Este domingo, el canal La Red emitirá a las 20.00 hrs el documental El Edificio de los Chilenos, de Macarena Aguiló y Susana Foxley. La película indaga sobre la historia del Proyecto Hogares, en Cuba, un espacio creado para cuidar a hijos de chilenos exiliados por la dictadura y que decidieron volver durante la “Operación Retorno”, para combatir contra el régimen en clandestinidad en Chile. Como muchos de ellos tenían hijos, que no podían traer al país, idearon este proyecto de cuidado de esos niños, a fines de los años setenta y comienzos de los ochentas.
Aguiló es una de esas niñas. Cuando tenía tres años fue secuestrada por la DINA, hecho reconocido en el Informe Valech y en el exilio en Cuba fue parte del Proyecto Hogares. Pero a pesar que toca su historia en el documental, su interés se enfocaba en hacer dialogar a esos padres y sus hijos, los recuerdos felices y también los más tristes de esa niñez marcada por el exilio.
"Y tuve la necesidad de volver a esa historia, de alguna manera fue la primera experiencia política que yo tuve, y para muchos fue así"
En esta entrevista con INTERFERENCIA habla del documental, que ya tiene diez años de ser estrenado, pero también del fenómeno que produjo el estreno de La Batalla de Chile en La Red y del rol que debiese tener la televisión pública en la difusión y mediación del cine chileno.
- ¿Cómo nació el documental? ¿Cómo se generó su interés por investigar este tema?
- Primero es mi historia, entonces, empezó a surgir la necesidad de reconectarme, por distintos motivos personales, incluyendo el ser madre,y reflexionar sobre el tema de la educación, lo que uno traspasa a los hijos, valores o cosas más cotidianas.
También la disociación que estaba viviendo en ese escenario, hablamos de fines de los noventas e inicios del dos mil, una sociedad muy individualista, donde no había nada de lo que se fue generando post 2011 y después del 18 de octubre, un país que no estaba organizado en torno a la comunidad, en la resolución de cosas, en colectivo. Eso me rondaba en esos años. Y tuve la necesidad de volver a esa historia, de alguna manera fue la primera experiencia política que yo tuve, y para muchos fue así. Saber que uno en la convivencia cotidiana resuelve cosas con otros y también los conflictos, esas cosas nosotros desde niños logramos sentirlo y vivirlo. Vivíamos en un entorno donde el juego era un espacio para ser escuchados, teníamos nuestras propias dinámicas.
Además, me parecía que era una historia que estaba en un silencio muy grande, ya del exilio se hablaba muy poco en Chile, y estábamos en un país donde apenas se habían reconocido la tortura y otros horrores, porque mucha gente dice “bueno, al menos ustedes tuvieron la oportunidad de salir”. Pero no se habla de que en muchos casos es gente que salió bajo condiciones tremendas.
Y las familias que componen esta historia tienen madres o padres ejecutados políticos, desaparecidos, niños secuestrados, como mi caso, también niños que nacieron en cárceles. Hay un montón de experiencias terribles, muy traumáticas y este espacio en Cuba daba una oportunidad distinta. Y aunque estábamos separados de nuestros padres, y algunos perdieron a sus padres, también fue un espacio donde fuimos muy felices.
"En el fondo, ese proyecto político también debía generar una alternativa para la infancia, donde participaran los militantes de esto, por eso surge que muchos hombres se hacen cargo del cuidado de los niños".
También me interesaba porque planteaba cosas sobre las militancias de partidos de izquierda en ese momento, donde pasaban cosas muy distintas a lo que uno podría pensar. El proyecto se genera porque las mujeres del MIR reclaman su derecho de participación en el retorno a Chile, a la lucha clandestina. En el fondo, disputan al interior de la organización un espacio de legitimidad, y eso genera el cuestionamiento sobre qué pasaba con los niños y hasta ese momento todos los partidos resolvían este problema con el cuidado de las mujeres, mientras los padres tenían otras tareas. Pero acá se plantea una disputa en términos de los roles, y se reflexiona sobre cómo una organización revolucionaria, que disputaba otra forma de hacer sociedad, se intenta hacer cargo de ese problema de manera colectiva. Y ahí se plantea que las mujeres tenían derecho de participar en ese retorno y que además el cuidado de los niños tenía que ser colectivo.
En el fondo, ese proyecto político también debía generar una alternativa para la infancia, donde participaran los militantes de esto, por eso surge que muchos hombres se hacen cargo del cuidado de los niños. Y esa relación sobre los roles, más allá de la experiencia que resultó, igual es una experiencia inédita y da luces de un proyecto relacionado a la educación, en un movimiento revolucionario, que cuestionaba la educación, disputaba también la familia tradicional, y definir a la familia como los que te cuida, te protegen.
La experiencia me parece necesaria de revisar, sobre todo al alero del drama de esa infancia en estado de emergencia, por ejemplo, los niños en el Sename, las infancias vulneradas, donde el rol de la afectividad no está cubierto.
