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Viernes, 13 de Junio de 2025
[Sábados de streaming - Documentales]

Waco, el apocalipsis texano: fue el Estado (esta vez)

Juan Pablo Vilches

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Waco, American Apocalypse (2023)
Waco, American Apocalypse (2023)

El post-mortem del asedio del FBI al reducto de las secta davidiana en 1993 es sumamente minucioso al contar y mostrar lo que pasó, en los planos humano y procedimental. En el plano político todo es más opaco; y es una pena, pues las responsabilidades están ahí.

El 19 de abril de 1995 se produjo un atentado explosivo en Oklahoma City que mató a 168 personas. Sus autores eran supremacistas blancos y enemigos del gobierno, quienes eligieron esa fecha para el ataque como conmemoración de otra tragedia: la ocurrida en Waco, Texas, con la muerte de 80 cultores pertenecientes a la secta davidiana en 1993.

Visto así, el atentado de Tim McVeigh y Terry Nichols fue una represalia contra el Estado por lo ocurrido en el Centro Monte Carmelo en Waco, y un gran aporte del documental que nos ocupa es un examen muy minucioso respecto de lo que el propio Estado (el federal, no el de Texas) hizo y dejó de hacer para evitar esta tragedia que está por cumplir tres décadas. Es decir, lo que tenemos ante nuestros ojos es algo parecido a un post-mortem.

Un primer aspecto (gratamente) sorpresivo de este documental es que no se centra en la secta ni en su líder, David Koresh. Nunca se toman la molestia de decir su verdadero nombre ni tampoco resaltar lo excepcional que pudo o no pudo ser. Tampoco se solaza con el morbo ni el desdén hacia sus seguidores por haberlo seguido, ni cierra el relato con una advertencia acerca del peligro de las sectas. Esas historias ya se han contado, muchas veces. Y todas se parecen.

En vez de satanizar a un fanático o aleccionar a los espectadores, lo que se pretende juzgar es la labor del Estado federal, en especial la de su brazo musculoso y supuestamente inteligente que es el FBI.

Acá se decidió otra cosa: seguir el asedio de 51 días en estricto orden cronológico desde la incautación frustrada de armas del 28 de febrero de 1993 hasta el fatal incendio del 19 de abril. En vez de satanizar a un fanático o aleccionar a los espectadores, lo que se pretende juzgar es la labor del Estado federal, en especial la de su brazo musculoso y supuestamente inteligente que es el FBI.

¿Y cómo lo hace? Con testimonios, de agentes del FBI, de la oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF) que realizó la primera redada, de sobrevivientes de la secta, de sus familiares y de periodistas. Los entrevistados son muchos, dispuestos en un entorno sobrio y ligeramente opaco para que nada nos distraiga de sus gestos y sus palabras.

Estas últimas son tan precisas que no es necesaria la narración en off: todo ese trabajo se lo llevan las evocaciones de esta diversidad de personas, hilvanadas para que el relato avance cuando los relatos coinciden y para que el espectador ponga las cosas en pausa cuando no. Las discrepancias no son tantas, pero son dramáticas y muchas de ellas aún sin respuesta. Por ejemplo: ¿quién prendió fuego a las instalaciones de la secta el 19 de abril? ¿Los sectarios o el FBI? Si hacemos caso al documental, probablemente no lo sabremos nunca.

El otro gran activo de esta serie son las filmaciones inéditas sobre la vida en la secta, con foco en Koresh, más el material televisivo que filmó en directo la redada fallida que inició todo, el incendio final y algunos hechos incomprensibles y absurdos propiciados por el propio FBI. Como la infame escena de un tanque aplastando un auto de los sectarios; sin provocación y minutos después de que una de ellos saliera del complejo y se entregara a las autoridades tras una negociación de Koresh con el FBI. 

Los testimonios explican bastante bien algunas de estas incongruencias. Por una parte, dentro del FBI había dos equipos completamente distintos y operando en paralelo: los negociadores, cuya misión era lograr que los cultores salieran de a poco de Monte Carmelo, y el equipo de rescate, dedicado a planificar la forma más expedita de entrar, rescatar a quien se pueda y matar a los demás. Por otra parte, la ATF estaba empeñada en castigar a todos los cultores por la muerte de cuatro agentes el 28 de febrero, mientras que Koresh, bueno… creía que dios le hablaba.

Había una cabeza por sobre las “dos almas” del FBI, un agente especial llamado Jeff Jamar, quien es mencionado en el documental pero que no dio su testimonio. Solo él conoce la raíz de las incongruencias denunciadas por el documental (como la del tanque y varias más), y sólo él sabe quiénes le metieron presión para acelerar el desenlace y remover al negociador que había obtenido resultados. Sin embargo, el documental es tan apegado a los hechos y a los testimonios, que su denuncia llega hasta ahí, hasta un Jamar ausente, habiendo una cadena de mando que suele terminar en la Casa Blanca.

La estructura férreamente cronológica del relato permite estas digresiones, y también permite profundizar en los dramas humanos causados por el asedio. Esto es posible porque los testigos escogidos son, antes que todo, personas bastante inteligentes y asertivas respecto de la situación y de sus emociones de entonces y de las de ahora, desafiando algunas de ellas los estereotipos que se suele tener respecto de las personas de fe y de las gente de armas.

Las pausas visuales entre testimonios se llenan con reconstrucciones digitales del Centro Monte Carmelo y simulaciones también digitales de tomas de helicópteros, propias de los filmes y documentales de guerra, pues eso es básicamente lo que se produjo ahí. 

El otro gran activo de esta serie son las filmaciones inéditas sobre la vida en la secta, con foco en Koresh, más el material televisivo que filmó en directo la redada fallida que inició todo, el incendio final y algunos hechos incomprensibles y absurdos propiciados por el propio FBI.

El hecho de que esta fuera la escaramuza armada más larga en suelo estadounidense desde la Guerra de Secesión, ciertamente que concitó el interés de la prensa, de los partidarios (entre ellos Tim McVeigh) y de los curiosos, desatándose un carnaval estridente y que no hizo más que aumentar la presión y la temperatura en una olla que ya estaba ebullendo. Hasta que explotó.

El sentido de oportunidad de este documental se debe principalmente a que pronto se cumplirán tres décadas de la masacre, pero es difícil sustraerse de las formas de fanatismo religioso y político que están tomándose la arena pública de EE. UU., incluido el Capitolio.

Lo peor es que en teoría hay un Estado racional y competente para lidiar con ese fenómeno, pero lo que el documental nos muestra sobre su actuar en Waco, indica que los ultraderechistas que desconfían del Estado tienen muy buenas razones para hacerlo. Y esa honestidad, en estos tiempos y con estos riesgos, es una gran virtud.

 

Acerca de…

Título original: Waco, American Apocalypse (2023)
Nacionalidad: EE. UU.
Dirigido por: Tiller Russell
Duración: Tres episodios de 45 a 50 minutos aprox.
Se puede ver en: Netflix

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