Cuando Sergio Jara publicó en la primera noticia sobre Dominga, Radio Bío bío tenía una línea editorial distinta a la actual, mucho más crítica de Sebastián Piñera.
Esto fue en febrero de 2017 y recuerdo que algunos meses antes, a fines de 2016, Sergio me llamó para pedirme algunos antecedentes sobre las sociedades de inversión de Piñera. Nos juntamos en mi departamento y comenzamos a escarbar entre los papeles.
Pese a todos estos antecedentes, en ese tiempo solo teníamos una idea aproximada sobre el proceder del candidato a la presidencia. Teníamos los adjetivos (audaz, sigiloso, planificador, blufero), pero no el modus operandi.
Yo había acumulado un grueso archivo con documentos del registro de comercio y de Dicom-Equifax que permitían trazar los orígenes de Bancorp y Bancard Limitada, las sociedades involucradas en dos operaciones que Sergio estaba investigando para Biobío. Él me mostró, a su vez, los correos que había intercambiado con Nicolás Noguera, el joven administrador del fideicomiso ciego.
Pese a todos estos antecedentes, en ese tiempo solo teníamos una idea aproximada sobre el proceder del candidato a la presidencia. Teníamos los adjetivos (audaz, sigiloso, planificador, blufero), pero no el modus operandi.
Tal como Sergio demostró en ese entonces, el negocio de Dominga estaba sujeto a una cláusula que exigía de Piñera actuar por omisión. Como presidente debía evitar que el área del proyecto quedara bajo protección ambiental. Dicha cláusula se hizo bajo el amparo del fideicomiso ciego.
Sin embargo, dicha cláusula contractual debió reflejar una negociación anterior entre Piñera y Carlos Alberto Choclo Délano, el otro socio de Dominga. Un acuerdo probablemente de palabra, que debió cerrarse en 2009 cuando el fideicomiso no existía y Piñera se encontraba ya en campaña, siendo todavía un empresario libre de celebrar los negocios y contratos que quisiera.
Para entender la figura hay que remontarse a los muchos negocios que hizo a lo largo de su vida, en tándem con un núcleo duro de amigos y socios. Fuesen los Cueto, los Martínez o el propio Délano, el diseño era siempre igual y debía contener una cláusula de salida para Piñera.
Podían tratarse de acciones serie B del Banco de Chile, del Consorcio Nacional de Seguros o de AFP Provida. De un terreno con potencial de plusvalía en Antofagasta o la Serena, o acciones que la Corfo aún poseía en alguna antigua empresa estatal como la aerolínea Lan o la generadora Colbún.
En la jerga financiera se les conoce como compras apalancadas. Piñera y sus socios fueron los reyes del apalancamiento, y la palanca podía ser la banca, la propia CORFO a fines de los años 80.
Si la operación implicaba pagar 100.000 UF. Piñera y compañía reunían 40.000 y por el resto suscribían promesas de pago. Para cumplirlas, solicitaban préstamos para reunir el resto del dinero, concretaban la operación y luego iban pagando el préstamo con las rentas o dividendos que generaran las acciones o el bien raíz.
En la jerga financiera se les conoce como compras apalancadas. Piñera y sus socios fueron los reyes del apalancamiento, y la palanca podía ser la banca, la propia CORFO a fines de los años 80 o las AFP una vez que el negocio alcanzaba un umbral relevante. Solo hay que recordar que Délano fue durante varios de aquellos años cruciales uno de los controladores del Banco de Chile y de AFP Cuprum.
En cada uno de los ejemplos señalados, debía quedar claro desde un principio cuándo y en qué condiciones Piñera podía salirse del negocio y vender su parte a los demás socios. Su carrera política exigía tomar recaudos, borrar pistas, usar subterfugios, palos blancos y dejar representantes en los directorios. Siempre los mismos: José Cox, Darío Calderón, Ignacio Guerrero.
Muchos de estos negocios requerían “gestiones públicas” para que prosperaran. Por ejemplo, modificar la ley de Bancos, la ley de la renta, la ley de la deuda subordinada; los planos reguladores municipales o las regulaciones que rigen para las inversiones de las AFP. El joven senador podía estar en varias partes a la vez. En cada proyecto de ley que presentara, o que negociara, esgrimiría el bien público, el bien superior de Chile, u otra fórmula retórica para desarmar a sus contradictores.
