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Jueves, 7 de Agosto de 2025
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Por Andrés Almeida,
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02/03/2025

Andrés Almeida
Por Andrés Almeida
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Buen día lectoras y lectores.

Este es el newsletter de análisis informativo exclusivo para suscriptores correspondiente al domingo 23 de febrero de 2025. Para ver en un navegador y compartir, pincha aquí.

Tenemos ya abierto nuestro tradicional sorteo de libros. En esta ocasión se trata de El Lenguaje del amor, de Achim Geisenhanslüke (Metales Pesados) y Nadie quiere morir al amanecer, la reedición de la premiada novela de Walter Garib (Marciano Ediciones). 

El concurso está abierto a todos los suscriptores vigentes, quienes para participar solo tienen que responder este correo e indicar el libro de su preferencia.

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[Ucrania, fin del juego] 

En un lapso de días, Donald Trump habló por teléfono con Vladimir Putin, luego Sergei Lavrov y Marco Rubio se juntaron a negociar en Arabia Saudí, y finalmente el presidente estadounidense -en varios rounds- calificó a Volodimir Zelenski de “comediante de éxito  modesto”, cuya mayor gracia fue manipular a Joe Biden para obtener dinero y “dictador”, por no celebrar elecciones, y justificó la exclusión de la mesa de negociaciones  del líder ucraniano, acusándolo de haber tenido tres años para negociar y no haberlo hecho.

En lo inmediato, el brutal descarte por parte de Trump de Zelenski, se debió a que el estadounidense se cansó del ucraniano cuando éste rechazó el ‘acuerdo’ mediante el cual -en la práctica- Estados Unidos impuso que el financiamiento de su esfuerzo militar sea a través de la apropiación de recursos estratégicos de Ucrania: tierras raras e hidrocarburos. 

Asimismo, Trump se molestó cuando Zelenski lo acusó de “vivir en la desinformación” y quiso ir a Arabia Saudí en la previa del encuentro Lavrov-Rubio, en un intento por dejar mal a los estadounidenses, cobrándoles la promesa de que no habrá ninguna solución “sin Ucrania”.

Así, Trump terminó sincerando que la “alianza” no es en términos paritarios, pues la supervivencia de Ucrania depende completamente de lo que haga Estados Unidos. "Lo he estado observando durante años y lo he visto negociar sin cartas. No tiene cartas y te cansas", diría Trump poco después sobre Zelenski.

Pero la decisión de fondo no es emocional. 

Una de las frases con que Trump descartó a Zelenski -que no ha sido muy destacada, en medio de la brutalidad de sus palabras- fue que el líder ucraniano arrastró a su país a “una guerra que no podía ganar”, lo que es la clave de todo el episodio.

Si bien Trump en los primeros días de su mandato intentó la estrategia de negociar “desde la fuerza” con Rusia, finalmente terminó percibiendo que la guerra estaba perdida para Ucrania y que lo único que puede hacer es no arrastrar completamente en la derrota a Estados Unidos. 

Así, ‘retornando la inversión’ en forma de tierras raras e hidrocarburos, al menos, el líder estadounidense podrá reclamar unas tablas con Rusia y poner la joroba del fracaso (y el esfuerzo de reconstrucción) en Ucrania y Europa. Esto, en un escenario en que Trump está decidido a recortar el gasto público y militar, para así aliviar la deuda y fortalecer el dólar frente a las amenazas políticas de su reemplazo como divisa.

Desde luego, la jugada tiene repercusiones históricas, pues marca un probable inicio del fin de la OTAN y -ciertamente- el fin de la comodidad europea, que había ‘tercerizado’ su seguridad en Estados Unidos, lo que le impondrá una carga financiera a los países de la UE que puede afectar gravemente su prosperidad y estabilidad. 

Algo que -a la vez- empujará a los europeos a buscar nuevamente los hidrocarburos rusos baratos, solo que esta vez con la cola entre las piernas. O bien, mantener su política anti-Putin, y ver cómo hacen para cuadrar una caja que implica incrementos exponenciales en el gasto militar con los precios de la energía por las nubes.

