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Martes, 24 de Junio de 2025
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El ataque ucraniano a Kursk, en perspectiva

Andrés Almeida

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Un soldado ruso dispara un D-30 hacia posiciones ucranianas.
En esta imagen, tomada de un video distribuido por el Ministerio de Defensa de Rusia el 7 de agosto de 2024, un soldado ruso dispara un D-30 hacia posiciones ucranianas en un lugar no revelado de Ucrania. Captura: Los Angeles Times.

En Occidente la acción de Zelenski ha sido seguida de cerca, pero sin las fanfarrias habituales que se le prodigan cuando tiene resultados militares destacados, pues son varios quienes ven mayores los riesgos de esta acción, la que -al parecer- no contó con el respaldo unánime del generalato ucraniano, ni con la venia de importantes aliados occidentales, quienes temen una reacción mayor de Rusia, país que no había sido invadido desde la Segunda Guerra Mundial, y una escalada que luego sea muy difícil de revertir.

Cuando se cumple una semana del -hasta cierto punto- inesperado ataque ucraniano terrestre a la región rusa de Kursk, todavía la llamada ‘niebla de guerra’ no se disipa, por lo que no es posible todavía calibrar la importancia que tendrá el evento bélico en el curso general de la guerra.

De todos modos es posible afirmar que las fuerzas ucranianas lograron irrumpir en la frontera, avanzar en territorio ruso, capturando una decena de pequeñas localidades y unos 1.000 kilómetros cuadrados, mantener posiciones que les permitan hacer eventuales nuevos avances, producir la evacuación de unos 130.000 civiles, generar la sensación de que Ucrania no está derrotada, y generar alguna inestabilidad política en Rusia, desmoralización en sus tropas, y movimientos militares que eventualmente generan un debilitamiento general del frente.

Esto, a un costo importante de tropas altamente entrenadas y equipo de primer nivel, en un contexto general de carencias de estos activos, y sin la seguridad de poder sostener las posiciones en un plazo mediano, es decir, cuando empiecen negociaciones serias. y, hasta lo que se puede observar, sin haber logrado disrumpir en Sudzha el suministro de gas ruso a Hungría, Eslovaquia y Austria, ni amenazar la planta nuclear de Kursk, los cuales, según algunos analistas, eran los objetivos militares que justificaban el alto riesgo.

Como efecto inmediato, todo indica que se reactivó Bielorrusia como pieza bélica, ya que el país acusó la vulneración de sus fronteras por parte de drones ucranianos e inició un despliegue de material bélico que potencialmente podría abrir un nuevo frente, a escasos kilómetros de Kiev. Otra posible represalia es el ataque con misiles hipersónicos a centros de decisión ucranianos, con el propósito de eliminar altos mandos civiles y militares, e infraestructura crítica.

Volodimir Zelenski, el presidente de Ucrania -y, al parecer el principal promotor de esta audaz acción militar- ha desafiado directamente a Vladimir Putin, el presidente de Rusia,  diciendo que “Kursk es el fin de Putin”, mientras que el líder ruso calificó la acción como una “provocación a gran escala”, y una acción de guerra de Occidente, en el entendido de que los países que apoyan Ucrania han empezado a autorizar el uso de sus armas en territorio ruso. Putin también aseguró que el territorio será recuperado, que habrá una respuesta adecuada, y que no hay nada que hablar con Ucrania, dando por cerrada la puerta a los intentos de abrir conversaciones de paz previos al ataque.

En Occidente la acción de Zelenski ha sido seguida de cerca, pero sin las fanfarrias habituales que se le prodigan cuando tiene resultados militares destacados, pues son varios quienes ven mayores los riesgos de esta acción, la que -al parecer- no contó con el respaldo unánime del generalato ucraniano, ni con la venia de importantes aliados occidentales, quienes temen una reacción mayor de Rusia, país que no había sido invadido desde la Segunda Guerra Mundial, y una escalada que luego sea muy difícil de revertir.

En la relativa moderación de la reacción occidental, seguramente pesa la imagen de una de las torres de refrigeración de la planta nuclear de Zaporiyia, en poder de los rusos, la cual, con bastante probabilidad fue atacada por las fuerzas ucranianas, aunque estas culpen a las rusas. Un hecho que -de todos modos- corresponde a otra parte del frente, en el sur.

