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Domingo, 25 de Mayo de 2025
Entrevista

Roger Chartier: "la impaciencia de la lectura digital se asocia a la falta de cuestionamiento de la veracidad del contenido"

Andrés Almeida

Este historiador francés –clave para la comprensión histórica del libro y la lectura, como conformadores de la modernidad– habló con Interferencia sobre preocupaciones contemporáneas asociadas a las nuevas formas de leer en el hábitat digital. 

En noviembre de 2024 el historiador francés Roger Chartier estuvo de visita en Chile, en el marco del Seminario sobre el rol de las humanidades en el mundo contemporáneo, organizado por la Universidad Diego Portales en Santiago.

En la ocasión, Chartier -un referente de la historiografía francesa-, quien ha estudiado la historia de la cultura, el libro y la lectura en la modernidad, abrió dicho seminario con una charla magistral titulada Humanidades, humanismo, humanidad, en la que abordó la crisis de la humanidades. 

Pese a que el historiador ha investigado profusamente en los albores de la modernidad, su charla avanzó hacia tópicos más contemporáneos, en especial respecto del rol de las humanidades en tiempos de la inteligencia artificial.

Al respecto, emergen inéditas maneras de leer, las cuáles están cambiando las formas de pensar, en algo que Chartier califica como algo "revolucionario", pues "la revolución de los agentes conversacionales no es sólo una revolución técnica en el acceso a la información, como lo fueron la aparición de la escritura, la invención de la imprenta o, tal vez, la revolución de internet, sino también una ruptura con las categorías más esenciales que han construido nuestro orden de discursos", según el historiador dice en esta entrevista dada a Interferencia vía correo eléctrónico.

En ésta, se ahonda en las formas de leer en el mundo de la impaciencia que imponen las redes sociales y otras formas de lectura fraccionada, donde el libro cumple un papel tal vez renovado. 

- A la luz de nuevos hábitos de aprehensión y comprensión de lo real, dados por las redes sociales y la inteligencia artificial ¿Cómo afectan la profundidad del pensamiento y la complejidad de la reflexión?

Debemos considerar que la conversión digital no trasforma solamente la percepción de la materialidad de los textos, sino que modifica también nuestras maneras de leerlos, entenderlos, movilizarlos.

Es la primera vez en la historia de larga duración de la cultura escrita que se encuentran separados el objeto y el texto, la materialidad del soporte y el discurso que soporta. Con los aparatos del mundo digital (computador, tableta, móvil) esta vinculación desaparece.

"En el libro impreso cada fragmento se encuentra ubicado en su lugar y desempeña un papel específico en la narración, la demostración o la argumentación. En el texto electrónico, esta relación desaparece. El fragmento adquiere autonomía, independencia. Tal vez, deja de ser un “fragmento” porque el fragmento supone una totalidad a la cual pertenece o pertenecía".

Esta diferencia esencial tiene importantes consecuencias.

En primer lugar, establece una continuidad morfológica entre distintas categorías de discurso: mensajes en las redes sociales, informaciones (o desinformaciones) en las páginas web, libros y artículos electrónicos o digitalizados. De este modo, desaparece la percepción de su diferencia basada en su propia materialidad y se borran los procedimientos tradicionales de lectura, que presuponen una comprensión inmediata, gracias a su forma de publicación, del tipo de conocimiento que el lector puede esperar de un texto. 

Además, la lectura digital habituada a la apropiación de textos breves transforma la relación entre el fragmento textual y la totalidad del discurso. En un libro impreso, la relación entre cada elemento (un capítulo, un parágrafo, una frase) y la totalidad de la obra se hace visible por la forma material del objeto.

En el libro impreso cada fragmento se encuentra ubicado en su lugar y desempeña un papel específico en la narración, la demostración o la argumentación. En el texto electrónico, esta relación desaparece. El fragmento adquiere autonomía, independencia. Tal vez, deja de ser un “fragmento” porque el fragmento supone una totalidad a la cual pertenece o pertenecía.

Debemos entonces desplazar el tema tan gastado de la “muerte del libro”. Hoy en día, no se trata tanto de la desaparición del objeto material que resiste en los hábitos de los lectores de libros, sino del alejamiento de los lectores digitales de la forma de discurso particular que es el libro impreso, entendido como una arquitectura textual inmediatamente visible y cuyo sentido está producido por las relaciones entre sus diferentes partes.

