La obsesión por la Tercera Guerra Mundial partió al mismo instante en que Japón se rindió ante Estados Unidos, cuando el emperador Hirohito la anunció por radio el 15 de agosto de 1945, poniendo así fin a la Segunda Guerra Mundial, que duró seis años y costó la vida de unas 50 millones de personas, y cuyo último acto fue la firma de la rendición japonesa a bordo del USS Missouri el 2 de septiembre del mismo año.
Después de todo, para muchos historiadores, la Segunda Guerra Mundial (WWII, por sus siglas en inglés) no fue otra cosa que la continuación de la Primera Guerra Mundial (WWI, transcurrida entre 1914 y 1918), cuyo resultado y condiciones de orden de postguerra fueron causas directas de la brevedad de la paz; tan solo 21 años, entre 1918 y 1939.
Las conferencias de Postdam y Yalta (1945) recogieron algunas duras lecciones que dejó el históricamente cuestionado Tratado de Versalles (1918), el que puso fin a la WWI, con el propósito de diseñar un orden mundial más estable y una paz más duradera. Eso, sumado a la tecnología bélica nuclear -que puso de rodillas a Japón, y que empató la capacidad destructiva de Estados Unidos y la Unión Soviética-, evitaron una más o menos inmediata nueva guerra mundial (WWIII) entre las nuevas ‘superpotencias’, como se les llamó a estos países.
Sin embargo, la paz estuvo lejos de caracterizar al siglo 20 posterior a 1945, e innumerables guerras a escala regional sacudieron los continentes, enfrentando de manera indirecta, pero intensa, a estadounidenses y soviéticos, quienes tuvieron la prudencia de nunca iniciar hostilidades directas y tener línea libre de comunicación entre sus líderes
Sin embargo, la paz estuvo lejos de caracterizar al siglo 20 posterior a 1945, e innumerables guerras a escala regional sacudieron los continentes, enfrentando de manera indirecta, pero intensa, a estadounidenses y soviéticos, quienes tuvieron la prudencia de nunca iniciar hostilidades directas y tener línea libre de comunicación entre sus líderes, a través de lo que se conoció como ‘el teléfono rojo’. Eso fue algo que se llamó la Guerra Fría, y duró entre 1945 y 1991, cuyo fin corresponde al derrumbe de la Unión Soviética.
Así y todo, en 1962 se produjo la llamada Crisis de los Misiles, en la cual estuvo a punto de estallar la guerra nuclear, dado el desarrollo de la tecnología misilística, que permitía a las superpotencias amenazarse más directamente, y que había hecho de Turquía y Cuba, lugares ideales para establecer plataformas de lanzamiento. Nikita Krushev respondió a la instalación de estos nuevos misiles estadounidenses en Turquía, enviando los propios a su aliado, Cuba. Mientras las naves rusas avanzaban hacia el Caribe, John Kennedy amenazaba con desatar la WWIII si es que los misiles soviéticos llegaban a territorio cubano. Al final, Krushev cedió, cuando entendió que las amenazas del presidente estadounidense no parecían un bluf, y se iniciaron conversaciones acerca de limitar el desarrollo militar nuclear.
¿Por qué este largo preámbulo histórico?
Pues la semana que pasó se caracterizó por un incremento notable de la retórica belicista, a propósito de la Guerra en Ucrania, y cada vez son más quienes se preguntan si es que estamos cerca de poner fin al largo periodo de ‘entreguerras’ mundiales. Es decir, si estamos cerca de la WWIII.
Durante toda la cobertura de la Guerra en Ucrania, me inclinado a pensar que ésta inicia más bien una Segunda Guerra Fría, que marca el fin del periodo postsoviético o de hegemonía de Estados Unidos, que se inició con la década de los 90, y que podría estar acabando por estos años, si Rusia y China, prevalecen en el orden mundial posterior a la guerra ucraniana.
Sin embargo, la lectura del libro 1914, de la paz a la guerra, de Margaret MacMillan, me dejó inquieto. En el libro -escrito una década atrás, y un siglo después del inicio de la WWI- se muestra cómo, de manera sostenida, los dichos, los hechos, las mentalidades y las personalidades de los líderes, van arrastrando a Europa a la guerra, y cerrando los caminos alternativa de paz. No hay nada que se le parezca a un sino trágico, sino es más bien la concatenación de retóricas y acciones que cobran dinámicas e inercias, que después se hacen imparables.
El parecido con la actual Guerra en Ucrania me parece notable, en especial ahora en que los distintos países de la OTAN salieron al ruedo a decir si es que permitían o no usar sus armas para atacar territorio ruso, y si estaban abiertos a enviar instructores y tropa.