Es decir, se trata -si todo sigue su curso lógico- del fin del orden post-soviético, en el cual se están reconfigurando los equilibrios de poder en Eurasia, con Rusia victoriosa, pero también expectante respecto de cuál debe ser su postura futura frente a una China aliada y desafiada, unos Estados Unidos ya no abiertamente hostiles y una Europa en la que no confía y que probablemente termine renovando sus élites ante su monumental fracaso. 

De todos modos, todavía está por verse cuáles serán las ‘garantías’ de seguridad de Ucrania que Estados Unidos pedirá a Putin, las que pueden cerrar el camino a una paz inmediata, si no satisfacen las preocupaciones rusas por su seguridad (neutralidad, desmilitarización y desnazificación de Ucrania).

Pero, lo más probable es que todo termine en un acuerdo macro; una especie de Yalta 2.0, en el cual se definirá el fin de la expansión de la OTAN y la desmilitarización de las zonas fronterizas, a cambio de un acuerdo de paz general que sincere el resultado militar de la guerra y a la vez tranquilice a Europa respecto de un supuesto imperialismo ruso redivivo, más allá de Ucrania.

 

[¿Qué es lo que no acepta Boric?]

En este escenario, es muy desconcertante la posición de Chile, cuyo presidente, Gabriel Boric twitteó; “Un país invade el territorio soberano de su país. Usted (con su pueblo) se defiende. Unos años después el Presidente de otro país que lo apoyó en un inicio (con otro Presidente) afirma que en verdad usted inició la guerra y que por lo tanto tiene que aceptar las condiciones de quien lo invadió, y además devolverle la ayuda entregada, y presiona a todo el mundo para ello. Eso es lo que está haciendo el Presidente Trump con Ucrania. Y es inaceptable”.

El problema del comunicado no es tanto que el mandatario chileno se indisponga con el estadounidense por un asunto a esta altura solamente testimonial, sino que no caiga en cuenta de la cruda realidad del mundo que le toca observar para navegar su pequeño país.

La extremada simplificación en términos morales del problema por parte de Boric no solo obvia que no se trata de tres países en equivalencia -sino de las dos más grandes potencias nucleares, que se enfrentaron indirectamente en un territorio de un tercer país, creado inicialmente como buffer entre ambos-, sino que no considera el resultado de ese enfrentamiento, que es la derrota estratégica de ese tercer país que se prestó para escenario y mano de obra de ese enfrentamiento.  

¿Qué es lo inaceptable? ¿La derrota? ¿Que Trump cobre lo que ahora se reveló como deuda de guerra? ¿O que Estados Unidos revele una vez más que no tiene aliados ni amigos, sino intereses? 

Y finalmente ¿Cómo se cobra esa inaceptabilidad? ¿En qué se traduce?

La verdad es que la ingenuidad detrás de estas consignas son las que debieran considerarse inaceptables en líderes de países latinoamericanos, los que -por historia-  saben de sobra que tener a Estados Unidos de amigo es tan peligroso como tenerlo de enemigo. Algo que vale tanto para las izquierdas como las derechas del continente, las que sentirán -una vez bajada la cortina ucraniana- con mucha más fuerza el aliento del tío Sam.

Algo que probablemente se comience a sentir en Chile, no solo por el litio o el Estrecho de Magallanes, sino porque con una alta probabilidad comenzarán a aparecer detalles de la muerte de Gonzalo Lira, un comunicador prorruso, de nacionalidades estadounidense y chilena, quien murió en una cárcel ucraniana, todo indica, por desatención médica deliberada (un asesinato).

¿Qué hizo y no hizo Chile? Serán preguntas que emergerán, las que no tenían mucha fuerza bajo la administración de Biden, pero que bajo Trump comienzan a agarrar tracción. Al menos eso se deduce de un twitt por parte de Elon Musk en que responsabiliza a Ucrania por la muerte de Lira.

Al respecto, pueden consultar este artículo de Lun Lee: El giro de EE.UU. por la guerra en Ucrania y los dardos a Zelenski que incluyen la muerte del periodista chileno Gonzalo Lira, en Interferencia, uno de los pocos medios chilenos que han cubierto este caso (Ver cobertura).
 

Buena semana

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