
El anuncio de su término es, al mismo tiempo, una derrota del paradigma securitario aplicado al fútbol, y una ventana para pensar nuevas formas de convivencia y participación. Pero también es una advertencia: el fin de una política no garantiza, por sí solo, el nacimiento de una mejor. La pregunta ahora es qué vendrá en su lugar.

"El desafío fundamental no es técnico sino político: reconocer que la seguridad pública moderna requiere tanto capacidad de coordinación como mecanismos efectivos de rendición de cuentas. Sin estos elementos, el nuevo ministerio corre el riesgo de convertirse en un cambio nominal sin transformación sustantiva".