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Sábado, 27 de Diciembre de 2025
[Interferencia América Latina]

China necesita a Chile, no al revés

Carel Fleming (desde Washington D.C.)

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José Antonio Kast.
José Antonio Kast.

El peligro para Kast será heredar los compromisos que tiene la derecha chilena con los servicios de inteligencia chinos que no son pocos. Los negocios y coimas entre el partido comunista chino y el gobierno de Sebastián Piñera fueron descarados y quedaron varios pendientes. Las coimas fueron pagadas por adelantado y los ministros chilenos poco cumplieron, entre ellos algunos que ya se juntaron con Kast y se ofrecen ahora para volver. Sin duda ahora China cobrará las deudas y con intereses, y todo bajo la mirada del nuevo embajador norteamericano que ya tiene los nombres y detalles en su escritorio.

China suele presentarse en el debate chileno como un socio indispensable, casi inevitable. La narrativa dominante insiste en que, sin el mercado chino, Chile perdería su principal ancla económica. Pero esa mirada es incompleta y, sobre todo, funcional a quienes prefieren negociar desde la sumisión y no desde la ventaja estratégica.

La realidad es más cruda y, al mismo tiempo, más favorable para Chile. Es China quien necesita con urgencia el cobre y el litio chilenos para sostener su transición energética, su industria eléctrica y su ambición de liderazgo tecnológico global. Sin esos minerales, el relato del “gigante verde” chino se vuelve frágil.

La economía china está entrando en una fase en la que la electrificación ya no es una promesa, sino una obligación estructural. Vehículos eléctricos, redes inteligentes, baterías, almacenamiento energético y defensa tecnológica dependen de un suministro estable de minerales críticos. Y ahí Chile no es un actor secundario, sino una pieza central.

El cobre chileno no tiene sustituto inmediato en volumen, calidad y estabilidad institucional. El litio, por su parte, se ha convertido en el cuello de botella de la economía eléctrica global. China puede diversificar proveedores, pero no puede prescindir de Chile sin asumir costos estratégicos enormes.

El peligro para Kast será heredar los compromisos que tiene la derecha chilena con los servicios de inteligencia chinos que no son pocos. Los negocios y coimas entre el partido comunista chino y el gobierno de Sebastián Piñera fueron descarados y quedaron varios pendientes. Las coimas fueron pagadas por adelantado y los ministros chilenos poco cumplieron, entre ellos algunos que ya se juntaron con Kast y se ofrecen ahora para volver. Sin duda ahora China cobrará las deudas y con intereses, y todo bajo la mirada del nuevo embajador norteamericano que ya tiene los nombres y detalles en su escritorio.

Sin embargo, Chile ha actuado históricamente como si fuera el socio débil. Ha ofrecido recursos estratégicos como commodities sin relato político, sin exigencias tecnológicas y sin condiciones de largo plazo. Esa es una decisión política, no una fatalidad económica.

La llegada del nuevo presidente electo, José Antonio Kast, abre un escenario aún más delicado. Su discurso promete alineamiento total con Estados Unidos, mientras al mismo tiempo asegura tranquilidad a China. Satisfacer a ambos no es una política exterior: es una forma de administrar intereses ajenos.

El peligro para Kast será heredar los compromisos que tiene la derecha chilena con los servicios de inteligencia chinos que no son pocos. Los negocios y coimas entre el partido comunista chino y el gobierno de Sebastián Piñera fueron descarados y quedaron varios pendientes. Las coimas fueron pagadas por adelantado y los ministros chilenos poco cumplieron, entre ellos algunos que ya se juntaron con Kast y se ofrecen ahora para volver. Sin duda ahora China cobrará las deudas y con intereses, y todo bajo la mirada del nuevo embajador norteamericano que ya tiene los nombres y detalles en su escritorio.

Estados Unidos aún recuerda los repetidos engaños de Piñera y sus ministros a los diplomáticos norteamericanos sobre la cuestionada visita a China con empresarios y ministros que, a pesar de las advertencias del entonces secretario de Estado, Mike Pompeo, viajaron con una gran delegación que incluía hasta los hijos de Piñera que resultaron beneficiados con millonarios contratos. Semanas después, un miembro del gabinete de Piñera que participó en el viaje confesó en Washington ante el Consejo de Seguridad, todos los detalles y nombres de la corrupta gira a China incluyendo negocios, que no eran para el bien de Chile, sino para el bolsillo del presidente y su gabinete y explicó, frente a los asombrados agentes norteamericanos, sobre los porcentajes de las coimas pactadas.

Kast negociará en el vacío, en un país donde las grandes decisiones económicas han estado históricamente influenciadas por grupos empresariales que no operan como actores nacionales, sino como intermediarios globales. Entre ellos, la familia Luksic ocupa un lugar central en la relación con China.

El problema no es la existencia de grandes grupos económicos, sino que el Estado chileno renuncie a ejercer soberanía estratégica frente a ellos. Cuando los intereses privados se confunden con la política exterior, el país deja de negociar como Estado y pasa a comportarse como proveedor obediente.

Estados Unidos observa con atención. China también. Ambos saben que Chile tiene una carta poderosa en la mesa, pero también saben que rara vez la juega. Esa debilidad no es económica, es política y cultural.

Donald Trump pedirá que Kast elija entre Washington y Beijing. Pero Chile debe entender que su valor reside precisamente en que ambos lo necesitan. Esa posición permite exigir transferencia tecnológica, industrialización local, cadenas de valor internas y acuerdos que vayan más allá de la simple exportación de materias primas.

Negociar desde la ventaja no es ideología, es realismo. China no dejará de comprar cobre chileno por una declaración política. Pero Estados Unidos no dudará en sancionar a los empresarios y políticos que se vendan en China. La inexperiencia de Kast hará que tome decisiones con miedo, que sin duda es una mala brújula para la política exterior. China y EE. UU. saben que los enemigos de Kast serán de su propia coalición. Todos quieren negocios y poder.

El nuevo gobierno tiene una oportunidad histórica: dejar de actuar como administrador de intereses empresariales y comenzar a comportarse como conductor estratégico del Estado. Eso implica incomodar, tensionar y renegociar.

Chile no es un país pobre en recursos ni irrelevante en el tablero global. Es un país rico que ha sido convencido de actuar como si no lo fuera. China lo sabe. Estados Unidos lo sabe. La pregunta es si el próximo presidente también lo entiende.

Porque al final del día, no es Chile quien necesita desesperadamente a China. Es China quien necesita que Chile siga creyendo lo contrario.



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