Al respecto, se conoció que Joe Biden, el presidente de Estados Unidos, autorizó el uso de armas estadounidenses en territorio ruso, solo para el caso de la defensa de Járkov
Al respecto, se conoció que Joe Biden, el presidente de Estados Unidos, autorizó el uso de armas estadounidenses en territorio ruso, solo para el caso de la defensa de Járkov. El artículo que lo reveló es de Erin Blanco, Alexander Ward y Lara Seligman, en Politico; Biden secretamente dio permiso a Ucrania para atacar con armas estadounidenses dentro de Rusia. Así lo confirmó David E. Sanery y Edward Wong en The New York Times, en Bajo presión, Biden permite que Ucrania utilice armas estadounidenses para atacar dentro de Rusia, en un artículo en el que el periódico reporta como el hecho como inédito, por tratarse de la primera operación militar estadounidense sobre un rival que es potencia nuclear.
Emmanuel Macron por su parte, se pronunció por permitir el uso de armas occidentales contra territorio ruso, y habría permitido ya el envío de instructores franceses a territorio ucraniano, para entrenar tropa, pero, todo indica que se trata de personal capaz de operar, mantener y reparar el armamento occidental, algo que tarda años de capacitación.
Un poco más ambigua es la posición de Alemania, país que ha insistido en no permitir el uso de misiles Taurus contra Rusia, pero que, según Šejla Ahmatovic y Jürgen Klöjner de Politico, Berlín se sumó a la decisión de Biden, permitiendo el uso de armas alemanas (sin especificar cuáles) en territorio ruso, solo para la defensa de Járkov. Este es el artículo donde eso se afirma: Alemania permite a Ucrania golpear con armas alemanas objetivos dentro de Rusia.
En cuanto a los F-16, Dinamarca, uno de los países que los transferirá a Ucrania, autorizó su uso en territorio ruso, mientras que Bélgica no.
Y así, uno a uno, los países se fueron alineando en su disposición a escalar el conflicto, destacándose la reticencia de Italia, Hungría y Eslovaquia.
En la sumatoria, no parece que esto sea una amenaza inminente a Rusia, en la que se vea obligada a responder militarmente, sino más bien una forma de los distintos países europeos de enseñar los dientes y preparar a sus poblaciones para un periodo de conflicto agudo con Rusia, en el mediano plazo, el que puede tomar la forma de una guerra regional, si no se emplean armas nucleares… o mundial, si es que se usan.
Al respecto, la doctrina rusa dice que se emplearán armas nucleares si es que hay alguna amenaza existencial para Rusia, y Vladimir Putin, ha insistido en que un enfrentamiento directo con potencias de la OTAN, lo es.
El punto es conocer cuál es la verdadera ‘línea roja’ del Kremlin, lo que no es tarea fácil, pues son muchas las veces que se han traspasado ‘líneas rojas’ que luego resultaron ser ‘naranjas’, en una actitud que algunos califican de prudente y otros de débil, por parte de Rusia. País que ha mantenido la guerra estrictamente en Ucrania hasta el momento.
Ahora que el presidente ruso asumió un nuevo mandato, algunos sospecharon que la salida de Nikolái Pátrushev como secretario del Consejo de Seguridad, reemplazado por Serguéi Shoigú, era una forma de guardar cartas nucleares, pero pronto se desengañaron, pues el nuevo gobierno de Putin no tardó en realizar ejercicios militares para el despliegue de armas nucleares tácticas, esto es, bombas más pequeñas y capaces de focalizar su potencial destructivo.
Esto, en respuesta a la partida de F-16 que pronto llegarán a Ucrania, los cuales se consideran un arma con potencial nuclear, pues estos aviones son capaces de portar y lanzar este tipo de armamento.
"Por mucho que los jubilados de la OTAN hablen de que Rusia nunca utilizará armas nucleares no estratégicas contra la antigua Ucrania, y más aún en los países individuales de la OTAN, la vida es mucho peor que su frívolo razonamiento”, dijo por su parte el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dimitri Medvedev.
Así y todo, de momento, pareciera que Rusia atacará blancos de la OTAN solo mientras estén en territorio ucraniano o ruso, y no tocará sus retaguardias en los países bálticos, Finlandia, Polonia, Rumania o Francia, pues confía en sus capacidades para poner fin a la guerra, sin necesidad de escalarla en Europa ¿pero qué pasará si se invierte la dinámica de la guerra y los ucranianos pasan a la ofensiva de la mano de militares de la OTAN?
Todo esto recuerda a que fueron muchos los europeos que se sorprendieron en 1914 con que el asesinato del Archiduque Francisco Fernando del Imperio Austrohúngaro fuera un casus belli de guerra contra Serbia, y que ésta desatara un infierno con 10 millones de muertos, pues confiaban que ladrar no es morder y morder no es matar.
Si bien es cierto que la retórica bélica occidental y su eventual acción parecen estar diseñados para evitar el colapso ucranianao en el frente y así negociar una paz que no sea una rendición, para muchos jugar con el fuego prometéico nuclear es una idea peligrosa, y todavía más si es que se considera que ni siquiera existe ahora un 'teléfono rojo' al cual llamar.
De algún modo, todo esto recuerda a que fueron muchos los europeos que se sorprendieron en 1914 con que el asesinato del Archiduque Francisco Fernando del Imperio Austrohúngaro fuera un casus belli de guerra contra Serbia, y que ésta desatara un infierno con 10 millones de muertos, pues confiaban que ladrar no es morder y morder no es matar.
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