Finalmente, una de las transformaciones más importantes de las prácticas de lectura consta en su aceleración. Las investigaciones sociológicas han demostrado que la lectura de textos electrónicos, cualesquiera que sean, es una lectura apresurada, que sólo busca información o que desea llegar lo más rápidamente posible a la conclusión del análisis o al final de la historia.

Estos usos impacientes se asocian a una falta de cuestionamiento de la veracidad del contenido difundido. Lo más preocupante de la lectura digital moldeada por los hábitos de las redes sociales es la transformación del criterio mismo de la verdad.

En la cultura impresa, establecer la verdad de una afirmación o información supone confrontarla con otras, ejercer un juicio crítico, establecer su grado de autoridad y veracidad. En la lectura moldeada por las prácticas de las redes sociales, el criterio de verdad se encuentra inscrito dentro de la red misma. Se pierde así la capacidad de juicio crítico cuando se desplaza el criterio de verdad desde la comprobación crítica hacia una certidumbre o credulidad colectiva, producida por la confianza ciega en la red social o en el grupo de discusión.  

La tecnología digital se transformó así en el más poderoso instrumento de la difusión de las teorías más absurdas, las noticias falsas, las manipulaciones del pasado, las falsificaciones de la realidad, el odio, los la intolerancia y el racismo.  

"Estos usos impacientes se asocian a una falta de cuestionamiento de la veracidad del contenido difundido.  Lo más preocupante de la lectura digital moldeada por los hábitos de las redes sociales es la transformación del criterio mismo de la verdad".

Hoy en día, el reto que plantea el mundo digital ha tomado otra forma: la Inteligencia Artificial.

La expresión puede parecer un oxímoron si se define la inteligencia no sólo como un modelo de razonamiento lógico que puede ser reproducido por una máquina, sino también como la capacidad humana de comprender, domar y sacar partido de las situaciones particulares.

Las definiciones de la inteligencia artificial en el Diccionario de la Real Academia hacen hincapié en esta característica de una inteligencia que puede simular la inteligencia humana en sus procedimientos de razonamiento y aprendizaje.

Sin embargo, las definiciones de inteligencia humana no se limitan a estas operaciones cognitivas. En el Diccionario la inteligencia está definida como “habilidad, destreza y experiencia”, como “comprensión”, como ‘capacidad de resolver problemas”, lo que implica la curiosidad, las emociones y los sentimientos propios del ser humano. De ahí, las reticencias hacia la expresión “inteligencia artificial”. 

Las promesas y los peligros de la inteligencia artificial se han convertido en los últimos años en una gran preocupación.

Me parece que hay dos retos esenciales en la relación entre la inteligencia artificial generativa y la cultura escrita.

El primero se refiere a la producción automática de textos e imágenes. La preocupación nació con las traducciones automáticas que, al ser utilizadas por las editoriales, limitan el papel de los traductores a la corrección de un texto ya traducido y, en consecuencia, les imponen contratos que reducen su remuneración.

Además, el uso de la traducción automática obliga a reflexionar sobre la diferencia entre la traducción como una estricta equivalencia lingüística y la traducción como comprensión y transposición de una originalidad estilística y cultural o, citando a Paul Ricœur, como una forma de hospitalidad que acoge al otro al mismo tiempo que acepta “la diferencia inevitable” entre las lenguas.

En el caso de la traducción, la inteligencia artificial se apropia de un texto que ya está presente. No ocurre lo mismo con la producción de contenidos originales movilizando los inmensos recursos de las bases de datos digitales que ofrecen las bibliotecas digitales y los archivos de internet.  

"Las producciones generativas de inteligencia artificial dependen de los archivos digitales disponibles, con sus desigualdades lingüísticas, su desinformación, sus prejuicios".

Se han multiplicado los ejemplos espectaculares de estas creaciones con la composición de la décima sinfonía de Beethoven, las fotos falsificadas, la proliferación de las obras autoeditadas, los textos plagiados.

No es siempre fácil detectar las falsificaciones. Además, las producciones generativas de inteligencia artificial dependen de los archivos digitales disponibles, con sus desigualdades lingüísticas, su desinformación, sus prejuicios.  

