Cuando el capitalismo mundial se tambaleaba desde sus cimientos con la crisis subprime, el 11 de diciembre de 2008 se produjo el sorpresivo arresto de un reconocido inversor de Wall Street llamado Bernard Madoff. Conocido coloquialmente como Bernie, era reverenciado en el mundo de las finanzas por su fama de íntegro y muy ducho manejador de dinero ajeno, además de cocreador de la bolsa y el índice Nasdaq.
Por lo mismo, la detención de Bernie Madoff causó un estupor enorme en un mercado ya golpeado por la crisis, pasmo que no paró de crecer cuando se conocieron las razones de la detención: paralelamente a su respetable negocio de corretaje y creación de mercados, Madoff lideraba una empresa no registrada de asesoría de inversiones que funcionaba como una gigantesca estafa piramidal. Es decir, ese negocio paralelo nunca invirtió un centavo de lo que recibía, sino que pagaba a los inversionistas iniciales con el dinero de los inversionistas que llegaban después. Y así, durante décadas.
Como suele ocurrir con documentales como Madoff, el monstruo de Wall Street, los hechos públicos son repasados raudamente con un montaje vertiginoso de imágenes y audios de archivo, planteándose y planteándonos las preguntas también típicas en casos como este: ¿por qué lo hizo? ¿Por qué el mercado tardó tanto en darse cuenta? ¿Por qué el ente regulador –¿la Comisión de Bolsa y Valores o SEC, por sus siglas en inglés– no vio nada de esto? ¿Y qué fue de Bernie, de su familia y de sus (miles de) víctimas?
El documental reconstruye en silencio los espacios y gestos de este cachorro de tiburón, con una voz en off que lo explica todo, o al menos lo importante: si Madoff se metió en este entuerto, es porque entre mentir y fracasar, prefería lo primero. Al igual que tantos como él.
Hasta ahora, todo muy típico, y no hay nada de malo en que así sea. Sobre todo, en aquellos documentales que primeramente buscan explicar para informar, y sobre eso construir la torcida narrativa que –en este caso– da cuenta del tronco torcido de la humanidad.
Lo atípico aparece después, con una tendencia aparentemente exagerada a la dramatización de los hechos y con la caracterización de sus personajes con actores que los representan como si esto fuera una ficción. Desde los orígenes de Madoff en el corretaje –presionado por demostrar a su suegro que era digno de estar casado con su hija– el documental reconstruye en silencio los espacios y gestos de este cachorro de tiburón, con una voz en off que lo explica todo, o al menos lo importante: si Madoff se metió en este entuerto, es porque entre mentir y fracasar, prefería lo primero. Al igual que tantos como él.
Junto con estas recreaciones está el tic aún más desconcertante de alternar la acción y las recreaciones con los actores que interpretan a los personajes de esta tragedia –Madoff, su hermano, su esposa, sus hijos, sus empleados, sus cómplices– mirando a la cámara; para después mostrarnos a las personas reales, siendo entrevistadas o en imágenes de archivo. Como si hubiera dos elencos paralelos para una misma historia.
La trama es simple en principio, pero su ejecución es compleja y se vuelve más compleja con los años. Y más increíble. La simpleza está en la escisión de Madoff en dos personas y dos negocios paralelos: el de corretaje, respetable, manejado con su familia directa; y el otro, el ilegal, manejado por un séquito de esbirros que lo seguían como al líder de una secta y al capo de una mafia. Manejados ambos en el mismo edificio, pero en dos pisos diferentes. Con la fachada en el piso 19 y el subsuelo en el 17.
El potencial psicoanalítico de este esquema y la escisión de personalidad que lo sostenía es extrañamente desaprovechado por el documental. En otras palabras, pese su título –y al uso de la palabra monstruo– no hay un empeño real por entender la personalidad de Madoff y sus enormes fracturas que se tragaron miles de millones de dólares, sino más bien una preocupación por seguir sus actos y sus interrelaciones con los demás. ¿Y es un monstruo lo que se ve? No, mucho menos con las imágenes de sus declaraciones ya estando en prisión.
El director, Joe Berlinger, se especializa en series de terror y además debe buena parte de su prestigio a su seguimiento de Metallica con Some Kind of Monster (2004), durante el periodo de cambio de bajista y el turbio ambiente que se vivía en una banda que buscaba un rumbo nuevo.
Hay un trabajo muy bien hecho al mostrar las gigantescas fisuras de un sistema regulatorio debilitado por décadas de neoliberalismo, incapaz de oler el pescado muerto, aunque se lo entreguen en bandeja.
En el voluble matrimonio de los artistas que componen una banda de rock, Berlinger encontró bastante más opacidad que en Madoff, cuyas palabras lo presentan como un vulgar pillastre high class, y cuyo único rasgo potencialmente monstruoso –o interesante– era la falta de escrúpulos para engañar a los demás; sobre todo si esos demás eran judíos como él.
No obstante, esa promesa no cumplida del documental es compensada largamente por dos tópicos que sí dan pavor. El primero tiene que ver con el efecto halo que rodeaba a Madoff, y que impidió repetidas veces que tanto el mercado como la SEC hubieran detectado el fraude.
Hay un trabajo muy bien hecho al mostrar las gigantescas fisuras de un sistema regulatorio debilitado por décadas de neoliberalismo, incapaz de oler el pescado muerto, aunque se lo entreguen en bandeja. Y, efectivamente, el ignorado descubridor del pescado muerto –un tal Harry Markopolos– recibe el crédito que merece y es desarrollado como un personaje interesante.
El segundo tópico, que permite al documental sobreponerse de sus falencias y despedirse volando alto, es el relato del trágico destino de la familia de Madoff y del kafkiano periplo de sus víctimas.
Sin entrar en detalles ni spoilers, lo realmente monstruoso de todo es el desencadenamiento de las fuerzas burocráticas, mediáticas y legales que literalmente trituraron las vidas de muchos de estos personajes, lo que aparece en el último episodio como una secuencia macabra y desoladora. Shakespeareana, como dijo una de las estafadas.
Ante tal poder destructivo, Madoff en realidad parece pequeño, un mero catalizador que en realidad nunca salió de la prosaica esfera de la autoafirmación y la codicia; pero que generó consecuencias terribles a través de actores más monstruosos que él.
Acerca de…
Título original: Madoff, The Monster of Wall Street (2023)
Nacionalidad: EE. UU.
Dirigido por: Joe Berlinger
Duración: Cuatro episodios de una hora aprox.
Se puede ver en: Netflix
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