El 31 de mayo de 1921 se desató lo que hoy se conoce como la masacre racial de Tulsa, la que resultó en una cifra indeterminada entre 75 y 300 fallecidos, y en la destrucción completa del barrio de Greenwood, en Tulsa, Oklahoma, donde vivía y trabajaba la comunidad afroamericana más rica de todo el país.
En 1943, Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II (los mismos creadores de La novicia rebelde) estrenaron su primera colaboración: Oklahoma!, una celebración del optimismo y la virtud estadounidenses –con el país en guerra–, basada en un triángulo amoroso protagonizado por un joven y una joven perfectamente americanos, y un siniestro e inexplicable antagonista –llamado Jud Fry– que se niega a calzar en el paraíso que los compositores, personajes y espectadores creen merecer.
En septiembre de 1986, DC Comics lanzó el primero de los 12 números de la serie Watchmen, con guion del británico Alan Moore e imágenes de su compatriota Dave Gibbons. Obra seminal en la relectura del género de los superhéroes, su elenco de encapuchados explora la relación de estas figuras con las perversiones sexuales, las diversas formas de fascismo, las patologías de la vida urbana y –ciertamente– cierto temor religioso ante un apocalipsis atómico inminente.
En diciembre de 2019, HBO estrenó su propia versión de Watchmen, la que vendría a ser una vuelta de tuerca a la vez que una secuela del comic original. ¿Es necesario leerlo para comprender la serie? No, no es necesario… pero es absolutamente recomendable. Y si el tiempo escasea, se puede ver la película Watchmen (Zach Snyder, 2009), copiada casi toma por toma del comic. Olvidable como filme, pero toda la información está ahí.
La serie que nos ocupa transcurre casi completamente en Tulsa, Oklahoma, y el primer capítulo –aparte de sostenerse en las canciones del musical Oklahoma!– vincula la masacre de 1921 con un 2019 paralelo, donde Vietnam es otra estrella más de la bandera estadounidense, donde el ultraliberal Robert Redford es el presidente del país y donde los supremacistas blancos se han convertido en un grupo terrorista clandestino. Un ejército de Jud Frys que se cubre la cara con la máscara de Rorschach, el más interesante y reaccionario de los superhéroes del comic.
La distopia llega al punto de que los policías deben usar capuchas para no ser reconocidos, y que algunos de ellos usan trajes especiales como si fueran superhéroes. Uno de ellos es Angela Abar (Regina King), también conocida como Sister Night por su atuendo de combate, vagamente parecido al de una monja.
Sabemos que ella y su jefe, Judd Crawford (Don Johnson) son los únicos sobrevivientes de la “noche blanca”, una matanza de policías perpetrada por los supremacistas en la que resonaron los ecos de los cristales rotos.
Y aquí entramos a una de las características definitorias de esta serie: el trauma. O mejor dicho, la ubicuidad de este, que no es uno solo sino que cada personaje que aparece en la trama tarde o temprano nos presenta el suyo. Esto vale para un enigmático anciano de color –al igual que Angela– (Louis Gossett Jr.) que llega a Tulsa sin motivo aparente; o para el colega de Angela conocido como Looking Glass (Tim Blake Nelson), especialista en interrogatorios y que devuelve a los sospechosos su propia imagen desde su rostro; o para Adrian Veidt (Jeremy Irons), un excéntrico millonario atendido por un ejército de clones en un castillo en un lugar no identificado de Europa.
A medida que la trama se extiende a más personajes y situaciones, los traumas privados se traslapan con los traumas públicos, tanto aquellos que realmente sucedieron, como aquellos que son parte de la historia paralela que concibieron Moore y Gibbons, prolongada y reiterada a la vez por el creador de esta serie, Damon Lindelof.
Porque, aparte de constituir un interesante espejo de lo que fue el siglo XX y lo que va del XXI, la serie parte del muy interesante supuesto de que el trauma tiende a repetirse, tal vez de otra forma y con otros gatillantes, por lo que su historia avanza sobre la tensión esperable entre lo sorpresivo y la fatalidad.
Sin embargo, hay un giro decepcionante. En algún momento la serie deja de expandirse, y no necesariamente para profundizar lo existente, sino para contraerse y concentrar la trama en un reticulado de relaciones de parentesco o sentimentales entre unos pocos personajes. Es decir, la ambiciosa relectura de los traumas americanos –como los conflictos raciales y la Guerra Fría– deviene en una sofisticada trama de teleserie. Y todos sabemos cómo suelen terminar las teleseries.
Esto produce una extraña paradoja: a medida que la serie se acerca a su desenlace y final de teleserie –o al menos eso parece–, el interés en lo que ocurrirá parece decaer y sin embargo los episodios son cada vez mejores. Por ejemplo, el episodio 6 es un excelente relato de iniciación del primer superhéroe, con los determinantes históricos perfectamente alineados para que el relato funcione y tenga un sentido mayor.
El episodio 8, por su lado, es derechamente una obra maestra. Y lo es porque nos permite conocer cabalmente a la protagonista de la serie –Angela, por cierto–, viajando en el tiempo en ambos sentidos, valiéndose de las características de un personaje que permite hacerlo. En otras palabras, no se trata de meros flashbacks o flashforwards, sino el intento de traspasar al espectador una forma distinta de experimentar el tiempo y, más valioso aún, de contarnos una historia.
Y ahí está el porqué de la paradoja. La historia general decae mientras que los capítulos mejoran por la sencilla razón de que la historia misma no es tan buena como la forma en que se nos cuenta, no tiene una densidad ni una amplitud que se equiparen con la inteligencia y flexibilidad con que se nos muestran y esconden los hechos que la conforman.
Por ello, el capítulo final –el noveno– resulta tan decepcionante, porque cuando todo queda de manifiesto y todo se resuelve, queda la sensación de apuro y de cierto vacío al mismo tiempo, de que se acabaron los trucos para recubrir un centro que no era muy interesante después de todo.
De todas formas, sigue siendo un inteligente despliegue de imaginación, construida sobre la imaginación de Moore y de Gibbons, y que de seguro parecía más pertinente cuando Trump gobernaba EE. UU con una reelección casi segura a la vista.
Acerca de
Título: Watchmen
Exhibición: Una temporada con nueve episodios (2019)
Creada por: Damon Lindelof
Exhibida originalmente por: HBO
Se puede ver en: HBO Max
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