Las elecciones de noviembre abren un escenario en el que se definirán las fuerzas en el Congreso y en La Moneda. La distribución de escaños determinará si la agenda de avances y cambios sociales podrá sostenerse o si se orientará hacia posiciones más conservadoras.
Las proyecciones electorales recientes muestran un escenario competitivo, con ventajas parciales para la oposición en distintos distritos. Hoy, la atención se dirige hacia los distritos en disputa, que muestran cómo un cambio local puede incidir en el escenario nacional.
A partir de los resultados de la elección de concejales 2024, y aplicando el método D’Hondt sobre la configuración actual de las listas parlamentarias, se identificaron los distritos en disputa; es decir, aquellos en los cuales una leve variación —unos pocos miles de votos— podría alterar la brecha proyectada entre oficialismo y oposición. Para cada uno de los 28 distritos se calculó la diferencia entre el último escaño adjudicado y el primer escaño sin adjudicar, clasificando cuatro niveles de competitividad: muy competitivo, margen medio, margen cómodo y margen seguro.
Con esos datos se construyeron tres escenarios posibles: un escenario pesimista, en el cual el oficialismo perdería el último escaño adjudicado frente a la oposición en los distritos muy competitivos y de margen medio, ampliando así la brecha parlamentaria proyectada; un escenario moderado, donde el oficialismo revierte distritos muy competitivos y de margen medio donde la oposición tiene el último escaño adjudicado y el oficialismo el primero sin adjudicar, reduciendo parcialmente la brecha proyectada; y un escenario agresivo, en el que el oficialismo logra arrebatar el último escaño adjudicado a la oposición en distritos muy competitivos, de margen medio e incluso de margen cómodo, reduciendo aún más la brecha proyectada.
El ejercicio permite identificar seis distritos donde la elección de un escaño se definirá por márgenes estrechos. En ellos, pequeñas variaciones pueden alterar la correlación parlamentaria. La irrupción de nuevos actores, la competencia interna y externa, el despliegue territorial y las estrategias comunicacionales serán factores decisivos en un escenario de competencia estrecha. Los distritos 3 (Antofagasta), 5 (Coquimbo), 8 (Maipú, Estación Central, Pudahuel, Quilicura y otras comunas del poniente), 10 (Santiago, Macul, San Joaquín, Providencia y Ñuñoa), 12 (La Florida, La Pintana, Pirque, San José de Maipo y Puente Alto), 20 (el Gran Concepción y sus alrededores) y 26 (Puerto Montt y la provincia de Chiloé) concentran las contiendas más abiertas, con diferencias menores al 3 %. Son los verdaderos distritos decisivos del proceso electoral.
Las proyecciones realizadas indican que el bloque oficialista obtendría 71 diputados y 22 senadores. En un escenario pesimista, los escaños en la Cámara Baja se reducirían a 65; el moderado los eleva a 75, y el agresivo —asociado al efecto de un crecimiento nacional de la candidatura de Jeannette Jara— podría llevarlos a 77. Reducir las brechas en cinco distritos —3, 8, 12, 20 y 26— bastaría para reconfigurar la correlación parlamentaria.
Para la oposición, las proyecciones indican 84 diputados y 27 senadores; aunque este resultado dependerá del desempeño de las candidaturas presidenciales de José Antonio Kast, Evelyn Matthei y Johannes Kaiser, además dela coordinación territorial de sus partidos. En un escenario pesimista, la oposición descendería a 77 escaños; en el moderado se situaría en torno a 79, mientras que en el escenario agresivo —asociado a un crecimiento nacional de las candidaturas de Kast, Matthei y Kaiser— podría llegar a 90 diputados, consolidando una mayoría parlamentaria con capacidad de condicionar la agenda del próximo gobierno.
Del análisis se desprende que el margen de variación para el oficialismo se encuentra entre 65 y 75 escaños, con una base proyectada de 71; en tanto, para la oposición, la variación oscila entre 77 y 90 diputados electos, con una proyección central de 84 escaños. Lo anterior da cuenta de que nada está cerrado: lo que ocurra dependerá de la capacidad de articular las estrategias nacionales y distritales.
De las conclusiones del análisis emergen tres líneas de acción indispensables. Primero, coordinación electoral basada en evidencia: los distritos 3, 8, 12, 20 y 26 concentran el mayor potencial de reversión para el oficialismo; allí debe centrarse la articulación entre partidos, comandos locales y campañas parlamentarias. Al mismo tiempo, los distritos 4, 5, 9, 10, 17 y 18, clasificados como muy competitivos o de margen medio, requieren un reforzamiento político y territorial, de parte del oficialismo, pues la oposición podría arrebatar el último escaño si no hay coordinación efectiva y un trabajo sostenido en terreno.
Segundo, reorientar recursos y mensajes: la disputa parlamentaria no se resolverá en las redes ni en el debate televisivo, sino en la capacidad de reconectar con las preocupaciones concretas de los votantes. Seguridad, empleo, cuidados, transporte y acceso a servicios de calidad deben transformarse en ejes de comunicación coherentes con el programa de gobierno.
Y tercero, integrar las candidaturas presidenciales con el trabajo parlamentario: el efecto de arrastre dependerá del grado de coherencia entre relato, despliegue territorial y estructura organizativa. En los distritos más competitivos, la articulación entre ambos niveles de campaña podría influir en el desempeño de las candidaturas parlamentarias.
En definitiva, la correlación parlamentaria sigue abierta. Las proyecciones reflejan márgenes de incertidumbre que podrían modificarse según la evolución de las campañas, la coordinación territorial y las estrategias comunicacionales adoptadas en las próximas semanas.
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