Con el paso del tiempo el activo en cuestión, fuesen acciones, terrenos, edificios o conjuntos habitacionales se podían vender con una interesante plusvalía. Los préstamos se pagaban, la bicicleta seguía funcionando y la codicia así retroalimentada iba por objetivos aún más grandes. La presidencia de Chile, por ejemplo.
Pandora no solo es una chica imprudente que abre una caja que le han dicho no abra. Es una especie de chica robot y top model diseñada por Zeus para castigar los hombres que han aprendido a usar el fuego sagrado que se robó Prometeo.
No siempre los socios iniciales estaban en condiciones de comprar la participación del inquieto Piñera. En el caso de Lan fue necesario traer a un tercero, el grupo Bethia.
Dominga solo se puede comprender así, con el agregado que se realizó cuando Piñera ya tenía casi despejado su camino a La Moneda. Ricardo Lagos se había bajado, ME-O crecía en las encuestas, Frei iba camino al despeñadero. Los hijos del exsenador ya estaban en edad de hacerse cargo de las cosas.
¿Quién está detrás?
Pandora no solo es una chica imprudente que abre una caja que le han dicho no abra. Es una especie de chica robot y top model diseñada por Zeus para castigar los hombres que han aprendido a usar el fuego sagrado que se robó Prometeo. El rey de los dioses le regala a Pandora la caja y le dice “no la abras” precisamente para incitarla a hacer lo contrario.
Pandora es llevada al mundo de los mortales por Hermes, el dios de los comerciantes y los ladrones (también conocido como Mercurio). Allí seduce al hermano de Prometeo y se casa con él. La fábula tiene algo de novela de espionaje.
Llegado el momento, la chica abre la famosa caja y de ella brotan unos espíritus tóxicos. Sus nombres griegos eran Engaño, Vejez, Miseria, Culpa, Muerte Violenta, Fake News y Realpolitik.
Hasta Pandora se horroriza de lo que ve y termina por cerrar la caja, dejando adentro a la esperanza (Elpis en griego).
La apertura y cierra de la actual caja de Pandora parece enmarcarse en la guerra de baja intensidad que enfrenta a las grandes potencias desde hace al menos una década. El lector recordará la seguidilla de Wikileaks, Vatileaks, Fifaleaks y la fuga del analista Edward Snowden a Moscú.
La defensa esgrimida por el propio Piñera y su vocero de gobierno no solo resulta pobre. No dimensiona el daño reputacional a la función presidencial y a la república.
Quizá la clave para comprender a esta nueva Pandora esté en apreciar quienes no aparecen en esta ronda de filtraciones. Lo que cabe preguntarse es por qué están los presidentes de Chile y Ecuador.
La defensa esgrimida por el propio Piñera y su vocero de gobierno no solo resulta pobre. No dimensiona el daño reputacional a la función presidencial y a la república. Una cosa es que en 2017 lo publicara Biobío y lo reprodujeran, con la debida distancia y brevedad, los medios del duopolio. Otra muy distinta es que este zombi vuelva a la vida como bombardeo comunicacional masivo por parte de los medios de referencia mundial.
Si el poder ejecutivo está manchado, el judicial no saldrá indemne tampoco. El fiscal Guerra cerró la causa en julio de 2017, tan solo cuatro meses después de las notas publicadas por Biobío. Se enfrentaba a un escenario complicado desde el punto de vista procesal, pero no imposible. Hubiera podido exigir correos y registros telefónicos para descartar llamadas sospechosas desde la presidencia a quienes tomaron parte en la negociación de Dominga.
Quizá el ministerio público, encabezado por Jorge Abbott, temió que una acción como esa hubiese sido denunciada como intervención electoral. Hoy puede ser vista como obsecuencia. ¿Qué es peor?
Comentarios
Muy buen resumen de la
Clarisimo
Algún día los chilenos
Gracias por recordarnos el
Todo lo referente a Piñera
Que no brille la impunidad en
La impunidad de Piñera como
Como dicen por otros lados "
Añadir nuevo comentario