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Sábado, 19 de Julio de 2025
[Jueves de medios]

Periodismo para cambiar el mundo

Marcos Ortiz F., director de Ojo del Medio (@ojodelmedio)

A raíz de una entrevista al periodista Rodrigo Fluxá, el debate sobre la objetividad del periodista y el límite entre hacer periodismo y ser un activista fue discutido en redes sociales.

¿Cuál es la función del periodismo? ¿Qué rol cumplen los medios de comunicación que tanto comentamos, criticamos y aplaudimos? ¿Cómo cambia el mundo luego de un reportaje, una entrevista o una investigación de largo aliento? En resumidas cuentas, ¿cuánto de política hay en el oficio de informar?

Esta serie de preguntas, que suele rondar el mundo de la academia sin necesariamente salir de esos límites, se tomó esta última semana la discusión en redes sociales. Claro, no fue una tendencia a nivel nacional, pero sí mantuvo en alerta a un buen puñado de profesionales de la información tras la entrevista dominical que el periodista Rodrigo Fluxá dio a La Tercera con motivo de su más reciente libro que narra la historia de la discotheque Blondie.

“Si tú quieres ser periodista y activista, es cosa tuya, yo lo respeto. Pero mi opinión es que son dos cosas incompatibles, porque el periodismo persigue retratar el mundo y el activismo, cambiarlo”, señaló Fluxá, cuya pluma ha sido premiada reiteradamente en los últimos años.

Lo fundamental es comprender que incluso el periodista cuyo único objetivo es “mostrar” el mundo y no “cambiarlo” está tomando una decisión eminentemente política.

Enzo Abbagliati fue uno de los primeros en compartir la entrevista, lo que inmediatamente prendió la discusión. Enrique Mujica escribió: “Coincido con Fluxá: Sospecho de cualquier periodista que quiera cambiar el mundo”. “¿También sospechas de Oriana Fallaci o Patricia Verdugo?”, le retrucó desde la UAI Andrés Scherman. Y agregó: “Verdugo escribió un libro de investigación en dictadura que permitió procesar a Pinochet por violaciones a DD.HH. tras su vuelta de Londres, ¿es materia de sospecha?”.

“Hace rato que el periodismo se juega en varias canchas sobre el activismo. Mucha gente cree que Piensa Prensa hace periodismo. Stingo, por ejemplo, tiene una definición y un medio”, argumentó Andrés Azócar. Javier Sajuria respondió: “Es algo ingenuo creer que, al retratar una realidad, ésta no se modifica (…) Es imposible retratar, describir o analizar sin modificar”. En la misma línea, Francisca Skoknic señaló: “El periodismo de investigación y en particular el de denuncia buscan generar impactos concretos en la realidad. Y eso no es activismo”.

Desde la PUC, Eduardo Arriagada señaló: “Creo que en el tema del ‘cambio’ se equivoca el capo de Fluxá. Si el periodismo muestra lo que la gente relevante quiere ocultar incluye un compromiso por el cambio. La gran Mónica González reconocía ante mis alumnos que ella siempre estuvo contra los abusos, que la experiencia le mostró que el camino del periodismo era más eficiente que el del comunismo en ese compromiso por los más vulnerables. El problema es cuando cierto activismo nos ciega. Todo pasa por nuestra ética profesional, de la que bien habla la Mónica”.

Desde el ICEI de la Universidad de Chile, Chiara Sáez fue más lejos y acotó que “esa idea de que el buen periodista describe la realidad desde un afuera impoluto (es) una idea que las ciencias sociales superaron hace rato”. Acto seguido clamó por mayor formación en epistemología y métodos de la investigación para los periodistas.

