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Sábado, 2 de Agosto de 2025
Newsletter 'Reunión de Pauta'

Patriotismo constitucional

Víctor Herrero A.

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Constitución alemana
Constitución alemana

El concepto fue acuñado en Alemania en 1979 para dar cuenta de la conciencia de pertenecer a un Estado donde “los derechos humanos se convierten en derechos ciudadanos”. La nueva Constitución chilena, puede caminar hacia allá.

Este artículo es parte del newsletter exclusivo Reunión de Pauta del pasado jueves 9 de junio de 2022, y ahora se comparte para todos los lectores.

Nuestra República tiene una larga historia constitucional. Pero las tres grandes cartas fundamentales de nuestra historia desde la independencia -la de 1833, la de 1925 y la de 1980- no sólo fueron concebidas por unos pocos hombres (sí, apenas hubo mujeres), sino en contextos de violencia política. Una de ellas, la de 1833, tras años de pequeñas guerras civiles que enterraron el liberalismo progresista de inicios del siglo 19. La segunda, después de que militares entonces progresistas -sí, existían en esa época- realizaran el famoso ‘ruido de sables’ para recordarle a Arturo Alessandri en 1924 que aún le debía una constitución más moderna a sus ciudadanos. La tercera, impuesta por los militares de manera fraudulenta siete años después de protagonizar un golpe de Estado que dejó a miles de muertos, miles de torturados, cientos de miles de exiliados y millones de ciudadanos atemorizados.

Sé que todos conocemos esta historia, pero es bueno recordarla cuando faltan menos de tres meses para un plebiscito en que los ciudadanos podrán aprobar o no la nueva Constitución elaborada -por primera vez en la historia de Chile- por representantes electos.

Hasta ahora, probablemente la carta de 1925 fue la más valorada -en la práctica- por la sociedad. Desde la óptica de hoy deja mucho que desear, pero sentó los fundamentos para un desarrollo que no dependiera exclusivamente del empuje, pero también de las ambiciones rentistas, de la oligarquía capitalista que se conformó en el siglo 19.

Como la historia la suelen escribir los vencedores, durante décadas se nos hizo creer que la Constitución de 1980 era necesaria, porque la anterior llevó al país al caos de la Unidad Popular. Pero la carta de Pinochet y sus generales, auxiliados por grandes grupos empresariales, también llevó a un colapso. Sólo que no fueron militares los que salieron a las calles para derrocar un gobierno, sino que millones de ciudadanos los que en octubre de 2019 pedían “Dignidad”.

Como la historia la suelen escribir los vencedores, durante décadas se nos hizo creer que la Constitución de 1980 era necesaria, porque la anterior llevó al país al caos de la Unidad Popular. Pero la carta de Pinochet y sus generales, auxiliados por grandes grupos empresariales, también llevó a un colapso. Sólo que no fueron militares los que salieron a las calles para derrocar un gobierno, sino que millones de ciudadanos los que en octubre de 2019 pedían “Dignidad”, algo que a todas luces el sistema económico, social y político derivado de la Constitución de la dictadura les había negado por décadas.

A medida que se acerca el referéndum del 4 de septiembre, los representantes del partido del orden -la derecha política, los grandes empresarios, los cuadros envejecidos de la Concertación de inicios de los años 90, la prensa tradicional- están tratando de manera desesperada de vender una tercera vía, más sensata que la supuesta locura de una Constitución elaborada por voces plurales las que, sin embargo, no reflejan el histórico elitismo de Chile.

Se trata, a mi juicio, de esfuerzos vanos. Después de todo, ¿qué credibilidad ciudadana tienen personajes como Mariana Aylwin, Marcela Cubillos, el clan de los hermanos Walker, Jorge Burgos, Andrónico Luksic o Juan Sutil para llevar adelante transformaciones a las cuales siempre se han negado?

Sin embargo, el punto de fondo es otro.

