El siguiente artículo fue publicado en el medio de noticias medioambientales Mongabay Latam el 4 de septiembre de 2025.
“Huellelhue”, en lengua mapudungun, significa “lugar para nadar”, y es también el nombre de uno de los ríos que forma parte del Área de Conservación de Múltiples Usos (AC-MU) Lafken Mapu Lahual —creada en 2005— en la región de Los Lagos, al sur de Chile. El nombre de esa área no es solo un conjunto de palabras, advierte el presidente de la comunidad de Nirehue, Eduardo Vargas, “es una geografía espiritual donde el pueblo mapuche huilliche ha tejido por generaciones su vínculo con el agua, el bosque y la vida”, dice.
El estuario del río Huellelhue alberga bancos naturales del choro zapato (Choromytilus chorus), un gran molusco nativo de las costas de Chile y Perú. Esta especie filtradora se desarrolla en este ecosistema mixto de aguas dulces y salobres, cuyas condiciones ecológicas favorecen su reproducción y permanencia. Su presencia tiene un profundo valor cultural y ambiental para las tres comunidades indígenas que habitan el territorio —Caleta Huellelhue, Lonko Milef y Nirehue—, que lo reconocen como parte de su herencia alimentaria y de su vínculo ancestral con el estuario.
Sin embargo, durante décadas el choro zapato fue intensamente extraído, tanto por buzos locales como por personas externas al lugar, provocando una drástica disminución del recurso.
Frente a esta crisis, las comunidades indígenas en 2018 solicitaron a la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura (Subpesca) medidas urgentes. Y fue así que en 2019, se instauró la primera veda extractiva. Gracias a esta restricción, el banco natural del molusco en la zona pasó de tener 22 toneladas ese año a 92 toneladas en 2024, marcando un hito en la recuperación de este recurso emblemático.
Actualmente, se llevan adelante estrategias de conservación que no solo apuntan a recuperar al choro zapato como especie emblemática, sino también a fortalecer el diálogo entre los saberes ancestrales y la ciencia. Estas acciones consolidan una gobernanza participativa que emerge desde el territorio mismo y responde a las voces indígenas, que buscan extraer este recurso con respeto y sostenibilidad.
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Antecedentes de una sobreexplotación
Durante la década de 1990, el choro zapato fue extraído sin ningún tipo de regulación en el estuario del río Huellelhue, lo que llevó al colapso de sus bancos naturales. No existían estudios sobre volúmenes máximos de extracción sostenibles, pero testimonios de la época indican que la presión sobre el recurso fue extrema, con buzos recolectando grandes volúmenes en cortos periodos de tiempo, sin control ni evaluación de impacto.
En 2015 comenzó un trabajo de recopilación de antecedentes sobre el estado del banco, liderado por la organización ambiental Pesca Sustentable, dedicada a promover mejoras en la pesca artesanal. Ante la falta de registros científicos previos, se recurrió a la memoria ecológica de las comunidades locales, recogida a través de entrevistas y talleres participativos.
Lo que emergió fue un relato contundente: personas de caleta Huellelhue, así como de otras zonas como Bahía Mansa, llegaban a extraer el molusco sin restricción alguna, llevándose sacos y sacos de choro zapato que luego se comercializaban en distintas localidades del sur de Chile.
Miguel Espíndola, director de conservación oceánica de Pesca Sustentable, advierte que, dada su ubicación a solo dos o tres metros de profundidad, el banco es extremadamente fácil de explotar. “Bastaba con mínimos equipos para recolectar grandes volúmenes en poco tiempo, lo que lo convierte en un recurso altamente vulnerable”.
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En ese entonces no existían vedas ni mecanismos de control, y la extracción indiscriminada se prolongó hasta que el banco simplemente colapsó en los años 90. Esta realidad también es reconocida por quienes participaron directamente de la explotación del recurso. Eduardo Vargas, presidente de la comunidad indígena de Nirihue, recuerda aquellos años con franqueza: “Tampoco me quiero quitar responsabilidad, porque al final éramos casi todos los que trabajamos en la caleta Huellelhue. No éramos conscientes del daño”.
Aunque la extracción del choro zapato alcanzó volúmenes altos, al punto de que un buzo podía extraer hasta 1000 kilos en un día de trabajo, con la sobreexplotación la cantidad se redujo a 25 kilos diarios, aproximadamente”, recuerda Vargas.
A la vez, el choro zapato se comercializaba a precios muy bajos, estimados entre 100 y 150 pesos chilenos por kilo (aproximadamente entre 0.25 y 0.35 dólares al cambio de la época). La cantidad de recurso extraído era enorme, pero el retorno económico era escaso y el impacto ecológico demasiado alto.
La desaparición de los bancos naturales de choros —una especie filtradora clave— redujo la capacidad del ecosistema para limpiar el agua, provocó pérdida de hábitat para otras especies marinas y alteró el equilibrio de nutrientes en el estuario, cuenta Espíndola.
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La protección del choro zapato
Como parte de las estrategias impulsadas por las comunidades locales, junto a Pesca Sustentable y autoridades ambientales, en 2019 se implementó una veda total sobre el choro zapato en el estuario del río Huellelhue. Esta medida, incluida en el Plan de manejo del Área de Conservación de Múltiples Usos Lafken Mapu Lahual, marcó un antes y un después en la recuperación del banco natural tras décadas de extracción sin control.