Como efecto inmediato, todo indica que se reactivó Bielorrusia como pieza bélica, ya que el país acusó la vulneración de sus fronteras por parte de drones ucranianos e inició un despliegue de material bélico que potencialmente podría abrir un nuevo frente, a escasos kilómetros de Kiev. Otra posible represalia es el ataque con misiles hipersónicos a centros de decisión ucranianos, con el propósito de eliminar altos mandos civiles y militares, e infraestructura crítica. También se teme que el evento abra un flujo mayor de armamento ruso a Irán, que está a la espera de su reacción por el ataque israelí a Teherán, donde se eliminó al líder de Hamás, Ismail Haniyeh.

Para otros, los verdaderos efectos de este ataque, que en la práctica obliga a derivar mayores fuerzas defensivas rusas a la frontera tradicional rusa-ucraniana, se verán en los resultados en el Donbás, y en particular en Chasiv Yar. De momento, los rusos anuncian que no han mermado el esfuerzo de guerra en el lugar, a propósito de la incursión en Kursk, y que han logrado avances limitados, en instancias en que Chasiv Yar ya lleva meses asediada, sin que haya habido avances decisivos.

Dado que la retórica nuclear rusa ha quedado fuera del episodio, al menos de momento, algunos ven una señal de debilidad del Kremlin, mientras otros piensan que el uso de armas nucleares tácticas en Ucrania no son una opción en el playbook ruso, pues consideran el conflicto -en la práctica- como una guerra civil, que debe concluir en una paz duradera. De todos modos, Ucrania ha estado solicitando la autorización a los estadounidenses y franceses, para el uso de armas de largo alcance, para así aprovechar el avance en Kursk y amenazar con mayor potencia la retaguardia rusa. 

Para otros, los verdaderos efectos de este ataque, que en la práctica obliga a derivar mayores fuerzas defensivas rusas a la frontera tradicional rusa-ucraniana, se verán en los resultados en el Donbás, y en particular en Chasiv Yar. De momento, los rusos anuncian que no han mermado el esfuerzo de guerra en el lugar, a propósito de la incursión en Kursk, y que han logrado avances limitados, en instancias en que Chasiv Yar ya lleva meses asediada, sin que haya habido avances decisivos. Cabe mencionar que para muchos analistas militares la caída de esta localidad podría ser el comienzo del fin de una guerra favorable a Rusia. 

También hay quienes creen que las mayores cartas de triunfo ucraniano están en el Mar Negro y Crimea, donde dicen que han logrado reducir la capacidad de la flota rusa y la capacidad de defensa de esa península. Ante eso, no es claro cómo el ataque de Kursk podría aportar a un eventual evento anfibio mayor, donde seguramente se echarán de menos las tropas perdidas y estacionadas en Kursk.

Otra clave del ataque tiene que ver con el destino personal de Volodimir Zelenski, a quien los rusos no reconocen como autoridad legítima de Ucrania, por no haber realizado elecciones presidenciales en el plazo constitucional, y a quien estarían vetado como contraparte de cualquier proceso negociador. Los servicios de inteligencia rusos insistentemente han deslizado versiones que indican que las autoridades occidentales están activamente buscando un reemplazo. 

En tanto, hasta antes del ataque en Kursk, Zelenski estaba recibiendo una fuerte presión de sus aliados para negociar y ceder territorio, algo a lo que el líder ucraniano se abrió, ofreciendo la posibilidad de un referéndum al respecto.

Es así como el ataque de Zelenski puede ser leído de una forma muy parecida al accionar militar de Benjamin Netanyahu, el premier israelí, quien necesita escalar la guerra para sobrevivir en el poder. Algo que es otra de las fuentes más grandes de inestabilidad del mundo. 

 

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Volodimir Zelenski: Renunciar a los territorios ucranianos es una cuestión “muy, muy difícil”, de Thomas d’Istria en Le Monde.

¿Podrá Ucrania volver a la ofensiva? de Mick Ryan en Foreign Affairs.

Por qué los generales ucranianos pueden haber jugado a los dados al incursionar en Rusia, Nick Paton Walsh, en CNN.

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La ofensiva de Kiev recibe luz verde de sus aliados, de Joshua Posaner, Nette Nöstlinger y Connor O’Brien en Politico.

El ataque en Kursk "empeora el conflicto y frustra las esperanzas de conversaciones de paz" de Global Times.

Ucrania lanza un inusual ataque terrestre transfronterizo contra Rusia, de Constant Méheut en The New York Times.

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