Para disipar la ilusión de una presencia humana en los textos producidos automáticamente, la actividad editorial puede o debe respetar ciertas normas éticas y reglas jurídicas que imponen la transparencia, con la necesaria indicación el origen (humano o no) de los textos e imágenes, la responsabilidad penal de los productores de contenidos y la protección de la propiedad y privacidad de los datos personales.

Las normas y reglas pueden establecerse por ley, por decisiones de las comunidades científicas y editores de las revistas académicas, o por contrato (por ejemplo, la opción “opt-out” con la cual un autor prohíbe la libre disposición de obras en archivos digitales).

¿Hay un riesgo de obsolescencia de los valores de la cultura ilustrada, asociada a los libros y -por extensión- a la palabra escrita? 

El segundo reto que plantea la inteligencia artificial a la cultura escrita e impresa está relacionado con la propia existencia del libro como fuente fundamental de conocimiento. ChatGPT desplaza la búsqueda de información de la lectura de un libro o una revista a una conversación, con la ilusión reforzada de la presencia de un interlocutor humano en este diálogo. 

La inteligencia artificial se está convirtiendo en un poderoso instrumento para redistribuir las tareas, redefinir los puestos de trabajo y transformar la producción textual. En cada una de estas dimensiones, que prometen posibilidades seductoras, se encuentran amenazados los conceptos fundamentales de la cultura escrita, definidos a partir del siglo XVIII por el vínculo entre las nociones de originalidad de las obras, responsabilidad del autor y propiedad intelectual.

A estas tres nociones se oponen término a término la disponibilidad pública de los escritos, el anonimato de la escritura automática y la reutilización o el plagio de textos ya escritos.

La revolución de los agentes conversacionales no es sólo una revolución técnica en el acceso a la información, como lo fueron la aparición de la escritura, la invención de la imprenta o, tal vez, la revolución de internet, sino también una ruptura con las categorías más esenciales que han construido nuestro orden de discursos.

"La revolución de los agentes conversacionales no es sólo una revolución técnica en el acceso a la información, como lo fueron la aparición de la escritura, la invención de la imprenta o, tal vez, la revolución de internet, sino también una ruptura con las categorías más esenciales que han construido nuestro orden de discursos".

Es la razón por la cual, en las escuelas, la práctica educativa debe considerar la tecnología digital no sólo como una herramienta para la enseñanza, sino también como objeto de enseñanza, mostrando tanto sus magníficas posibilidades como sus peligros y perversiones.

Fuera de la escuela, la construcción de comunidades de comunicación que se enfrentan a la desinformación, o bien, la propuesta de redes y plataformas alternativas permiten tomar consciencia de los peligros nuevos llevados por la supuesta inteligencia artificial: así, la producción de falsificaciones que pueden pasar por auténticas, la composición de textos que son una forma sutil  del plagio, o el desarrollo de técnicas que destruyen la privacidad o la libertad de los individuos sometidos a la tiranía de los algoritmos.

Solamente la educación, cualquiera que sea su lugar o su modalidad, puede domar nuestro temor frente a un futuro que ya es un presente.

¿Son muy aguzadas las brechas generacionales actuales, cuando -tal vez- las distintas generaciones manejan códigos, valores y hábitos mentales muy diferentes entre sí, a propósito de las novedades tecnológicas?

En una investigación dedicada a las prácticas culturales de los franceses y publicada en 2020 por el Ministerio de la Cultura dos preguntas llaman la atención.

La primera consta en saber si las personas interrogadas habían leído por lo menos un libro durante el año previo, es decir, en 2018. En el grupo de individuos nacidos entre 1945 y 1974, más del 80% decía que sí, pero para los nacidos entre 1995 y 2004, el porcentaje es solamente del 58%.

La consecuencia de esta discrepancia entre generaciones es la disminución global del porcentaje de los lectores de libros entre 1988 y 2018: pasó del 73% en 1988 hasta solamente el 62% en 2018, sea una caída de 11% de lectores.

La segunda pregunta era saber si los lectores habían leído veinte libros o más durante el año previo. En el 2018, un 15% decía que sí, cuando en 1973 el porcentaje era un 28% y en 1988, un 22%.
 

"Solamente la educación, cualquiera que sea su lugar o su modalidad, puede domar nuestro temor frente a un futuro que ya es un presente".

