Después de casi dos décadas de lucha y sacrificio, Deportes Concepción ha logrado regresar a la Primera División del fútbol profesional en Chile. Este es un momento histórico para un club con una rica tradición, cuya hinchada nunca dejó de soñar con este retorno. Un retorno que supuso empezar de cero, pues la crisis que vivió llevó a los lilas literalmente a tocar fondo, perdiendo la categoría de equipo profesional y comenzando su periplo para retornar ni más ni menos que solicitando su admisión en la quinta categoría del fútbol chileno, la Tercera B; como lo haría cualquiera que hoy pretende formar un club nuevo. Así comenzó su renacimiento en 2018.
Hoy todo el sufrimiento anterior parece un mal sueño, pues en una definición infartante frente a Cobreloa, con un gol en el minuto 95 del partido de vuelta, sellaron su retorno. Ahora toca celebrar, el equipo más popular de la octava región, una zona llena de equipos con tradición ha vuelto por sus méritos y el tesón de su gente.
Sin embargo, más allá de la euforia y la nostalgia, surge una pregunta fundamental: ¿El regreso de Deportes Concepción es un paso hacia adelante para el fútbol chileno?
Este renacimiento nos lleva a varias reflexiones que no podemos pasar por alto. En primer lugar, el fútbol chileno se enfrenta a una problemática de base: la precariedad estructural. Mientras algunos clubes, como el propio Concepción, logran ascender tras años de esfuerzo, otros más grandes y poderosos, como Colo-Colo o Universidad de Chile, atraviesan crisis económicas y deportivas que afectan directamente a sus proyectos, sin embargo las brechas entre los equipos grandes y los pequeños siguen igualmente siendo un obstáculo importante para un campeonato verdaderamente competitivo. Pero de pronto nos sorprende un Coquimbo Unido que rompe récords y se impone con facilidad ante equipos de presupuestos inmensamente mayores. Nada tiene lógica. Todo parece etéreo, impredecible. Tal vez poético en algunos momentos, pero extremadamente precario.
Sin duda el regreso de Concepción no es suficiente para renovar el atractivo de la Primera División, que sí fue una competición potente, sobre todo en la década de los noventa del siglo pasado, precisamente cuando Deportes Concepción participó en la Copa Libertadores de América. No y el panorama es oscuro también considerando que hace algunos días la liga estelar del fútbol chileno perdió ni más ni menos que a Unión Española, un animador histórico que podríamos situar entre los más sólidos institucionalmente hablando.
Ciertamente, de la mano del León de Collao, podemos augurar mayor presencia del gran Concepción, que si bien es cierto pareció siempre bien representado por un Huachipato mucho más armado como club y bastante más exitoso a través de su historia, no es el equipo masivo que puede convocar multitudes permanentemente en territorio penquista. Y en todo el sur de Chile.
El verdadero desafío ahora para los lilas es afianzarse, trascender y dejar atrás de manera definitiva los malos manejos que los llevaron a perder todo. Absolutamente todo. En un entorno en que la diferencia de recursos económicos y logísticos entre equipos grandes y pequeños sigue siendo una barrera difícil de sortear.
El regreso de Deportes Concepción debería ser el punto de partida para repensar el modelo del fútbol en Chile, no solo para asegurar que los clubes de provincia no queden atrapados en la eterna lucha por subir y bajar, sino también para garantizar un futuro donde la competencia sea realmente equilibrada y beneficiosa para todos. El Fútbol Chileno debe dejar de ser un deporte exclusivamente centrado en los equipos más grandes. Es necesario pensar en la sostenibilidad económica de los clubes de provincias, la formación de nuevos talentos, y una mejor distribución de los recursos televisivos y publicitarios. Solo con un cambio real en la estructura de la liga, el regreso de equipos como Deportes Concepción será más que una simple alegría temporal para sus seguidores.
El ascenso del club es, sin duda, un respiro para la hinchada Lila, pero es también una oportunidad para escudriñar el verdadero estado del fútbol chileno. Y, en ese sentido, no debemos permitir que este acontecimiento se convierta solo en una historia de alegría para los del Bío Bío. Debe ser la chispa que prenda el debate sobre las reformas necesarias para un fútbol más justo y competitivo, en que ciudades claves de nuestro país no sean representadas por clubes que, pese a su masividad, un día lo pierden absolutamente todo.
Porque un fútbol en que constantemente sus actores se destruyen y regeneran, es un fútbol sin futuro.







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