- Además la película tiene un diálogo generacional, de jóvenes frente a sus padres que son padres derrotados también…
- Cuando empecé a hacer esta película, en 2003, eso apareció. Primero el silencio en el cual estaba esta historia, la mayoría de los que fueron niños en ese espacio no había conversado esa experiencia con sus padres ni sus padres con ellos. Y la mayoría sentían, que al mismo tiempo que habían sido una experiencia muy dolorosa, también había sido una experiencia feliz o que se conectaba con algo que les generaba felicidad. Nosotros pasamos a ser igual que cualquier cubano en esa época y el país entregó parte de lo poco que tenía para compartir con todos nosotros. Y estamos hablando de un exilio muy grande, del chileno, el argentino, uruguayo.
"Al final, el rol del documental en sí mismo, más que contar la historia que me interesa y me sigue motivando del Proyecto Hogares, también es enfrentar que hubo cosas que generaron dolor, que había dolor que no había sido sanado".
También había un motivo de la película, ineludible al contexto político en el que estábamos, a fines de los noventas y dos mil, cuando la generación que había sido derrotada en su proyecto político seguía siendo desdibujada y no legitimada en su lucha contra la dictadura y en un contexto de impunidad feroz de causas de derechos humanos. Y entonces, ese diálogo intergeneracional de padres e hijos es mucho más difícil en ese contexto, porque los hijos de alguna manera seguimos protegiendo a esos padres de todo este entorno. Por eso el diálogo en relación a decir “esto me dolió” o “o esto pasó” no ocurrió hasta que se puso esa cámara adelante.
-¿Y cómo abarcó en la película el tema del regaño, la rabia y la sensación de abandono? Porque son emociones que quizás aparecen en estos casos, a veces sin querer ¿Cómo lo ve después de 10 años de la película?
- Eso también es interesante de que hayan pasado 10 años. El tiempo que estuvimos haciendo la película permitió generar apertura para poder mirar esas cosas. Y hoy tengo más capas de lectura sobre la película.
Fue latente, en el momento en que nos encontramos con los que quisieron participar en la película, que había la necesidad de escarbar en lo que no había sido conversado. Al final, el rol del documental en sí mismo, más que contar la historia que me interesa y me sigue motivando del Proyecto Hogares, también es enfrentar que hubo cosas que generaron dolor, que había dolor que no había sido sanado, en ocasiones ni conversado, y que es necesario generar un diálogo entre esas generaciones, y generar un puente de ese presente, de la película, con los años ochentas. También la película se transformó en eso.
Quizás eso es distinto a las preguntas que tengo hoy día, tengo otras preguntas, el mismo movimiento feminista me hace generar otras preguntas y en general este nuevo Chile más efervecente. La vivencia en ese momento era muy individual, cuando grabamos. La idea era que ese abanico de personalidades apareciera también. Era evidente que en ese momento había un problema del cómo nombrar, cómo abordar, como decir.
En ese momento era más fácil hablar sobre la felicidad, que sobre otras cosas que no habían sido conversadas. Quizás hoy día haría otro procesamiento de esa experiencia y habría emociones más mezcladas.
"Era una generación que no era la que había estado contando, hasta ese momento, los hechos, sino que era una nueva generación que contaba desde su subjetividad estos hechos. Eso me interesaba explorarlo".
- Y después de 10 años del estreno del documental ¿Cómo lo ve ahora? Sobre todo comprendiendo que se va a ver en televisión abierta ahora.
- Es diferente. También porque las condiciones y el contexto es distinto. En ese momento no había muchos documentales que se estuviesen haciendo esos años y de mi generación haciendo documentales nuevos, había muchas óperas primas ese mismo año, hablando estos temas, como Reinalda del Carmen, Mi Vida con Carlos, En Algún Lugar del Cielo, el Eco de las Canciones… Hay muchas películas de esa generación, que era la ópera prima de cada uno de nosotros, que estaban hablando desde un terreno no conocido, hablando desde otra generación sobre los hechos pasados. Hoy día ya se habla de eso desde lo académico, del giro subjetivo, desde la crítica cinematográfica quedaron con nombres, pero en ese momento cada uno estaba abarcando un terreno desconocido.
A mi me interesaba tener voces que rescataran la subjetividad infantil, que fueran espejos de lo que había sido una niñez en dictadura. Era una generación que no era la que había estado contando, hasta ese momento, los hechos, sino que era una nueva generación que contaba desde su subjetividad estos hechos. Eso me interesaba explorarlo y por eso con Susana Foxley, la codirectora, lo exploramos a través de las cartas, para alumbrar esa infancia, también con representación de la niña, que acompaña el relato de las cartas, y la animación..
Como yo quería volver un poco a esa infancia colectiva, volver implicaba hacer una película lo más colectiva posible, y fue complejo hacerme cargo de que igual había que narrar esta historia, sumar la historia en primera persona. La voz en off se sumó cuando ya estaba montada la película, no existía ese “yo”. Hoy día quizás lo desdibujaría ese “yo” mucho más, pero en ese contexto era necesario, de alguna manera quien veía el documental reclamaba hacerse cargo de que esa era mi historia. Ese equilibrio entre lo colectivo, la subjetividad, la experiencia personal, fue muy complejo de resolver, para mí fue un proceso.