Estos datos muestran que disminuyeron la lectura y la compra de libros tanto con la reducción del porcentaje. de los “forts lecteurs” que compran y leen mucho como, más globalmente (y particularmente para los más jóvenes) con el alejamiento de la lectura de los libros.

En la misma investigación sobre las prácticas culturales de los franceses, otro dato muestra que uno de cada seis franceses (15%) afirma que su vida cultural ya tiene lugar por completo en el mundo digital, con las redes sociales, las videos on-line, los juegos electrónicos, la lectura y la escritura sobre la pantalla.

La mitad de estos individuos que, ya desde antes de la pandemia, vivían en condiciones similares a las pandémicas, tiene menos de 25 años.

Son los “wreaders” de nuestro tiempo que asocian o mezclan sobre el mismo soporte una relación inmediata, permanente, entre el leer y el escribir. Entonces, la cuestión es saber si las prácticas culturales online van a coexistir con las lecturas de los textos impresos o bien, si se volverán exclusivas para una parte siempre creciente de la población.

La consecuencia más preocupante de la lectura digital moldeada por los hábitos de las redes sociales que aleja de la lectura lenta, paciente, crítica, tradicionalmente vinculada con el libro en su definición discursiva, es la transformación del criterio mismo de la verdad.

En la cultura impresa, establecer la verdad de una afirmación o información supone salir del enunciado mismo y confrontarlo con otros, ejercer un juicio crítico, investigar para establecer su grado de autoridad y veracidad.

En la lectura plasmada por las prácticas de las redes sociales, el criterio de verdad se encuentra inscrito dentro de la red misma. No es necesario salir ni del texto, ni de la red, para acreditar informaciones y afirmaciones. El vehículo compartido donde se encuentran es una garantía suficiente de su verdad.

El desplazamiento del criterio de verdad desde la comprobación crítica hasta una certidumbre o credulidad colectiva, producida por la confianza ciega en la red social o en el grupo de discusión representa un peligro temible para el conocimiento.  

¿Hay casos similares en la historia de brechas generacionales respecto de sus procesos epistemológicos y cognitivos?

El orden de los discursos tal como lo conocemos se estableció a partir de la relación que vincula tipos de objetos (el libro, el diario, la revista, el cartel, el formulario, la carta, etc.), categorías de textos y formas de lectura o de uso.

Semejante vinculación resultó en el mundo occidental de la sedimentación de tres innovaciones fundamentales.
 

"En la lectura plasmada por las prácticas de las redes sociales, el criterio de verdad se encuentra inscrito dentro de la red misma. No es necesario salir ni del texto, ni de la red, para acreditar informaciones y afirmaciones. El vehículo compartido donde se encuentran es una garantía suficiente de su verdad".

En primer lugar, es entre los siglos II y IV, el libro que llamamos codex, compuesto por cuadernos, hojas y páginas reunidas dentro de una misma encuadernación, fue sustituido a los rollos que leían los lectores de la Antigüedad griega y romana.

En segundo lugar, en los siglos XIV y XV, apareció en la cultura manuscrita, antes de Gutenberg, un nuevo tipo de libro que contenía dentro de un mismo volumen únicamente obras compuestas por un sólo autor mientras que esta relación caracterizaba antes casi solamente a las autoridades antiguas y cristianas, a las obras en latín y a los corpus jurídicos.

Finalmente, en el siglo XV, la imprenta se impuso como la técnica más utilizada para la reproducción de lo escrito y la producción de los libros.

Somos herederos de esta historia tanto para la definición de lo que es para nosotros un “libro”, es, decir, a la vez, un objeto y una obra, un “opus mechanicum” y un discurso dirigido a los lectores, decía Kant, como para nuestra percepción de la cultura escrita que se fundamenta en distinciones inmediatamente visibles entre diversos objetos manuscritos e impresos.

Es este orden de los discursos el que transforma profundamente la textualidad electrónica.

Es ahora sobre un único soporte, la pantalla de los computadores, qua aparecen frente al lector diversas clases de textos tradicionalmente distribuidas entre objetos distintos. Todos los textos son leídos sobre el mismo objeto y en las mismas formas (generalmente aquellas decididas por el lector). Se crea así una continuidad textual que no diferencia más los diversos discursos a partir de su materialidad propia y que hace difícil la percepción de las obras como tal, en su coherencia e identidad.