En 1979, el cientista político Dolf Sternberger acuñó el concepto de “patriotismo constitucional”, para referirse al hecho de que lo que más unía a la Alemania moderna ya no eran conceptos tradicionales del siglo 19 -como la tierra y sangre, ‘Blut und Boden’, que fue llevado a su máximo potencial destructivo durante el nazismo-, sino que la conciencia de pertenecer a un Estado donde “los derechos humanos se convierten en derechos ciudadanos”,

Cuando Sudáfrica confeccionó una nueva Constitución que dejaba atrás décadas de Apartheid, no pocos entre la elite blanca de ese país presagiaban el fin de los tiempos. Hoy prácticamente nadie en ese país pone en duda que su actual carta fundamental es la mejor que han tenido en su historia.

Cuando en la Italia de la postguerra una asamblea constituyente propuso una carta que abolía la monarquía, el resultado del plebiscito de salida fue estrecho. Sin embargo, casi nadie en Italia hoy echa de menos la aristocracia, como bien recordó el convencional Fernando Atria en una reciente aparición en la TV.

Pero tal vez el caso más interesante sea el de Alemania. Cuatro años después de la derrota total en la Segunda Guerra Mundial, ese país aprobó una nueva Constitución que, por un lado reconectaba con la carta de la llamada República de Weimar, y por otro trató de borrar los horrores del nacionalsocialismo.

De alguna manera, se trató de una Constitución impuesta por los vencedores aliados -en especial los de Occidente. Sin embargo, con el paso del tiempo ésta se fue anidando en la sociedad. En 1979, el cientista político Dolf Sternberger acuñó el concepto de “patriotismo constitucional”, para referirse al hecho de que lo que más unía a la Alemania moderna ya no eran conceptos tradicionales del siglo 19 -como la tierra y sangre, ‘Blut und Boden’, que fue llevado a su máximo potencial destructivo durante el nazismo-, sino que la conciencia de pertenecer a un Estado donde “los derechos humanos se convierten en derechos ciudadanos”, como dijo Sternberger, “lo que legitima el monopolio de la fuerza del Estado”. ¿Por qué? Porque uno de los imperativos del Estado, aseguraba el politólogo alemán, es asegurar esos derechos. Y con ello, decía él y después en los años 80 y 90 Jürgen Habermas, se constituye y se construye patria.

Aquí vale la pena recordar el Artículo N°1 de la Constitución de la República Federal de Alemania promulgada en 1949, porque de muchas maneras hace eco con los acontecimientos recientes de Chile.

Dice la Constitución alemana: “La dignidad humana será inviolable. Respetarla y protegerla será el deber de toda autoridad del Estado”.

Dice: “La dignidad humana será inviolable. Respetarla y protegerla será el deber de toda autoridad del Estado”.

Creo y confío en que Chile, al igual que Alemania, desarrollará un patriotismo constitucional a partir de 2022.

*Este artículo fue modificado para corregir un error. La constitución alemana dice que "la dignidad humana será inviolable". El original decía la "humanidad humana"

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interesante;hace reflexionar y ampliar horizontes

Como economista me enseñaron que las reglas generan incentivos y producen ciertos resultados. Preguntémonos: ?Mantiene la nueva Constitución incentivos que han dado origen a una élite de tan mala calidad? Yo creo que no. Por eso votaré APRUEBO

La constitución vigente de 1980 con sus adaptaciones por el Presidente Lagos fue concebida en torno al "Grundgesetz Alemán" de 1949. Lo que inventó la CC (o más bien Atria) NO cumple con atribuciones básicas de una democracia como igualdad ante la ley (bonifica los que se autodominan miembros de pueblos originarios), va incrementar aún más el peso y costo del estado y NO hace nada, absolutamente nada en materias como pensiones, educación, salud etc. RECHAZO, con mejoras en la actual constitución. Primero y más urgente: Acotar los mandatos de los políticos!

Interesante columna y concepto. Es bueno hablar de experiencias exitosas para así disminuir los miedos crecientes. La mejor opción es aprobar la nueva Constitución. Sin duda que, una vez esté listo el texto final, la campaña reaccionaria se irá debilitando.

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