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Sábado, 26 de Julio de 2025
[Sábados de streaming- Películas]

Babylon: La gran ramera y la gran muralla

Juan Pablo Vilches

Esta película llega al streaming justo mientras se produce la primera huelga de actores y guionistas en seis décadas. Una cosa y la otra dejan a la vista las costuras de Hollywood, pero ambas a la vez muestran –cada una a su manera– su grandeza.

En 1959, un director de cine experimental llamado Kenneth Anger sacudió el avispero al publicar un libro llamado Hollywood Babilonia, el que contenía una retahíla de escándalos relacionados con el núcleo del cine comercial estadounidense, acaecidos principalmente en la primera mitad del siglo XX.

Ambientada en 1926, en el umbral de la invención del cine sonoro, la película se deja caer sobre el espectador con una colorida y estridente fiesta/orgía donde actores, productores, músicos, técnicos, empresarios y gente normal que pasaba por ahí, conforman una comunidad aglutinada por la euforia.

Pese a la gran escandalera del principio y a los documentados desmentidos que llovieron después, la cultura popular no se despercudió nunca más de la imagen de Hollywood como la gran ramera bíblica, una Sodoma y Gomorra contemporánea, escenario de excesos y depravaciones inimaginables que hacían pensar que durante todo ese tiempo las cámaras apuntaron en la dirección equivocada.

Algo de cierto hay en el mito, en todo caso, y por esa razón el cineasta Damien Chazelle escogió esa imaginería para presentarnos el Hollywood que le interesa mostrar en su quinta película: Babylon (2022).

Ambientada en 1926, en el umbral de la invención del cine sonoro, la película se deja caer sobre el espectador con una colorida y estridente fiesta/orgía donde actores, productores, músicos, técnicos, empresarios y gente normal que pasaba por ahí, conforman una comunidad aglutinada por la euforia.

La cámara, que avanza rauda entre cuerpos en torción y re-torción, se detiene cada cierto tiempo para presentarnos a los personajes que seguiremos de entre esta multitud. Manuel (Diego Calva), un joven mexicano que trabaja para el productor anfitrión de la fiesta; Nellie (Margot Robbie), una aspirante a actriz que llega a la fiesta sin invitación y que sale de ella con un papel; Jack (Brad Pitt), una estrella que llega a la fiesta con su esposa y sale de ella divorciado.

La larga y a ratos cómica escena inicial de la fiesta es a la vez una tarjeta de presentación del tema de la película y de sus personajes, así como una sinécdoque de una época que trasciende al cine, a la que sin embargo la película prontamente le da la espalda. En efecto, lo que vemos es un fresco enorme acerca de un micromundo que vive de y para un mundo exterior, del que sin embargo parece radicalmente aislado.

Cuando termina la fiesta no termina la fiebre ni la comicidad, pues un día normal de filmación en los años del cine mudo era parecido a una feria de variedades, solo que en vez de forzudos y mujeres barbudas había escenas al aire libre con westerns, películas de romanos o del medioevo, producidas y filmadas con el frenesí de los descubridores, de los pioneros de un mundo nuevo, ávidos de compartirlo con el resto de la humanidad.

Acá también tenemos la mirada de Hollywood como una moledora de carne que traga y escupe, que ensalza y desdeña con la facilidad y el capricho de un niño pequeño al que se le suele llamar “sociedad de masas del siglo XX”.

Las historias de ascensos y caídas de los personajes principales –y de otros más cuyas escenas de seguro fueron cortadas– esta indisolublemente unida a la invención del cine sonoro, lo que convierte a esta película en una relectura de Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen, 1952) y de toda la dinastía de Nace una estrella. Es decir, acá también tenemos la mirada de Hollywood como una moledora de carne que traga y escupe, que ensalza y desdeña con la facilidad y el capricho de un niño pequeño al que se le suele llamar “sociedad de masas del siglo XX”.

Esa premisa ya conocida, pero creíblemente instalada, funciona como telón de fondo para el drama, uno que consiste en personas que no desean cambiar y que son forzados a hacerlo por un entorno mutante y en mutación, violentándolos a ser algo que no son. Y casi nunca con buenos resultados. 

Especialmente destacable es la larga secuencia de Nellie actuando su primera escena con diálogo, en un estudio cerrado para atesorar el silencio ambiente –como los de hoy– que en realidad termina siendo una sala de parto, donde vemos nacer la forma de trabajo que rigió al cine por décadas, pero a un costo enorme.

Igualmente destacable es otra escena, en que Jack encara a la periodista de espectáculos y farándula Elinor St. John (Jean Smart) por un artículo crítico, la que deviene en una consulta a la esfinge y donde la esfinge responde la verdad. La verdad sobre Jack, sobre esta película y sobre Hollywood en general: se trata de un altar sórdido que sacrifica personas en masa para sostener algo más grande. Y perenne. Como las pirámides de Egipto, Machu Picchu o la gran muralla china. Una vida de celuloide después de tantas vidas.

El tercio final de la cinta le agrega a la comedia y al drama toques de noir, acción y aventura, lo que revela además que esta película aspira a la vez a ser un poco todas las películas, por retratar el caldo en ebullición que fue el cine de ese periodo. Aquel caldo del que efectivamente salieron todas las películas, como lo revela el intenso y logrado epílogo de Babylon.

Babylon podría interpretarse como el registro y homenaje de esa cultura que vimos agonizar en La La Land, amenazada por las franquicias, el streaming, la premura de los retornos inmediatos y el fantasma de la inteligencia artificial.

Ese epílogo, de hecho, tiene la forma de lo que en los musicales se llama coda, un resumen de todo lo que vimos anteriormente para agregarle nuevas capas emocionales o para cambiarle ligeramente al sentido a la historia narrada. Para que todo quede más cerrado o más ambiguo. Lo brillante aquí es que se usa material de otra película para la coda, Cantando bajo la lluvia, ni más ni menos, cuya candidez aparente matiza la desmesura y la crueldad del relato de Babylon.

Esta película existe porque una cinta anterior de Chazelle (La La Land, 2016) fue lo suficientemente consagratoria –Oscar al Mejor Director y Guion Original– como para tener cierta carta blanca; en este caso, para profundizar y responderse a sí mismo. Una hebra secundaria de La La Land era el crepúsculo de una cultura del siglo XX, en cuyas ruinas bailaban y cantaban sus protagonistas con una conciencia creciente del lugar en que se encontraban y de su propio lugar en dicho entorno.

Babylon podría interpretarse como el registro y homenaje de esa cultura que vimos agonizar en La La Land, amenazada por las franquicias, el streaming, la premura de los retornos inmediatos y el fantasma de la inteligencia artificial como motor creativo, uno que puede significar un cambio tan radical como la aparición del cine sonoro.

Y mientras Babylon evoca y reivindica ese legado desde el streaming, en este momento guionistas y actores de Hollywood lo están defendiendo en la calle.

Acerca de…

Título original: Babylon (2022)

Nacionalidad: EE. UU.

Dirigida por: Damien Chazelle

Duración: 189 minutos

Se puede ver en: Star+

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