El siguiente artículo fue publicado el 8 de diciembre por Mongabay Latam y puedes leer el artículo original en este enlace.
La Amazonía se seca, se quema y se inunda. Esto no solo impacta a los ecosistemas sino a su población. Un nuevo estudio detectó que entre 2013 y 2023 esta región registró más de 12 500 desastres climáticos —entre inundaciones, deslizamientos de tierra, incendios, tormentas y sequías— que afectaron a más de tres millones de personas en un solo año y dañaron miles de obras de infraestructura pública.
Esto es solo la punta del problema, de acuerdo con la investigación publicada en la plataforma IOPscience, porque estas cifras sólo reflejan lo que sucedió en cinco países amazónicos, pues naciones como Venezuela, Surinam, Guyana y Guayana Francesa no entregaron información al respecto. Además, el estudio detectó inconsistencias en la forma de reportar los fenómenos climáticos, lo que impidió obtener un panorama general de la Amazonía y, por lo tanto, demostró un subregistro de eventos como las sequías y las olas de calor.
Para los autores del estudio esto refleja una crisis socioambiental subestimada y mal comprendida, pero también una oportunidad para coordinar acciones que permitan monitorear los efectos del cambio climático en una región clave para el mundo, así como políticas de prevención que permitan a su población adaptarse a los cada vez más fuertes eventos climáticos.
Mongabay Latam conversó con autores del estudio que explican los retos para medir estos impactos y la importancia de coordinar esfuerzos entre países amazónicos, a unas semanas de que finalizó la conferencia anual de cambio climático de Naciones Unidas, la COP30.
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Crecen los desastres con vacíos de información
Del total de eventos analizados, las inundaciones (4233), los deslizamientos (3089) y las tormentas (2607) fueron los más frecuentes. Sin embargo, las tendencias fueron diferentes en los países amazónicos.
Por ejemplo, los deslizamientos de tierra fueron más frecuentes en Ecuador, que tiene municipios de la región piedemonte andino con más de 300 deslizamientos en 10 años. En tanto, las tormentas fueron más frecuentes en Perú y las inundaciones aumentaron sólo en Brasil.
Pese a ser de lo menos reportado en el estudio, los incendios forestales (2016 casos) se incrementaron en todos los países de la región y están vinculados a prácticas agrícolas y acaparamiento de tierras, especialmente en Bolivia, Brasil y Colombia.
Al analizar las sequías y las olas de calor, los investigadores se toparon con un problema: no había suficiente información. Estos fenómenos ligados al cambio climático solo se reportaron consistentemente en Bolivia y Brasil, pese a que investigaciones previas y datos satelitales han confirmado su ocurrencia en toda la Amazonía.
En el caso de las olas de calor, se detectaron 105, 97 % de ellas en Brasil y 3 % en Bolivia. Al intentar detectar las sequías, 95 % de los eventos se identificaron en estos dos países, mientras que Perú reportó poco más del 4 %. Ambas categorías fueron descartadas del estudio.
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Concentración de eventos climáticos en la Amazonía entre 2013 y 2023. Imagen: cortesía Weather disasters and their underreported transboundary impacts on Amazonian communities
Para la investigadora Liliana M. Dávalos, coautora del estudio y profesora de Biología de la Conservación en la Universidad de Stony Brook, estas son inconsistencias que apuntan también al subregistro de información importante.
“¿Cómo podemos creer que exista la aridificación que nos está mostrando el satélite y que no haya ondas de calor en Venezuela o en Colombia? No es creíble. No se está haciendo un registro o no se está registrando como un evento dentro de estos sistemas de monitoreo”, explica la especialista.
Además, Dávalos señala que en varios casos los recuentos de eventos reportados no coincidían con los impactos reportados. En Bolivia, por ejemplo, hubo un aumento de eventos climáticos en 2014 que no incluyó información sobre personas afectadas.
Al respecto, Nahuel Arenas, jefe de la oficina para las Américas y el Caribe de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR), coincide en que actualmente los países no registran la verdadera magnitud de los impactos climáticos que enfrentan la Amazonía y sus habitantes.
