Hace tres días, el diario Los Angeles Times, publicó una carta en que el actor Keanu Reeves agradecía al FBI y también a la Policía de Investigaciones (PDI) por haber recuperado sus relojes. Poco sabía el artista lo que había detrás de su robo y la actual corrupción de la justicia chilena para proteger a las bandas, que hasta Netflix está realizando un documental.
La historia de los ladrones chilenos dedicados al robo de relojes y joyas en Estados Unidos dejó expuesto un problema incómodo para Chile: la fiscalía y la Policía de Investigaciones (PDI) hicieron muy poco para avanzar en las indagaciones y, en los hechos, fue el FBI, a través de sus agentes en la embajada de Santiago y en Estados Unidos quienes terminaron reconstruyendo el esquema completo.
Aunque son dos investigaciones distintas pero que están enlazadas: el “Caso Relojes” y el del actor que interpreta a John Wick, ambas usan los mismos grupos delictivos, reducidores, joyeros y clientes que les compran. Pero de ellos poco se habla.
Estos casos, mientras el FBI cruza bases de datos, grabaciones y testimonios, en Chile la cooperación avanza a trompicones, sin estrategias claras, con notorias omisiones y hasta policías de la PDI ayudando, por dinero, a los delincuentes y sus bandas para protegerlos y permitirles que escapen.
El solo hecho que el abogado Luis Hermosilla, acusado por corrupción y sobornos, que no sólo representó a una de las investigadas, la animadora de televisión Tonka Tomicic, sino que además tenía en su bolsillo al entonces director de la PDI, Sergio Muñoz, y también a fiscales y jueces, causó que la confianza que Estados Unidos había depositado en la contraparte chilena quedara severamente resentida. Más aún cuando los últimos dos directores de la PDI fueron detenidos y acusados por corrupción.
El legado del embajador Judd, debiera ser entonces terminar con el programa Visa Waiver y abrir el sistema Global Entry para chilenos, tal como lo tiene Panamá y México para aquellos que poseen una visa estampada en su pasaporte, y deseen ingresar a Estados Unidos de una manera más expedita a través de kioskos y evitar largas filas.
En Chile, en paralelo, jamás se juzgó con rigor a quienes reducían lo robado ni a los compradores locales que mantenían vivo el negocio. Conocidos empresarios, joyeros y figuras de televisión aparecieron vinculados a los robos de relojes y joyas, pero el caso avanzó entre tropiezos, ajustes y retractaciones. Las ramificaciones del mercado negro quedaron prácticamente intactas, pese a los abundantes antecedentes que provenían desde el extranjero.
Debido a la corrupción, la fiscalía chilena nunca logró estructurar una investigación sólida ni obtener condenas ejemplares. No hubo coordinación, pericias y, sobre todo, voluntad para tocar intereses instalados. Mientras Estados Unidos cerraba sus procesos con eficiencia, en Chile el caso terminó diluyéndose entre trámites estériles y decisiones que parecieron más orientadas a contener daños que a perseguir responsabilidades. El contraste entre ambos sistemas quedó al desnudo, y la señal hacia futuras cooperaciones internacionales, también.
La Casa Blanca ha mostrado preocupación constante por el aumento de grupos criminales chilenos en robos de lujo dentro de Estados Unidos. Hace pocos días atrás, cuatro chilenos realizaron un violento robo en el mall Dolphin de Miami. El mal uso del programa Visa Waiver volverá a ser analizado ya que Chile no investiga, debido a la corrupción en sus instituciones, a la delincuencia organizada.
El nuevo embajador aterrizó en Chile con una agenda que combina diplomacia tradicional, supervisión política y una misión silenciosa: evaluar si el país sigue siendo un socio confiable en materia de seguridad, migración y cooperación policial. Y lo hará en pleno proceso electoral chileno, un escenario que complica cualquier certidumbre.
El legado del embajador Judd, debiera ser entonces terminar con el programa Visa Waiver y abrir el sistema Global Entry para chilenos, tal como lo tiene Panamá y México para aquellos que poseen una visa estampada en su pasaporte, y deseen ingresar a Estados Unidos de una manera más expedita a través de kioskos y evitar largas filas.
Chile, antes de solicitar asistencia policial internacional, debe limpiar tribunales, ambas policías, gendarmería, y combatir el crimen. Solo hay un problema, los chilenos tienen una adoración ciega por sus policías y les cuesta asumir la corrupción en sus instituciones. Aman los uniformes y desfiles, pero evitan hablar de dónde sacan las armas los delincuentes, quienes protegen el narcotráfico y la delincuencia, aunque todo el país lo sabe.
La investigación del FBI en Santiago que permitió recuperar los objetos es sin duda un logro, pero también una advertencia. Los corruptos fiscales y policías chilenos que reciben dinero u ofertas de trabajo de abogados delincuentes son más de lo que se pensaba. Y lo que preocupa a Washington no es un reloj de lujo, sino la puerta de entrada que Chile ofrece donde pocos van a la cárcel.
Los delincuentes chilenos tuvieron que hacer aparecer los relojes del actor Keanu Reeves, ya que la presión policial y mediática era demasiado y arriesgaban exponer a otras bandas, empresarios y policías corruptos. Los más tristes eran los compradores que devolvieron sus joyas y relojes que ya no podían lucir en sus juntas en el mall Vivo de los Trapenses, en la Dehesa, más conocido por la delincuencia chilena como el “mall de los vivos”.
La narrativa de los “chilenos robando en Estados Unidos” ha alimentado una percepción negativa que puede tener consecuencias reales. El nuevo embajador lo sabe y llega con instrucciones claras: observar, reportar y exigir resultados. No habrá margen para errores diplomáticos, especialmente si se multiplican episodios de chilenos involucrados en delitos fuera del país.
Quien llegue a La Moneda en marzo próximo tendrá la marca que bajo su gobierno se eliminó el programa Visa Waiver. La seguridad dejará de ser un tema doméstico y pasará a ser una dimensión de la política exterior que el nuevo gobierno no podrá ignorar, y menos afectar la relación bilateral que puede tensarse por un objeto pequeño, brillante y fabricado para medir el tiempo. Porque tiempo, justamente, es lo que Chile menos tiene.
Lo que ocurrió con Keanu Reeves es, en última instancia, una metáfora incómoda. Los relojes y joyas viajan más rápido que la diplomacia, los ladrones cruzan fronteras más fácilmente que las soluciones, y las decisiones electorales de diciembre serán observadas desde Estados Unidos con la misma atención que un informe de inteligencia.
Netflix, a través de la productora Fábula, está realizando el documental del “Caso Relojes” en que no solo se destacaría a los ladrones chilenos, sino que también a los corruptos fiscales, policías y abogados que pensaron que podrían vencer a John Wick, pero se olvidaron de que los agentes del FBI no son actores y que nunca se trató de una película de Hollywood como “Atrápame si Puedes”.








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