y los asesinatos se multiplicaron.

Un batallón de unos mil hombres, acampados en un valle, fue atacado por unos 300 hombres por tres lugares diferentes. Fue un golpe sorpresivo y demoledor. El contraataque prosiguió en diversos frentes y en pocas semanas los 17 batallones de Batista fueron destrozados. Los rebeldes, además, se apertrecharon de armas y víveres como nunca habían tenido.

A fines de junio Raúl Castro bajó de la montaña con 200 hombres hasta la bahía de Moa, donde estaba por funcionar la extractora de níquel, y apresó a diez norteamericanos y luego a 27 marines de la base de Guantánamo. Raúl castro le envió una carta al embajador Earl Smith donde le prometió devolver a los prisioneros a cambio de tres condiciones: 1.- Que Estados Unidos suspendiese todo envío de armamento al gobierno de Batista; 2.- que la base de Guantánamo dejara de entregar combustible a los aviones de la dictadura y 3.- que Batista se comprometiera con Smith a no usar el equipo militar norteamericano que ya tenía. No lo consiguió todo, pero los aviones dejaron de atacar las posiciones guerrilleras y Raúl liberó a los secuestrados.

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Fidel Castro en la Sierra Maestra. (Foto de Raúl Corrales).
Fidel Castro en la Sierra Maestra. (Foto de Raúl Corrales).

Batista se desesperó y aumentó la represión. Decenas de jóvenes opositores aparecieron ahorcados en las calles y la tortura y los asesinatos se multiplicaron. Los rebeldes, en tanto, movilizaron sus ya ocho columnas. Los comunistas y el Directorio Revolucionario, entre otros movimientos, se plegaron a las fuerzas de Fidel Castro y del 26 de Julio. En toda Cuba se multiplicaron los sabotajes, las bombas y atentados contra el régimen.

Los deseos de Washington

El dictador, por su lado, trató de legitimar su gobierno y organizó unas elecciones espurias y tan fraudulentas que el corresponsal del New York Times informó que había votado cerca del 20 por ciento de la población, en cédulas que estaban marcadas previamente. Como estaba previsto, ganó Andrés Rivero Agüero, el candidato títere de Batistas, que debería asumir en febrero de 1959.

Al Departamento de Estado, a la CIA y a los “halcones” del Congreso se les ocurrió en aquel momento la única salida que consideraron posible: instalar en Cuba una dictadura militar. Enviaron a un veterano diplomático anticomunista, William Pawley, para convencer a Batista que renunciara a su cargo. El dictador no aceptó la petición norteamericana.

Mientras, el Che Guevara se había hecho fuerte en Las Villas, preparándose para atacar Santa Clara; Camilo Cienfuegos estaba a la expectativa en Pinar del Río, en la cabecera norte de Las Villas; Juan Almeida y Huber Matos cercaban Santiago de Cuba; Raúl Castro dominaba en la Sierra Cristal; y Fidel avanzaba  indetenible en la provincia de Granma.

Diciembre de 1958 fue como una pesadilla alucinante y recurrente para Fulgencio Batista. Sus soldados iban cayendo como figuras de palitroque; sus oficiales mayores desertaban, se rendían, conspiraban entre sí, se traicionaban unos a otros, pero ninguno estaba preocupado de la suerte del gobierno. A cambio de eso, Batista tampoco estaba muy interesado por lo que pudiera ocurrirles. Era el destino clásico de los dictadores.

El 18 de diciembre, varios de los comandantes de la guerrilla conquistaron posiciones cruciales y quebraron la espina dorsal de Cuba, iniciando el avance hacia las principales ciudades. El día 28, el Che se movió hacia San Clara, centro neurálgico de las comunicaciones ferroviarias de la isla y donde se habían apostado los últimos cuerpos de resistencia del gobierno.

La noche del 31 de diciembre, Batista se reunió con sus familiares, allegados y jefes de su Estado Mayor en el campamento Columbia para celebrar la llegada del año nuevo. Sus generales le informaron que al día siguiente caerían Las Villas y Oriente completo, asediado por las columnas de Fidel, Raúl, Ramiro Valdés, Almeida y otras.

Batista anunció que se marcharía esa madrugada para “evitar mayores derramamientos de sangre”. Había rentado un avión donde se iría con sus más cercanos. Nombró a Manuel Piedra, el juez más antiguo del Tribunal Supremo, como presidente provisional.

A las tres de la mañana, con 50 personas en su comitiva, despegó el avión del aeropuerto militar rumbo a Ciudad Trujillo, la capital de Santo Domingo, hoy República Dominicana. Nunca se ha podido saber con exactitud la cantidad de dinero en efectivo que llevaba en sus maletas. Según su secretario, Suárez Núñez, su fortuna ascendía a unos 300 millones de dólares.

Su hermano “Panchín”, alcalde de la Habana, quien también había acumulado una nada modesta fortuna, partió esa misma noche con otros 40 funcionarios, miembros de la policía y de las fuerzas armadas.

El asesino Rolando Masferrer salió de Cuba en su yate con los “Tigres” de su ejército particular. Por vía aére4a dejaron la isla los odiados Tabernilla y Pilar García, funesto jefe de la policía de La Habana. También escaparon los criminales coronel Esteban Ventura, de la policía política y Julio Laurent, el sicópata del espionaje naval. Los que no pudieron fletar aviones se refugiaron en embajadas.

La situación de La Habana antes de la llegada de las fuerzas revolucionarias era caótica. La gente salía a las calles as gritar consignas, a atacar los lugares de tortura más repudiados y las casas de los principales esbirros de la dictadura. 

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El Che, Fidel y Camilo Cienfuegos luego de la llegada de Castro a La Habana el 8 de enero de 1959. (Foto de Raúl Corrales).
El Che, Fidel y Camilo Cienfuegos luego de la llegada de Castro a La Habana el 8 de enero de 1959. (Foto de Raúl Corrales).

No bien Batista abandonó el país, hombres con el uniforme del 26 de Julio y del Directorio Revolucionario se hicieron cargo de la capital, antes del ingreso de las fuerzas del Che Guevara y de Camilo Cienfuegos. Desde Santiago de Cuba, Fidel hizo un urgente llamado para evitar las represalias. El propio embajador norteamericano, Earl Smith, admitió desganadamente: "Dadas las circunstancia, mantuvieron un control muy notable”.

Entre el 1 y el 2 de enero, el Che entró con sus tropas a La Habana, se instalaron en la fortaleza de La Cabaña y se limitaron a guardar el orden en la ciudad. Lo mismo hizo Fidel en Santiago de Cuba. Allí recordó que el presidente provisional era el magistrado Manuel Urrutia Lleó y afirmó que los soldados de Batista habían cumplido con su deber y no eran merecedores de sanciones, salvo aquellos culpables de “crímenes de guerra”. No hubo derramamiento de sangre, ni represalias, ni un júbilo desbordado mayor que el natural de un pueblo que se siente en libertad.



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