Los efectos han sido concretos. De las 22 toneladas estimadas en 2015 se pasó a registrar 92 toneladas en el último monitoreo realizado en diciembre de 2024. Frente a estos avances, las comunidades, junto con el MMA y Subpesca, lograron un acuerdo para extender la veda por un año más, hasta agosto de 2026. Esta extensión incluye la protección del chorito Quilmahue (Mytilus chilensis) como especie protegida. Además, se estableció que, una vez finalizada la veda, la extracción del choro zapato solo podrá representar entre el 10 y el 15 % del banco natural, garantizando así la sostenibilidad del recurso y evitando repetir los errores del pasado.
Para Espíndola, la reapertura regulada del banco natural exige responsabilidad y gestión rigurosa pues representa una ventana de oportunidad, pero hace hincapié en que el recurso sigue en deuda. “Al terminar la veda, la apertura debe estar bajo un sistema de gestión bien riguroso», destaca el profesional.
Actualmente se trabaja en el diseño de un plan de manejo precautorio para permitir la captura del choro zapato sin comprometer su recuperación. Las propuestas, construidas junto a las comunidades mediante talleres participativos, serán consolidadas en una mesa público-privada con representación del PNUD, Subpesca, MMA, el Servicio de Pesca, autoridad marítima y las organizaciones territoriales. El objetivo es traducir esas recomendaciones en una resolución formal que defina cuotas de extracción y mecanismos de gestión sustentables y participativos.
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En el marco de los esfuerzos por restaurar el hábitat del choro zapato en el estuario del río Huellelhue, no solo se han movilizado comunidades indígenas y organizaciones ambientales, sino que también se han articulado iniciativas educativas que vinculan la formación técnica con la recuperación territorial a través de un programa de repoblamiento de este molusco en el estuario del río Huellelhue.
El futuro repoblamiento del choro zapato
Desde 2021, el Liceo Politécnico Pesquero de Mehuín —institución de educación técnico-profesional— ha puesto en marcha un proyecto pionero para el cultivo de semillas de choro zapato.
Fabiola Chomali, jefa de producción del Liceo, cuenta que se rediseñaron las instalaciones, se implementó un laboratorio y un criadero que permiten la producción de microalgas y moluscos bivalvos en condiciones controladas. Esta infraestructura no solo fortalece las competencias técnicas de los alumnos, “sino que abre nuevas posibilidades para su inserción laboral en el sector acuícola”, sostiene.
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Este trabajo articulado sentó las bases para una colaboración con la ONG Pesca Sustentable, cuyo objetivo es producir un millón de semillas destinadas al repoblamiento del estuario. El modelo contempla el traslado de moluscos reproductores desde el banco natural hacia el criadero del Liceo, donde se realiza su acondicionamiento, desove y reproducción de semillas. “Pronto el Liceo estará produciendo semillas con reproductores de Huellelhue para el repoblamiento, lo que también permite fortalecer la educación técnica local”, afirma Miguel Espíndola, integrante del equipo de Pesca Sustentable.
En este contexto, se proyecta repoblar los bancos naturales del río Huellelhue a partir de choros zapatos adultos recolectados en terreno: “En septiembre nos traerán aproximadamente 70 individuos, que serán acondicionados en el Liceo para inducir su desove y obtener larvas. El proceso en el hatchery —que es el ambiente controlado de la institución educativa— dura aproximadamente 40 días”, explica Chomali. Luego, dice, las semillas se trasladarán nuevamente al estuario, donde pasarán por una etapa de pre crecimiento que puede durar alrededor de dos meses para alcanzar una talla de uno a dos centímetros, dependiendo del lugar, la época, las temperaturas y el alimento disponible.
“En total, el proceso para llegar a semilla apta para repoblación debería tomar entre tres y cuatro meses”, explica Chomali.
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Tanto este plan de manejo como las técnicas de repoblamiento se enmarcan en el proyecto Incentivos para la Conservación de la Biodiversidad, financiado por el Fondo para el Medioambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés), el PNUD, el MMA y la ONG Pesca Sustentable.
“Nunca imaginamos que íbamos a repoblar caleta Huellelhue de choro zapato. Esto surgió ahora, porque no contábamos con los recursos para todo el trabajo que se requiere, que no es poco y demanda una inversión considerable. Pero, gracias a Dios, con este programa lo estamos logrando”, comenta Eduardo Vargas, mostrando la importancia y el desafío del proyecto desde la perspectiva local.
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Para Amerindia Jaramillo, coordinadora nacional del proyecto GEF ICB, el enfoque representa un cambio profundo de paradigma: “En Chile hemos tendido a ver la conservación y el desarrollo productivo como si fueran opuestos, como una falsa dicotomía. Pero en la práctica, las comunidades locales —y especialmente las indígenas— ya vienen integrando ambos enfoques desde hace mucho tiempo”.
Jaramillo, quien además es bióloga, advierte que el Estado suele operar de forma fragmentada, mientras que este proyecto, en cambio, busca reconocer los saberes que ya existen en los territorios “y llevarlos al diseño de nuevos instrumentos de política pública que integren conservación y desarrollo de forma coherente”, dice.
En ese sentido, experiencias como la de Lafken Mapu Lahual demuestran que “la conservación no es una práctica aislada ni ajena al quehacer cotidiano, sino una forma integral de relacionarse con el territorio y proyectar un futuro sostenible desde las propias comunidades”, afirma Jaramillo.
Imagen principal: integrantes del GEF, Pesca Sustentable y comunidades locales trabajando en terreno en caleta Huellelhue. Foto: cortesía Pesca Sustentable
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