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Sábado, 9 de Agosto de 2025
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Por Andrés Almeida,
Editor General de Interferencia

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DE LA REUNIÓN DE LOS BRICS A LA ASAMBLEA GENERAL DE LA ONU, Y UNA PASADA POR VLADIVOSTOCK

Las relaciones internacionales podrían analizarse conforme lo que pasa entre las diversas y variadas reuniones y asambleas que los estados se dan para encontrarse, dar señales y discutir. La anterior, fue la reunión de los BRICS, donde la instancia del Sur Global creció en seis miembros, mientras que la actual es la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde se ha discutido una variopinta cantidad de temas. 

De tal modo, los periódicos y noticiarios se enfocan recientemente en lo que está pasando en Nueva York, donde los líderes de todos los estados reconocidos por la ONU se dan cita para intentar marcar puntos de inflexión y realizar gestos que muestren y connoten fuerzas y alianzas, tanto a nivel mundial, para los países grandes o envueltos en conflictos determinantes, como a nivel regional, e incluso en el nivel nacional, como pasa muy a menudo con líderes que dan discursos más pensados para el consumo doméstico, lo que tiene un correlato con la sala de conferencia muchas veces casi vacía.. 

Con todo, rara vez pasa que en esta Asamblea llega a grandes determinaciones, más allá de las simbólicas, pues la única instancia de poder relevante asociada a la ONU es su Consejo de Seguridad, compuesto fundamentalmente por Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China -los ganadores de la Segunda Guerra Mundial-, siendo estos países los únicos con derecho a veto, en cuanto a las resoluciones del organismo.

También, cada cierto tiempo, vuelve a la discusión, justamente, acerca de la composición de ese Consejo de Seguridad, el que también está integrado por otros estados, de manera rotativa, y sin derecho a veto. Esta discusión -como pasa este año- se abre porque algunos países no están conformes con esta arquitectura, pues no representa el peso de los estados en las relaciones internacionales actuales, por lo que la presión es por ampliar el número de países con asiento permanente y con derecho a veto.

Se habla, así, de Brasil, Sudáfrica, India, Alemania y Japón, potencias regionales que darían cuenta de un nuevo orden mundial. Es decir, prácticamente, se trata de integrar a los BRICS originales a dicho Consejo, además de otras potencias más pro-occidentales, como Alemania y Japón (que son las potencias derrotadas en la Segunda Guerra Mundial).

Sin embargo, es muy difícil que el Consejo de Seguridad de la ONU se abra de ese modo. No solo porque no contaría con los votos de Estados Unidos, Francia ni Gran Bretaña, que verían cómo el Sur Global se mete en la mesa de los grandes, siendo ahora sus rivales geoestratégicos, sino porque todos los miembros -y eso incluye a China y Rusia- verían diluida su trascendencia, al integrar nuevos miembros. Además, con más miembros, solo se multiplican las posibilidades de mayores vetos, por lo que tampoco se ve que tenga mayor sentido práctico un cambio en este aspecto.

Al respecto, Estados Unidos solo concedió la posibilidad de aumentar el número de miembros permanentes, pero sin derecho a veto, mientras que Ucrania propuso sacar a Rusia de esa categoría. El primer acto, no deja contento a nadie, el segundo es solo prestidigitación, pues es imposible que Rusia vote contra sí misma, e incluso aliados de Ucrania, como Alemania, consideran que no es deseable una medida así.

De tal modo, todo el mundo sigue girando de manera más o menos indiferente a lo que pasa en Nueva York -la llamada capital mundial-, y el poder se expresa no en un orden legal internacional, sino conforme la fuerza política y militar. Como siempre ha sido.

Y, tal vez, el elemento más potente de lo anterior, en la actualidad, sucedió en otro punto muy distante a la ciudad estadounidense; en Vladivostock y otras partes del extremo este de Rusia, donde llegó un tren blindado con Kim Jong-un, el presidente de Corea del Norte, junto a una nutrida comitiva.

El primer destino fue Vladivostock, el mayor puerto ruso en el Pacífico, donde se celebraba el Foro Económico del Este, y donde estaba Vladimir Putin, el presidente ruso, quien se encontró con Kim, en una instalación aeoroespacial rusa. Luego, el tren de Kim recorrió buena parte del Este ruso, deteniéndose en Komsomolsk del Amur, donde hay una planta que desarrolla aviones de guerra, para finalmente volver a la costa rusa en el Pacífico para conocer instalaciones de la Armada del país anfitrión.

Por supuesto, el encuentro oficial de los líderes norcorenano y ruso desató toda clase de interpretaciones en Occidente. Estas iban desde que Putin se está quedando sin municiones para la Guerra de Ucrania y se ve en la necesidad de intercambiarlas a cualquier precio con Corea del Norte, hasta sofiticados análisis, en los que se echó a la balanza la tecnología militar y satelital rusa de punta (aunque muy pocos creen que los rusos vayan a soltar esos avances, medicinas, tecnología de mediana complejidad y alimentos rusos, y toda clase de pertrechos militares norcoreanos.

Por otro lado, los rusos interpretan la visita como un gesto a Pyongyang, con la mira en Seúl, pues es fuerte la presión de Estados Unidos a Corea del Sur para que cambie su legislación y permita la venta o reventa de armas sudcoreanas a países en conflicto, léase, a Ucrania. De tal modo, los rusos estarían haciendo ver a los sudcoreanos que una cooperación militar abierta entre rusos y norcoreanos, podría desbalancear los equilibrios de poder en el Pacífico Norte, la cual podría darse, en caso de ceder a las presiones occidentales. 

Se trata, entonces, de una situación potencialmente más grave incluso respecto de lo que pasa en el Este de Europa, pues esa zona de Asia es probablemente la más delicada desde la perspectiva militar, pues ahí está Taiwán y en esos mares confluyen las potencias nucleares de Rusia, China, Corea del Norte y Estados Unidos, con sus bases en Japón y Corea del Sur.

¿Qué opina China de todo esto?

Es difícil saberlo a ciencia cierta, y es difícil que se haya producido un acercamiento de tal magnitud entre sus vecinos del norte, sin que los chinos hayan estado medianamente de acuerdo. En esos días, al menos, Xi Jinping recibía con todos los honores a su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, otro líder al cual Occidente considera un paria. Algo que podría incomodar a Washington, aunque la relativa apertura política y -en especial- la de los pozos petroleros de Venezuela, hace que poco a poco se enfríe la animadversión occidental hacia Caracas.