Y diez años después, hay un contexto súper diferente, me siento mucho más parte de esta sociedad, en todos los sentidos. También siento que esa niña, en primera persona, quizás la película ya no la necesita.
"Me parece una gran oportunidad, no solo por El Edificio de los Chilenos, sino en general, haber visto La Batalla de Chile en televisión y ver lo que suscita, el diálogo que genera".
- La película va a salir el domingo en La Red, que también va a emitir una entrevista al Mamo Contreras. Hay un tema en torno a la memoria, que genera interés, tras el estallido social. ¿Cómo lo ve usted ¿Y qué le parece que ahora se presente el documental en televisión abierta?
- Me parece fantástico. Me parece una gran oportunidad, no solo por El Edificio de los Chilenos, sino en general, haber visto La Batalla de Chile en televisión y ver lo que suscita, el diálogo que genera. Y veo que no solo están mostrando películas, también hay una gran labor de La Red de mediación, un medio que permite un diálogo, voces, discusión, polémica, que presenta temas de manera más profunda y eso permite dar voz. O sea, no es solo mostrar la película y llenar un espacio de cuota de pantalla o algo así, aunque sería muy bueno que tuviésemos algo así, pero incluso no solo eso es necesario para que un documental o cualquier programación cultural conecte con la audiencia. También es necesario generar conversación frente a esa película o contenido. Eso es vital, ojalá que continúe.
En la película decido poner una secuencia con material para decir “de esto venimos”, de experiencias fuertes, como lo que me pasó a mi, haber sufrido un secuestro a los tres años, que generó que en 2007 fuese reconocida en el informe Valech como una niña detenida por la DINA. Y lo complejo de todo esto hoy día es que yo, habiendo puesto una querella en 2001 por el secuestro, ya han pasado 20 años, la causa se cerró una vez, la abrí de nuevo y hace una semana la causa se volvió a cerrar sin investigación. Es un contexto muy complejo también, de alguna manera es un espacio de visibilidad de una historia, pero al mismo tiempo hay evidencia de la impunidad que perdura.
A lo que voy es que no solo estamos contando historia de memoria, de lo que pasó, sino que estamos viviendo esa memoria, estamos viviendo esa impunidad y continuamos en ella. También lo vemos con lo que pasó con las violaciones a derechos humanos tras el 18 de octubre, que tampoco fue saneado. No existió una reforma a Fuerzas Armadas, ni Carabineros, y continuaron siendo fuerzas represivas, porque han seguido teniendo impunidad en democracia.
Por eso hablar de ello causa extrañeza, porque estos temas no debieran ser sinónimo del pasado, es una problemática inserta hoy día en Chile.
-¿Y cómo ve el panorama del documental en este contexto? ¿Ver su documental en televisión abre una puerta para más documentales en televisión?
"Yo creo que el debate que se abre con el tema de la Batalla de Chile y Carozzi, es interesante, porque eso viene ocurriendo hace tiempo. Y en el fondo los canales no dan estos programas o películas porque están pagados por las empresas".
- Yo creo que lo interesante es que, con lo que pasó con La Batalla de Chile, este debate se haya abierto. Porque es un debate que hemos tenido en la Asociación de Documentalistas de Chile durante estos últimos 20 años y en general, hemos debatido sobre la televisión pública y el rol de un canal y la mentira que hay en torno a esto. El CNTV durante años pagó derechos y tenía un programa como línea concursable para que te pagaran los derechos para la exhibición para que el canal emitiera, es decir, ni siquiera en canal tenía que pagar esos derechos. Y muchos de estos documentales ni siquiera fueron emitidos, se les pagaron los derechos y quedaron en el cajón. Eso ha sido un problema.
También sabemos que ha generado problemas la falta de negociación colectiva como gremio, eso de que cada uno se las arregle solo. En general en el gremio audiovisual se tiende a resolver estos problemas parceladamente, pero hemos tratado de buscar soluciones, como buscar la emisión en canales como TVN, porque también ha pasado que cuando se emite no cumplen con ciertos temas, dan la película tarde, no dan las tandas publicitarias que deben dar, etc. Yo creo que el debate que se abre con el tema de la Batalla de Chile y Carozzi, es interesante, porque eso viene ocurriendo hace tiempo. Y en el fondo los canales no dan estos programas o películas porque están pagados por las empresas, y TVN es parte de lo mismo, se financia de esas empresas que al final son las que programan, no directamente, pero sí indirectamente. Y que era un escándalo también hace diez años atrás, pero el problema que hace 10 años no parecía un escándalo, pero hoy el escenario permite escandalizarse frente a eso. Eso es interesante.
Y eso permite que ojalá, muchas otras películas se puedan programar en La Red y que aunque sea un canal privado, al menos está teniendo una vocación de canal público o lo que debiese ser un canal público.
Comentarios
Porque solo dividen a los
Que buscan con esto? Por qué
Están realizando una gran
Por que son documentales
Lo único que logran con estos
Esa mansedumbre, con ganas de
El silencio y la negación es
La vida es de dulce y agraz
Me recomendaron este
A muchos de los que me
Hola, donde puedo conseguir
Recién ví el documental, y me
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