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Viernes, 19 de Abril de 2024
EL ECONOMISTA MARGINAL

Piñera, Barros Luco y las pensiones

Carlos Tromben

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Fotografía: Ramón Barros Luco, Milton Friedman, Sebastián Piñera.
Fotografía: Ramón Barros Luco, Milton Friedman, Sebastián Piñera.

"Los alumnos de Friedman en Chile crearon un sistema previsional individualista que podría funcionar en Noruega, pero no en un país de ingreso medio, con salarios bajos y costo de vida elevada". 

Admision UDEC

Ramón Barros Luco tenía ya medio siglo en política cuando asumió la Presidencia de la República. Famoso por su ironía y sus salidas de libreto, se le atribuye aquella famosa frase según la cual solo hay dos tipos de problemas: los que se resuelven solos o los que no tienen solución.

Don Ramón estaba renunciando a una de las potestades que los presidentes de Chile heredaron del rey: resolver los problemas por decreto. Según esta rica tradición constitucional, el presidente(a) tiene el derecho a hablar por cadena nacional en horario prime, lanzar una serie de números y porcentajes y, acto seguido, decretar que las jubilaciones mejorarán en un 40% porque eso le han dicho sus sabios. La palabra prometer no está en el vocabulario presidencial.

Pero el diablo está en los detalles, así que debemos detenernos en el 4% adicional. Según el gobierno, lo pagará el empleador. Falso. Lo que en la práctica ocurrirá es que ese 4% adicional lo van a negociar los empleadores con los trabajadores.

El debate sobre las jubilaciones ha consumido ríos de tinta, horas de comisiones, honorarios de expertos, para llegar a la misma conclusión: los números no dan. Ahorrar el 10% de la remuneración bruta, aunque sea durante medio siglo y sin lagunas previsionales, no permite que una persona promedio obtenga una pensión capaz de hacerle frente a los achaques.

Anoche Piñera presentó una reforma que por cierto no mejorará las jubilaciones en el porcentaje mágico anunciado. Y no por mala fe del presidente. Propongo deconstruir su discurso para ilustrar por qué eso no sucederá.

Se mantiene el mantra “del esfuerzo individual”, tan caro al entorno presidencial. O sea, cada cual mata su toro mientras pueda. La cotización individual subirá cuatro puntos porcentuales del ingreso bruto, y se irá a la cuenta individual. ¿Se entiende el punto? De individuo a individuo. La idea de Bachelet de destinar un porcentaje del adicional a un pozo solidario desapareció, como era de esperarse.

Pero el diablo está en los detalles, así que debemos detenernos en el 4% adicional. Según el gobierno, lo pagará el empleador. Falso. Lo que en la práctica ocurrirá es que ese 4% adicional lo van a negociar los empleadores con los trabajadores.

En el esquema actual, si uno percibe una renta líquida mensual de 1 millón de pesos, el empleador tiene que desembolsar realmente 1.111.111 y pasarle la diferencia a la AFP (dejo fuera la salud, para facilitar el cálculo). Si se aprueba la ley, para mantener ese millón líquido el empleador deberá poner unas 50 lucas más para retener el 4% adicional y pasárselo a la AFP. No es mucha plata, OK. Pero en una empresa de 10, 20 o 30 empleados la cuenta comienza a subir. Anualmente podría llegar a millones.

El efecto macroeconómico es tan previsible como difícil de calcular: habrá un aumento de la informalidad, un descenso del contrato indefinido (más caro) y un aumento del boleteo. No necesariamente más cotización.

Aquí brilla por su ausencia la preocupación por las pymes, que es otro de los mantras de la derecha cuando los malvados socialdemócratas suben los impuestos para regalarle plata a los holgazanes (otro mantra). Le van a subir el costo laboral a todas las empresas del país en un 4%, y mutis por el foro.

El efecto macroeconómico es tan previsible como difícil de calcular: habrá un aumento de la informalidad, un descenso del contrato indefinido (más caro) y un aumento del boleteo. No necesariamente más cotización. Y en todo caso, olvídense de apretar el botoncito en el sitio del SII para que no les rebajen el 10% real de la devolución. Esos tiempos se acabaron.

In extremis vaticino que terminaremos negociando con el empleador el famoso 4%. Algunos se irán mitad y mitad, pero con mucha buena voluntad.

El proyecto entrega estímulos para que la gente se jubile mejor pero más tarde: esfuerzo individual, otra vez. Habrá sexagenarios robustos y sanos capaces de hacerlo, pero otros destruidos por el sedentarismo y el exceso de sodio. Nuestro 40% de aumento en las pensiones se ve cada vez más difuso, a pesar del entusiasmo discursivo del presidente. 

Los alumnos de Friedman en Chile crearon un sistema previsional individualista que podría funcionar en Noruega, pero no en un país de ingreso medio, con salarios bajos y costo de vida elevada.

Al final, el problema previsional no es solo previsional, de ahorro, recaudación y gestión financiera. Es un problema de salarios bajos, que a su vez es un problema de baja productividad de factores. El capital y el trabajo se buscan en la oscuridad y nunca se encuentran.

Milton Friedman acuñó la famosa frase de que no existe nada parecido a un almuerzo gratis. Alguien siempre termina pagando. Los alumnos de Friedman en Chile crearon un sistema previsional individualista que podría funcionar en Noruega, pero no en un país de ingreso medio, con salarios bajos y costo de vida elevada.

Hay otros países donde la máxima de Friedman no pega, o pega menos. Son aquellos países desarrollados donde la gente sabe que no existe almuerzo gratis, pero están dispuestos a pagar para que otro coma. Se llama solidaridad y es, supuestamente, una de las bases de la doctrina cristiana.

Pero lo sistemas solidarios como los de Europa también tienen sus problemas. Allí la seguridad social se nutre de lo que aportan los que están trabajando. Pero como los adultos mayores son cada vez más, el fisco tiene que poner la diferencia. En el caso de España, unos 18.000 millones de euros, según las últimas estimaciones.

Entre el costo fiscal de la solidaridad y los desastres del individualismo, el debate queda entrampado en un dilema tipo don Ramón: o se resuelve solo o no tiene solución. Me recuerda la novela de Carlos Droguett, Matar a los Viejos. Piñera cree que lo puede solucionar por decreto. Está bien, esa es una prerrogativa presidencial.

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