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Martes, 5 de Agosto de 2025
[Sábados de streaming – Series de TV]

Justicia para Malik Oussekine: La fraternidad real y la impostada

Juan Pablo Vilches

La conmoción por el asesinato de Nahel M. a manos de la policía tiene un antecedente directo en el caso del estudiante Malik Oussekine, muerto en 1986 por creer que el Estado francés lo consideraba uno de los suyos.

París arde nuevamente y el resto de Francia arde con ella, mientras el resto del mundo se empieza a habituar a este espectáculo montado involuntariamente por un coreógrafo ebrio, indolente y torpe que responde al nombre de Estado francés. O de la Republique, como le gusta llamarse a sí mismo.

Esto ya pasó antes, la cantidad de veces suficiente como para que en cada generación aparezca una película o una serie que intente hacerse cargo del “asunto de los banlieues”, de ese caldero que es causa y consecuencia de la asimilación fallida de millones de franceses racializados pese a ser la tercera o cuarta generación de su familia nacidos en Francia y con pasaporte francés.

Entre los antagonistas de esta historia cíclica se suelen repetir unos figurantes de uniforme azul, quienes dicen representar a la Republique y su tríada de valores que nadie parece tomar muy en serio por estos días. Y ellos menos que nadie.

París y Francia arden nuevamente porque esos antagonistas asesinaron recientemente a Nahel M., un menor de 17 años que intentó eludir un control policial, y ardieron también a partir del 5 de diciembre de 1986, cuando asesinaron sin provocación a Malik Oussekine por creer que se estaba manifestando contra una reforma educacional. Ambos de ascendencia magrebí, ciertamente.

El caso Oussekine fue uno de los primeros de este tipo que alcanzó notoriedad nacional, y la serie que nos ocupa lo revisitó en 2022; y su trama hace un trabajo bastante competente al reconstruir los hechos, el impacto en la familia y el movimiento de engranajes del Estado francés para asegurar la impunidad de sus policías. Culpando a la víctima, como siempre.

Lo primero que llama la atención es el relato paralelo en tres líneas, cada una con una temporalidad diferente, como en el Dunkerke (2017) de Christopher Nolan. Una de ellas es la secuencia de hechos que comienza con las últimas horas de Malik (Sayyid El Alami) antes de ser asesinado, contada en orden cronológico y dilatando la llegada del asesinato mismo, el que a partir de entonces se constituye en un invisible y pesado núcleo de todo lo que está ocurriendo.

Respecto de los 22 años de Malik, lo suficientemente joven como para no haber visto lo que vieron sus hermanos, cayendo por ello en la trampa de creer que sería tratado como francés.

La segunda línea son saltos temporales con la historia de la familia de Malik, con los disturbios racistas en Francia, su infancia dañada por su insuficiencia renal y el frustrado retorno de la familia a la Argelia natal de los padres. En la tercera y principal está lo que ocurre después del asesinato, en cómo se enteran sus hermanos y su madre, y en el desarrollo de la investigación y el juicio que tardó tres años en materializarse.

El primer episodio es el más inspirado de todos, por cuanto se construye como una tragedia que se desenvuelve en algo parecido al tiempo real, con el asesinato a golpes de Malik sugerido y no mostrado, y la consecuente búsqueda de sus hermanos Mohamed (Tewfik Jallab), Ben Amar (Malek Lamraoui) y Sarah (Mouna Soualem), de una información que se oculta y se asoma, como si jugara con ellos.

En el centro de la familia está la madre (Hiam Abbass), figura enigmática y fuerte desde sus silencios, y desde el sentirse extranjera entre sus propios hijos. El primer episodio es también el de la contención y protección de los hijos por esta mujer ya consumida por la viudez, lo que vuelve todo aún más triste.

Entre los travellings y un ritmo relativamente ágil, la serie logra abrir un amplio abanico de percepciones y sugerencias respecto del caso y el caldo de cultivo que lo generó. Respecto de los 22 años de Malik, lo suficientemente joven como para no haber visto lo que vieron sus hermanos, cayendo por ello en la trampa de creer que sería tratado como francés. Respecto de los policías que lo mataron, y ese enfermo espíritu de cuerpo comparable al de las mafias. Respecto del Estado francés y su racismo estructural a la hora de actuar y contener los daños. Respecto de la ultraderecha actual y de aquel entonces, que ya se declaraba enemiga por igual de las pieles oscuras y del progresismo burgués, culposo y bienpensante. Respecto de la utilización (e incomprensión) de esta tragedia por parte del movimiento estudiantil.

La serie que estamos viendo, por tanto, no es tanto el seguimiento a un caso judicial sino la constatación de su impacto en un grupo familiar, o mejor dicho, en cada uno de los miembros por separado que componen ese grupo. Por eso el título original de la serie es aquello que todos tienen en común: el apellido Oussekine. 

Junto con mostrar los avances de las pesquisas judiciales y de las conspiraciones del Estado para controlar los daños, la serie se dispersa decididamente para contar las trayectorias vitales de cada uno de los hermanos, mientras giran en torno al centro inmóvil de la madre. Acá importa que en algún momento Mohamed –el mayor y más próspero de la camada– sea atacado a través de sus empresas; que Ben Amar se convirtiera en padre de familia en la espera por el juicio; o que Sarah rompiera con su novio policía.

La serie que estamos viendo, por tanto, no es tanto el seguimiento a un caso judicial sino la constatación de su impacto en un grupo familiar, o mejor dicho, en cada uno de los miembros por separado que componen ese grupo. Por eso el título original de la serie es aquello que todos tienen en común: el apellido Oussekine. 

El cuarto episodio, por el contrario, se estructura y se desenvuelve dentro del terreno conocido del subgénero de los juicios: con su innegable dinámica teatral o circense, y con una montaña rusa bien dosificada de testimonios revictimizantes, alegatos patéticos de los acusados e –importantemente– de las declaraciones de cada uno de los hermanos de Malik, que rompen la cuarta pared (como lo hizo Oliver Stone en JFK) para instalarse como la declaración de los propios realizadores.

Sin embargo, todo se calma con el veredicto, la sentencia y desenlace, los que eluden toda emocionalidad para dejar paso al insoportable peso de lo real, de aquello que no cambia ni cambiará con un veredicto. En paralelo, en un último racconto, Malik –aún vivo– y su madre se despiden de la serie con la sonrisa que perdieron.  

Mejor aún que el cierre de la trama es su epílogo. Con la imagen actual de los verdaderos Mohamed, Ben Amar y Sarah, y con la ausencia total de esos intertítulos que suelen explicar lo que pasó después o las consecuencias del veredicto. Entre los rostros de los hermanos de Malik y el fuego que hoy ilumina a Francia, esos textos son completamente innecesarios.

Acerca de...

Título original: Oussekine
País: Francia.
Exhibición: Una temporada de cuatro episodios (2022) 
Creada por: Antoine Chevrollier y Cédric Ido  
Se puede ver en: Star+

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