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Jueves, 7 de Agosto de 2025
[Voces lectoras]

Tras los pasos del superagente de Stalin en Chile

Dauno Tótoro Taulis

Iósif Grigulévich, el Hombre de Stalin en América Latina (Ceibo Ediciones)

Iósif Grigulévich, el Hombre de Stalin en América Latina (Ceibo Ediciones)
Iósif Grigulévich, el Hombre de Stalin en América Latina (Ceibo Ediciones)

"En el libro Iósif Grigulévich, el Hombre de Stalin en América Latina, que es el primero de tres tomos, se cuenta la apasionante y documentada historia del superagente del NKVD, Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos de la Unión Soviética antecesor del KGB, que fuera el principal artífice y responsable de la construcción de la red de espionaje soviética y su estructura dedicada tanto a la cacería de nazis como a la y de los ‘enemigos del Partido’ en Latinoamérica, desde México hasta Chile".

En el libro Iósif Grigulévich, el Hombre de Stalin en América Latina, que es el primero de tres tomos, se cuenta la apasionante y documentada historia del superagente del NKVD, Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos de la Unión Soviética antecesor del KGB, que fuera el principal artífice y responsable de la construcción de la red de espionaje soviética y su estructura dedicada tanto a la cacería de nazis como a la y de los ‘enemigos del Partido’ en Latinoamérica, desde México hasta Chile.

Operaciones de sabotaje contra los barcos cargados de salitre chileno con destino a la España fascista y luego a la Alemania nazi, ataques incendiarios a empresas y oficinas comerciales alemanas en las capitales latinoamericanas, asesinatos selectivos, infiltraciones y espionaje eran algunas de las acciones ejecutadas por el “frente invisible” organizado por Grigulévich, de alias Arthur, y su mano derecha en Latinoamérica, Leopoldo Arenal, alias Alexander.

Ambos, Arthur y Alexander, llegaron a Argentina y luego a Chile tras su fallido asalto a la casa de León Trotski en México. Con ellos escaparon también el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, Luis Arenal y Antonio Pujol. Para poder salir de México, el cónsul general de la Embajada de Chile en México, Pablo Neruda, expidió visas de emergencia a los miembros del comando que había atentado contra el bolchevique por órdenes de Stalin. Grigulévich, quien se quedó algunos meses más en México, escondido en un sanatario psiquiátrico, pudo escapar después con pasaporte chileno extendido por el nuevo cónsul, Luis Enrique Délano. Ya en Argentina, el equipo de agentes y conspiradores consiguió su ingreso legal a Chile, con identidades falsas, gracias al apoyo de la funcionaria de la embajada chilena en Buenos Aires, Marta Brunet.

A lo largo del continente, el NKVD y el Comintern, bajo el mando de Grigulévich, organizó “frentes invisibles” para entrenar a los quintacolumnistas nazi y fascistas. Estos “frentes” estaban integrados por españoles, italianos y franceses exiliados producto de la derrota de la República en España, el ascenso del fascismo en Italia y la ocupación Alemania en Francia, pero también por militantes comunistas de los partidos locales. En Chile destacaban en estas misiones Manuel del Villar Zarco (Luis), Víctor Corvalán Pereira (Jaime), el venezolano Eduardo Pecchio (Marqués), Christian Casanova Subercaseaux, el costarricense Joaquín Gutiérrez (Poeta), Carlos del Villar Zarco (Pantoja), el francés Clément Durot Boutry, el alemán Gerhard Fischer, el italiano Manuel Solimano.

Pero también se pusieron bajo las órdenes de Grigulévich, y por tanto del NKVD y del Comintern, personajes de alta connotación política nacional, entre ellos el futuro rector de la Universidad Técnica del Estado Enrique Kirberg, el comisario de Control y Cuadros del PC chileno Galo González, el director de El Siglo y futuro Secretario General del PC Luis Corvalán, los senadores Salvador Ocampo y Amador Pairoa.

Como queda en evidencia en este libro, la llamada Guerra Fría no se inició de la noche a la mañana al término de la Segunda Guerra Mundial. El estallido de variable y creciente intensidad no tuvo como primer acto ni escenario de apertura las devastadas calles de un Berlín dividido en sectores. Por tratarse de una pugna ideológica de conquista tanto territorial como de voluntades, su génesis data del primer cuarto del siglo veinte. Las trincheras en las que se libraron las batallas casi invisibles para el amplio público se extendieron sobre buena parte del planeta. América Latina no fue la excepción. Los combatientes de dicha conflagración, previa a la derrota nazifascista -que hoy se nos aparece no tan definitiva como suponíamos- eran, las más de las veces, conspicuos agentes vestidos de civil amparados tras fachadas diplomáticas, agencias periodísticas y misiones comerciales, pero no por ello eran sus misiones menos letales o sangrientas. Ya para fines de la década de 1930, las redes de espionaje, sabotaje y eliminación tejidas por los bandos en disputa se habían infiltrado ya en las capitales de los países latinoamericanos.

Iósif Grigulévich, el Hombre de Stalin en América Latina

Portada de Iósif Grigulévich, el Hombre de Stalin en América Latina (Ceibo Ediciones).
Portada de Iósif Grigulévich, el Hombre de Stalin en América Latina (Ceibo Ediciones).

La maniquea y simplista narrativa histórica que ha predominado durante un siglo nos presenta la constitución de una alianza política, militar y ética entre socios tan dispares como fueron Gran Bretaña, los Estados Unidos y la Unión Soviética con la finalidad común de defender los valores humanistas, salvaguardar la soberanía de los pueblos y rescatar al mundo de las oscuras fuerzas aglutinadas por Alemania, Italia y Japón.

Poco se dice o se conoce fuera de los círculos más informados, que las ideas que sustentaban al Eje contaron con abierta simpatía y apoyo en Latinoamérica donde, a modo de ejemplo, se llevaron a cabo multitudinarios actos autorizados en apoyo al Führer –como los hubo en Buenos Aires-, o se mantuvieron más que amistosas relaciones diplomáticas y comerciales entre gobiernos de Sudamérica –como el chileno- y el Reich, hasta bien avanzada la guerra.

 Tampoco se habla acerca de las intenciones de cada parte para lanzarse al caldero del conflicto mundial, de las motivaciones profundas y de la fragilidad de las alianzas constituidas: las ambiciones financieras y comerciales, la defensa del predominio colonial, los pactos secretos y las traiciones flagrantes entre las fuerzas, tanto aliadas como en pugna; una sangría bestial en el Frente Oriental que no dejaba de convenir a británicos y norteamericanos en la medida que significaba el deterioro y la fatiga fatal tanto de Alemania como de la Unión Soviética; el desembarco en Normandía y el avance del Ejército Rojo como puntos de arranque de una carrera hacia un centro en el que habría de establecerse la nueva frontera entre Oriente y Occidente, carrera que Churchill propuso continuar con su Plan Impensable[1].

Pero antes, años antes de la blitzkrieg, de los desembarcos anfibios, de los bombardeos a mansalva, de los campos de exterminio y de las decenas de millones de vidas segadas, la guerra de espías estaba ya desatada.

[1] Operation Unthinkable: una ofensiva masiva planeada (y jamás ejecutada) por Churchill para el día 1° de julio de 1945 contra el Ejército Rojo por parte de una alianza militar de las fuerzas británicas, norteamericanas, polacas y los poderosos remanentes de las tropas alemanas, con el fin de empujar a los soviéticos de regreso a sus estepas, derrocar a Stalin y garantizar el dominio anglosajón sobre el continente europeo.

Dauno Tótoro Taulis
Ceibo Ediciones

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