“En la práctica siguen quedando fuera del radar muchos eventos pequeños y recurrentes, cuyo impacto acumulado en el tiempo puede ser mayor al de un evento grande y de baja recurrencia. También hay problemas llevando registro de pérdidas no económicas, por ejemplo, servicios ecosistémicos y pérdidas de vida, o de medios de vida”, señala Arenas.
El especialista considera que hay diferentes causas que contribuyen al subregistro de eventos climáticos en la región. Uno de ellos es un sistema fragmentado en la información que integran municipios, agencias sectoriales y otros niveles de gobierno. Agrega, además, la dificultad de vincular un evento en un país con las consecuencias que genera río abajo o a través de cadenas productivas en otro país.
Por eso, insiste en que comprender el riesgo de desastres sigue siendo un tema pendiente en la región para políticas públicas que atiendan el registro. “Sin datos sólidos, desagregados y compatibles entre países sobre los impactos pasados dificulta el desarrollo de modelos de riesgo prospectivos y probabilísticos”, sostiene.
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Los focos de mayor riesgo
A pesar de las lagunas de información, el estudio analizó la relación entre los eventos climáticos registrados con datos de las poblaciones y de teledetección, una técnica utilizada para la predicción de fenómenos naturales, con el objetivo de detectar cambios en los patrones climáticos a lo largo del tiempo.
Gracias a este análisis se identificó que 41 municipios de la Amazonía registraron más de 50 desastres cada uno en 10 años. Además, 10 de ellos tuvieron más de 100 eventos reportados, de acuerdo con la investigación.
Ocho de los 10 municipios más afectados están en Ecuador y todos registraron deslizamientos de tierra: Zamora (313 eventos), Limón Indanza (251), Morona (180), Pastaza (152), Palanda (146), Santiago (136), El Chaco (34) y Mera (119).
En tanto, el municipio de Trinidad, en Bolivia, registró 160 inundaciones y el municipio Chachapoyas, en Perú, tuvo 136 tormentas.
En cuanto a los incendios forestales, cuatro municipios colombianos de la zona de transición entre la Orinoquía y la Amazonía registraron la mayor cantidad de incendios forestales: Puerto Rico (83), San José del Guaviare (79), Granada (75) y La Macarena (64). Estos incendios, advierte el estudio, están vinculados a la deforestación por la agroindustria.
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“Estos cambios del uso del suelo y del paisaje tienen una incidencia, pero no están aislados de la forma como se está transformando el clima en el mundo”, advierte la investigadora Dávalos.
Para la autora, estos núcleos ya representan información valiosa para que los gobiernos tomen medidas de prevención y no solo de reacción cuando ocurren los eventos climáticos.
“Cuando vemos un municipio que tiene más de 100 eventos en 10 años, ahí sabemos que se podría hacer algo más anticipatorio. Se necesita una política de abordar, de no esperar a que se arme el incendio, sino decir ¿cómo vamos a manejar recursos para atender esto?”, dice a Mongabay Latam.
La población más vulnerable
El estudio destaca que dentro de la Amazonía no todas las poblaciones están igualmente expuestas ni vulnerables a los efectos de la crisis climática, pues las más pobres y aquellas que dependen de los bosques, cultivos y ríos sanos para subsistir son menos capaces de adaptarse.
“Las sequías récord de 2023 y 2024 expusieron los cauces secos de los ríos y amenazaron la seguridad alimentaria de las comunidades de los ríos Negro, Madeira, Solimões y sus afluentes río arriba”, señala la investigación, que ubica a poblaciones indígenas como las más vulnerables a los eventos climáticos, al reducir su capacidad para producir alimentos y acceder a agua potable.
Ane Alencar, directora científica del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía (IPAM) y coautora del estudio, destaca que gracias al análisis se detectó también que hay municipios que están recibiendo impactos de los eventos climáticos, pero de los cuales no hay reportes oficiales, en particular en las comunidades más alejadas de las ciudades.
“No tenemos el impacto total de los eventos extremos sobre la población más vulnerable de la Amazonía, que está lejos de los centros urbanos”, advierte.
Agrega que este artículo “intentó llamar la atención de la importancia de los datos, la padronización de los datos y la falta de datos suficientes para una toma de decisión. Es impresionante la cantidad de personas que están siendo impactadas, lo que refuerza la necesidad de tener mejores datos”, dice Alencar a Mongabay Latam.