La lectura frente a la pantalla es generalmente una lectura discontinua, que busca a partir de palabras claves o rúbricas temáticas el fragmento textual del cual quiere apoderarse sin que necesariamente sea percibida la totalidad textual que contiene este fragmento. Así, en el mundo digital, todas las entidades textuales son como bancos de datos que procuran fragmentos cuya lectura no supone la comprensión o la percepción de las obras en su identidad singular.

"Semejante revolución obliga al lector alejarse de todas las herencias que lo han plasmado ya que es, al mismo tiempo y por la primera vez en la historia de la humanidad, una revolución de la técnica de la reproducción de los textos, una revolución de la materialidad del soporte de lo escrito y una revolución de la relación con lo escrito".

Es la razón por la cual no debemos tener en menos la originalidad y la importancia de la revolución digital. Semejante revolución obliga al lector alejarse de todas las herencias que lo han plasmado ya que es, al mismo tiempo y por la primera vez en la historia de la humanidad, una revolución de la técnica de la reproducción de los textos, una revolución de la materialidad del soporte de lo escrito y una revolución de la relación con lo escrito.

La revolución del codex se ubicó en la permanencia de una misma técnica de reproducción de los textos, la copia manuscrita. La revolución de la imprenta no modificó la morfología del libro, compuesto por cuadernos, hojas y páginas antes y después de Gutenberg (y hasta ahora). Finalmente, podemos decir que las revoluciones de la lectura (lectura silenciosa difundida entre la edad media y el siglo XIX, o lectura extensiva en el siglo XVIII) ocurrieron en una situación de estabilidad técnica o morfológica.  

La revolución digital, en sus varias modalidades, desde la red hasta la IA, asoció todos los registros de las mutaciones de la técnica de producción y reproducción de los textos o de las imágenes, de las formas de su  inscripción y de las modalidades de su apropiación.

¿Cuál es -y ha sido- el papel de la prensa escrita en estas trayectorias?

Las mutaciones de la prensa escrita desde el papel impreso hasta las pantallas de los computadores surgiere una necesaria advertencia contra la idea de la equivalencia.

Me parece que la manera de pensar la relación entre lo digital y lo impreso se queda fundamentalmente vinculada con la idea de la equivalencia y de la posible sustitución de uno por el otro.

Lo vemos con las bibliotecas cuando quieren comunicar solamente las reproducciones digitales de sus colecciones. Lo hemos visto cuando revistas o periódicos decidieron suprimir su edición impresa considerando que la publicación en formato digital era equivalente. Lo vemos con los lectores para quienes leer un texto en su forma electrónica y su forma impresa es una misma cosa. Lo vemos también cuando no se diferencian más las prácticas requeridas o suscitadas por las redes sociales y las lecturas lentas y críticas exigidas por los libros. 

"La lógica digital es una lógica temática, jerárquica, algorítmica. Permite encontrar rápidamente lo que se busca. La lógica de lo impreso es una lógica de los lugares y del viaje. Permite encontrar lo inesperado, lo desconocido".

Es un error creer que un texto se reduce a su contenido semántico y que es igual leer un texto frente a la pantalla y leer este “mismo” texto (de hecho, no es el mismo…) en una edición impresa, antigua o moderna.

No son experiencias equivalentes.

La lógica digital es una lógica temática, jerárquica, algorítmica. Permite encontrar rápidamente lo que se busca. La lógica de lo impreso es una lógica de los lugares y del viaje. Permite encontrar lo inesperado, lo desconocido.

Es esta lógica la que rige los espacios de la librería, las estanterías de la biblioteca, las partes que componen la arquitectura del libro.

La percepción de esta diferencia puede o debe inspirar tanto nuestras prácticas de investigación y de enseñanza, que no pueden reducirse a la lectura frente a las pantallas, como nuestros comportamientos, que deben preservar el viaje en contra del algoritmo, la librería en contra de Amazon, la biblioteca en contra de la red, los objetos manuscritos o impresos en contra del imperialismo digital.

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Pero eso del criterio de verdad, sin verificación, no es tan nuevo. Las redes lo han exacerbado. Hay gente que vive pegada a la TV, y lee las editoriales del Mercurio y La Segunda y respira convencida que ahí está la verdad, de acuerdo a lo que dicen vota, y mueren miserablemente convencidos de que la derecha lo único que quiere es el bien.

Excelente entrevista, se agradece.

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