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Sábado, 9 de Agosto de 2025
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Por Andrés Almeida,
Editor General de Interferencia

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AMLO Y LA POLÍTICA REPTILIANA

El pasado es inesperado, pues cada tiempo vuelve y patea el curso del presente. De eso sabe Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el presidente de México, quien ha asumido su mandato buscando signarlo -según él- como un hito histórico, de renovación política y moral, en contraste con la corrupta etapa precedente la cual tiene agotados a los mexicanos.

Una renovación que apela a los símbolos de las épocas de gloria de la historiografía mexicana y a la vaga noción prehispánica del sentido circular de la historia. AMLO lo ha dicho, lo suyo corresponde a la Cuarta Transformación, que renueva los valores de la Independencia, la Reforma de Benito Juárez y la Revolución Mexicana. Tres momentos idealizados e idolatrados en el imaginario político mexicano. Para adentrarse más en esto, leer este artículo de INTEERFERENCIA.

Es por eso que AMLO esta semana toreó al rey de España, Felipe VI, con una carta en que le pide que pida perdón por la conquista española de México, con copia al papa Francisco, en una escena que recuerda el pasado colonial en que las grandes comunicaciones entre las colonias, la metrópoli y Roma, se daba a través de poderosas misivas. 

En España la carta cayó pesada, por extemporánea, pero principalmente porque vuelve sobre otra obsesión histórica, esta vez de los españoles; sacarse de encima la leyenda negra del imperialismo español, un acto de propaganda que echaron a rodar ingleses y holandeses con éxito, mediante la cual se acentuaron los aspectos más miserables de la conquista y la colonia de España (la servidumbre, las pestes, las matanzas), obviando que los otros imperialismos europeos fueron tan o más brutales. A saber: los franceses en Indochina, los belgas en el Congo, los holandeses en Indonesia, los portugueses y las costas africanas, y los ingleses en la India y en la misma Norteamérica. Todos con muchos menos complejos que los españoles.

Pero la carta no estaba destinada a Felipe VI -quien finalmente se negó a disculparse- sino a los mexicanos, y, de manera más indirecta, al resto de los latinoamericanos, siempre sensibles frente a un pasado histórico que se lee como un karma producto de la dominación. Un pasado que se entiende como la base de varios de los problemas actuales de las repúblicas herederas de la corona española: la dependencia económica, el atraso filosófico, el racismo, las débiles identidades nacionales e incluso la corrupción institucional. 

Claro, algunos en América Latina criticarán de simplista la perspectiva de AMLO o dirán que los gobiernos nacionales de las repúblicas latinoamericanas fueron incluso más brutales con los indígenas que la corona española. Sin ir más lejos, la 'Pacificación' de la Araucanía o el exterminio de los indígenas patagones en Chile, fueron bastante más perjudiciales que la política de fueros del periodo colonial, en que las autoridades de la corona negociaban con los mapuche del sur del río Bío Bío. Pero, esto ya corresponde a la discusión letrada que no copa los titulares de los diarios.

Es decir, la carta de AMLO iba directo al sistema cerebral reptiliano del pueblo que lo votó, para acentuar los símbolos mestizos (en opuesto a lo español) y progresistas (en oposición a la monarquía y al papado) de su gobierno. No por nada se llama Morena su partido, el que viene a sustituir al desgastado Partido Revolucionario Institucional (PRI), que dominó la escena política mexicana en la mayor parte del siglo XX.

AMLO fue ganador en las urnas con un aplastante 54%, logrando victorias en todos los estados de la federación mexicana, salvo Guanajuato, con resultados en algunos estados de hasta el 80% de los votos. Esto no solo significa que hoy cuenta con una mayoría legislativa apabullante, además, el presidente mexicano tiene las llaves de todas las capitales estaduales, de cara a las próximas elecciones locales, por lo que los gobernadores comen de su mano.

Pero no basta con ese inmenso poder político. Para mantenerlo por varios años -los que sean requeridos por una gesta histórica- también hay que saber representarlo y hacerlo vívido para los mexicanos, quienes en el pasado han valorado su identidad nacional derribando estatuas de Hernán Cortés, odiando a la Malinche (la mujer indígena del conquistador y su traductora de náhuatl al castellano) y haciendo inmensos murales contra los conquistadores españoles.

Una tradición conveniente, si es que se considera que -para fortuna de AMLO- nunca ha derivado en levantar un dispositivo propagandístico semejante contra -por ejemplo- los Estados Unidos, país que les quitó la mitad de su territorio y cuyo Ejército invadió y penetró el país hasta ocupar la mismísima Ciudad de México en un bastante más cercano 1847. Y no es que no haya un sentimiento antiyanki que explotar, sino que siempre hay un pez más grande en el mar; Mr. Trump.

[DIJIMOS...]

... La Ley de Murphy puede hacer que el Brexit pase de la comedia de equivocaciones a la tragedia. En una tercera votación la premier británica conservadora Theresa May no logró convencer al Parlamento de que apruebe el acuerdo de salida del Brexit que ella negoció con la Unión Europea, pese a que ofreció su renuncia si es que se le aprobaba. Con esto quedó derrotada su estrategia que buscaba poner a los parlamentarios conservadores en el predicamento de aceptar un acuerdo lejano del óptimo (en especial respecto de la situación de la frontera terrestre con Irlanda) o bien enfrentar dos alternativas peores para su sector: un Brexit duro (lo que es malo para todo el mundo) o la anulación de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (lo que supone un conflicto intestino en las filas conservadoras de grandes proporciones).

De nada sirvió la pedagogía política de la premier, y ahora esos escenarios se vuelven cada vez más probables, pues el nuevo plazo de salida es el 12 de abril (era este 29 de marzo), el que está muy encima de la elección del Parlamento Europeo (tercera semana de mayo). Si al 12 de abril no hay acuerdo -y nada permite suponer que lo haya, pues nada ha cambiado en tres votaciones parlamentarias seguidas- al Reino Unido no le queda más que decidir salirse sin más de la Unión -en un acto que desencadenará el caos- o bien participar de las elecciones europeas (cuyo contenido político electoral puede ser cáustico) y hacer languidecer el Brexit por un tiempo indefinido y sin pronóstico.

En este segundo escenario de un Brexirt anémico, ya varios se han encantado. De hecho, la semana pasada un millón de londinenses salió a las calles a pedir un nuevo referéndum para evitar todo Brexit (hard or soft). Sería todo un hito histórico, pues por primera vez una de las democracias más antiguas de occidente no acataría el resultado de una elección popular, en aras de evitar la adopción de una de las políticas más torpes que sus autoridades alguna vez hayan puesto en consideración de su pueblo. ¿Vox populi, vox dei?