Si bien todas las infraestructuras se ven afectadas por los eventos climáticos, el estudio advierte que en la Amazonía, las carreteras, escuelas, hospitales, presas, así como la vivienda son las más afectadas.
Arenas también señala que las comunidades indígenas, ribereñas y rurales están en la primera línea de impacto de las inundaciones, sequías, incendios y deslizamientos, por lo que ven afectados sus medios de vida, su movilidad e incluso su tejido cultural.
“Estas comunidades suelen enfrentar brechas históricas de acceso a servicios básicos, protección social y representación política. La evidencia global muestra que los niveles más bajos de desarrollo humano se asocian con mayores pérdidas por desastres climáticos, incluso cuando la exposición a una amenaza no es la más alta”, sostiene.
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Impactos más allá de la Amazonía
El estudio estima que los impactos climáticos en la Amazonía son tan grandes que se extienden más allá de la región y podrían perdurar en las próximas décadas. Un ejemplo es el efecto de los incendios amazónicos, los cuales representan el 80 % del aumento de la contaminación regional por partículas finas.
De acuerdo con el estudio, este tipo de contaminación afecta a 24 millones de habitantes de la Amazonía y provoca que cerca de 150 000 brasileños vayan al hospital por los efectos de la contaminación que pueden llegar a ciudades distantes como São Paulo.
“Sabemos que esto es un problema, pero es muy difícil [enfrentarlo] cuando no hay acceso a datos. El humo creado por los incendios forestales y las quemas son procesos de deforestación y son un aspecto importante en la contaminación del aire y en la salud de las personas que no solamente están en la ciudad, sino también de quienes están lejos de los puestos de salud”, sostiene la especialista.
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Políticas transfronterizas son clave
Las coautoras del estudio recuerdan que para los eventos climáticos no existen fronteras, por lo que sostienen que una coordinación transnacional de los países amazónicos es clave para mejorar el monitoreo de los impactos, principalmente en las poblaciones más vulnerables.
“Es fundamental padronizar datos porque vamos a tener una visión del problema. Podremos comparar qué están haciendo los países para enfrentar los eventos climáticos”, sostiene Alencar.
En tanto, Dávalos sostiene que los países afiliados a la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) deben comenzar por las medidas más sencillas: “coordinar los registros y que la gente de la Amazonía logre acceder a ellos, que sea parte de un servicio”.
Arenas sostiene que no se requiere partir de cero, pues afirma que algunos de los países amazónicos ya cuentan con inventarios nacionales de desastres y han mostrado interés en adoptar plataformas que manejan definiciones comunes, que permiten desagregar datos y aumentan las capacidades de georreferenciación.
“El siguiente paso no es necesariamente un gran sistema único, sino acordar un núcleo mínimo de variables, estándares, definiciones y protocolos que permitan que esos sistemas nacionales se hablen entre sí: clasificaciones coherentes de las amenazas, indicadores de daños y mecanismos que faciliten compartir datos entre países», afirma Arenas. «Técnicamente esto es viable, lo crítico es asegurar recursos sostenidos, establecer una gobernanza clara de los datos y lograr acuerdos de cooperación que den confianza a los Estados”, dice el experto a Mongabay Latam
En cuanto a financiamiento, destaca invertir en sistemas de alerta temprana, infraestructura de observación, conectividad en territorios remotos, así como el fortalecimiento de la protección social y servicios básicos que amortigüen el impacto de las crisis.
“Si queremos que la Amazonía siga siendo un regulador climático global y un hogar vivo para sus pueblos, necesitamos alinear los flujos de financiamiento con una visión de resiliencia a largo plazo, basada en datos, en derechos y en cooperación transfronteriza real”, detalla.
Además de estandarizar regionalmente los informes de desastres y ponerlos a disposición gratuitamente en línea, el estudio recomienda dirigir los fondos regionales amazónicos a comunidades locales, integrar la mitigación del cambio climático en la planificación del uso del suelo, mejorar la comunicación sobre las estrategias ante desastres climáticos, así como su revisión y actualización.
Los autores consideran que a medida que aumentan los riesgos de desastres climáticos, “también deberían aumentar el conocimiento y la infraestructura para apoyar a los pueblos de la Amazonía”.








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