¿Quién tiene la razón? ¿Es posible entonces hacer periodismo sin “cambiar el mundo”? Lo fundamental es comprender que incluso el periodista cuyo único objetivo es “mostrar” el mundo y no “cambiarlo” está tomando una decisión eminentemente política: la decisión –ingenua o no– de mantener o no el statu quo. Este poder que ejercen los periodistas y medios de comunicación es inherente a su labor. Un medio influye en la política de su país en el momento en que decide cubrir un suceso, en el momento en que decide llevarlo o no en portada, en el momento en que elige el título, la extensión de la nota y la foto que lo acompaña. Más aún: el medio influye sobre su entorno incluso cuando decide no cubrir ese evento y hacer como si nada hubiera pasado. Pero eso no convierte necesariamente al periodista o al medio en activista.

La producción del conocimiento –en este caso de la noticia– se sitúa en un contexto particular en el que género, raza, edad, clase social y otros factores juegan roles ineludibles.

“(Los medios) filtran y enmarcan las realidades cotidianas, a través de sus representaciones singulares y múltiples, proporcionando referencias para la conducción de la vida cotidiana, para la producción y mantenimiento del sentido común”, explica el académico Roger Silverstone en su libro Why study the media?. Ese “sentido común” al que alude Silverstone no es ni único ni está predefinido. Es, más bien, un espacio de continua disputa. Los medios lo reproducen y se refieren constantemente a él, pero también lo explotan y tergiversan.

¿Puede realmente un periodista liberarse de todos sus sesgos? ¿Podemos ignorar la posicionalidad del profesional de los medios? La producción del conocimiento –en este caso de la noticia– se sitúa en un contexto particular en el que género, raza, edad, clase social y otros factores juegan roles ineludibles. No es baladí, por ejemplo, que la Convención Constitucional la cubra un hombre blanco de clase alta a que lo haga una mujer mapuche de clase trabajadora. Su visión de lo que ocurre en el hemiciclo estará inevitablemente teñida por su subjetividad, su historia y su manera de comprender el mundo. Su posición, finalmente, influirá sobre cada etapa de su trabajo, desde las preguntas que haga hasta la forma en que redacte la noticia.

Es clave que el periodismo entienda el poder que tiene y lo asuma públicamente. Incluso más, ignorarlo es un acto de mala fe. El hecho de entender y asumir que el periodismo sí cambia el mundo que lo rodea no es solo deseable, sino que es un imperativo. Y eso, repetimos, no lo convierte necesariamente en activismo. Tener conciencia de este poder debería redundar en un trabajo más serio, más cuidado y comprometido con la verdad.

Pero a no equivocarse. El hecho de que un medio se apegue estrictamente a los hechos, condene las fake news, tenga secciones estables de chequeo de datos (fact checking) y distinga claramente entre sus espacios informativos y de opinión no lo aleja necesariamente del activismo. En Chile, sin ir más lejos, algunos de los medios que se consideran “de referencia” se ubican entre los que más han defendido causas, boicoteado gobiernos, instalado verdades que acomodan a sus dueños y, cuando el sistema finalmente les favorece, defendido el statu quo.

El periodismo debe incomodar al poder, debe llamar las cosas por su nombre y debe alzar su voz ante la injusticia y la desigualdad. No hacerlo lo convierte en cómplice de la inmovilidad –lo que lo ubica de cierta forma en las antípodas del activismo– y eso sí resulta imperdonable.

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Comentarios

Comentarios

Todo es dicho por un observador a otro observador..."El árbol del conocimiento" (H. Maturana, F. Varela)

Excelente artículo, debería servir para clarificar a ciertos animadores o entrevistadores de radio o Tv que se creen periodistas.

“…un trabajo más serio, más cuidado y comprometido con la verdad.” Otra vez LA VERDAD. La de quién o quiénes? Los “porfiados hechos” son siempre interpretaciones de algo que ocurrió y ese algo puede ser descrito desde distintos ángulos: se puede escoger cualquiera. Lo único absoluto es que todo es relativo. Ni VERDAD ni OBJETIVIDAD ni SENTIDO COMÚN sin mácula: todos tomamos partido hasta mancharnos, aún quienes afirman no tomarlo.

El periodismo, especialmente investigativo, puede cambiar el pensar de las personas , para bien o para mal

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