Aún falta más de media hora para la lectura del veredicto del caso SQM en el Centro de Justicia. Desde la avenida Pedro Montt se distinguen poco más de un centenar de banderas chilenas ondeando frente al edificio.
Quienes no forman parte del grupo observan la escena con curiosidad, buscando una explicación que llega pronto con el candidato presidencial Marco Enríquez-Ominami entrando en escena, y el clásico “Marco presidente” se transforma en “Marco inocente”, tal como reza un lienzo desplegado entre los asistentes.
La multitud se agolpa en torno al candidato, dificultando su paso, le dan su apoyo con efusiva expresividad. La jornada judicial se convierte, de pronto, en un acto político. Faltan quince minutos para las once de la mañana, hora fijada para la lectura del fallo y ME-O ya ingresa a la sala correspondiente.
A esa altura, el resultado parecía un secreto a voces: tras más de diez años de investigación, todos los formalizados serían absueltos. Cercanos al candidato aseguran que conocían el desenlace con un mes de anticipación, por lo que habían comenzado a prepararse previamente.
Mientras la jueza leía la resolución, absolviendo uno a uno a los acusados, las personas fuera del recinto seguían el veredicto desde sus teléfonos y celebraba la inocencia de ME-O. En paralelo, en una sala contigua a donde se encontraba el candidato presidencial, su equipo y adherentes más cercanos observaban la transmisión sellando la tarea con numerosos abrazos.
Aún quedaban minutos de lectura cuando los periodistas comenzaron a consultar si el candidato haría declaraciones. Su equipo explicó que primero saludaría a sus seguidores.
Poco después, Enríquez-Ominami abandonó la sala. Entre abrazos, apretones de manos y besos, avanzó hacia la salida del Centro de Justicia, respondiendo brevemente las primeras preguntas de la prensa. Llevaba en sus manos pequeños papeles verdes con anotaciones: las “verdades”, como él mismo las llamó más tarde, que dejaba la larga investigación en su contra.
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Rodeado de banderas y vítores, proclamó que ese era el verdadero inicio de su campaña presidencial. Insistió en su inocencia y, durante el punto de prensa, reforzó con energía la idea de que todo había sido un “escándalo de Estado”. El mensaje, trabajado por él mismo, se notaba ensayado y preciso: frases cortas, de tono enfático y calculado.
Tras las declaraciones, se dirigió junto a su equipo hacia su comando en la calle Punta Arenas. Allí lo aguardaba otro grupo de simpatizantes, en su mayoría jóvenes y mujeres, que lo siguen desde la elección pasada. “Somos sus brigadistas”, comentan entre choripanes y vasos de bebida mientras esperan su llegada al lugar en que se han desplazado por su propia cuenta. Uno de ellos, dice que confía en él y sella con un habitual "ojalá que cumpla, ha dicho cosas buenas".
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Cuando finalmente aparece, lo reciben con aplausos y gritos. Da un breve discurso, agradece el apoyo y los insta a convencer a sus vecinos. Se muestra cercano y afectuoso. ME-O llegó un poco más tarde que sus simpatizantes, ya que después de conocer el veredicto, su primera parada fue la casa de su madre.
Ya dentro del comando, sube al segundo piso hacia una pequeña sala. No deja de responder mensajes y audios de felicitaciones: algunos en francés, otros en español con distintos acentos. Repite a su equipo que “ahora comienza la verdadera campaña” y que el financiamiento, congelado hasta ese día, se liberará por completo.
Una cosa concreta, es la verdad judicial y otra, el relato. ME-O lo reconoce y sabe que es difícil dar vuelta un mensaje que peso sobre su contra por más de 10 años, pese a su inocencia, le preocupa esa idea instalada. Desde la interna, también indican que otra preocupación era aparecer cerca de Pablo Longueira, pues existe la convicción que ese fue otro golpe para el candidato presidencial, que se le haya vinculado indirectamente en un mismo caso con el ex militante de la UDI.
Planifican la estrategia de los próximos días: franja televisiva, entrevistas, gira regional, redes sociales y debates. Todo pasa por él. No recurre a coaching, pero se reconoce como un estudioso y detallista. Antes de cada debate visita los estudios, se observa en cámara, analiza su postura y tono.
Anticipa que el domingo será clave, no solo por el debate, sino por la franja que —aseguran en la interna— “romperá con todo” y tensionará al resto de los candidatos. Confiesa que la noche anterior no durmió, aunque se le ve sereno, con energía y una actitud incólume.
Desde el Centro de Justicia, deja entrever que podría querellarse por el juicio que enfrentó. No hay fecha definida, pero en su entorno lo daban casi por seguro y acabó sucediendo. Sin embargo, para ello hay plazo, pues la sentencia recién se dará a conocer en 2026, probablemente en el mes de agosto.
Son cerca de las 18:00 horas y Enríquez-Ominami deja el comando. Tiene una agenda que concretar y para él cada minuto ahora es crucial.








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