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Domingo, 20 de Julio de 2025
[Revisión del Var]

El traspaso de Wirtz al Liverpool: hagamos una pausa ética

Roberto Rabi González (*)

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Florian Wirtz.
Florian Wirtz. Foto: @FlorianWirtzFW.

La transferencia de Wirtz no es un acto aislado. Se inscribe en una lógica estructural donde el fútbol de élite ha sido colonizado definitivamente por las leyes del capital especulativo, de la burbuja financiera y de la lógica de la mercancía absoluta. Un jugador de fútbol, un joven talentoso -pero un ser humano, al fin y al cabo- hoy es en primerísimo lugar una mercancía.

Mientras los titulares celebran, una vez más, la magnitud de una transacción deportiva como si se tratara de una epopeya financiera, algunos preferimos detenernos a mirar el contexto y preguntarnos por aquello que parece fuera de lugar, fuera de tiempo y fuera de sentido. Para comenzar, debo reconocer que me simpatiza el Liverpool y mucho, por demasiadas razones, que, lamentablemente, tienen un contrapeso bastante poderoso en lo que pretendo comentar. Los Reds, no hace mucho ganaron la Premier League y hace un par de días dieron a conocer el fichaje del joven prodigio alemán Florian Wirtz por una cifra que ronda los 140 millones de euros, convirtiéndolo en el traspaso más caro de la historia de la Premier League. 

Para comenzar, contextualicemos; con algo de ayuda de la inteligencia artificial les cuento que con esa cantidad de dinero se podrían comprar 1150 casas estándar en Santiago; o sea un barrio completo. 22.500 Nissan V16 usados en buen estado para formar la que sería, sin duda, la flota de taxis más grande de la historia de Chile. También financiaríamos 45 millones de desayunos de buena calidad o 15 millones de libros de texto de historia para primer año de educación media, lo que excedería claramente la cantidad de estudiantes de ese curso, así que podríamos regalar la gran mayoría a otros jóvenes, incluso de otros países. 400.000 notebooks de buena calidad para enseñar computación a una parte significativa de los niños más modestos en Chile. El monto es también -sigamos aterrizándolo- más del doble del presupuesto anual del fútbol profesional chileno en 2024. También, por cierto, se podría comprar un avión de pasajeros de bastante capacidad o un estadio para la “U” en un barrio central de Santiago. ¿Qué haría usted (suponiendo que no los tiene, uno nunca sabe quién podrá leer estas líneas) con $140 millones de euros?

Pues, le cuento que mercado aplaude la transacción, los agentes sonríen y las redes explotan en clips, memes y estadísticas.

Pero ¿no merece esto una pausa ética? ¿Hasta cuándo vamos a seguir normalizando este tipo de operaciones como si fueran meras anécdotas del espectáculo, sin interrogarnos sobre su trasfondo económico, social y cultural? Carlos Peña partiría comentando un asunto de esta naturaleza de la siguiente manera: Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, sostiene que la virtud está en el punto medio entre el exceso y el defecto. Gastar demasiado es una forma de exceso y se opone a la virtud de la moderación y prudencia; según el estagirita, demuestra, además falta de autodominio, conduce a la ruina personal y social y obstaculiza el cultivo de otras virtudes, como la generosidad verdadera (dar con medida) la y justicia. Kant, por su parte, sostiene que los actos deben regirse por principios universales, en tal sentido, gastar excesivamente sin una medida o parámetro sensato, puede considerarse irracional y contrario al deber moral, porque no sería una conducta universalizable y, además, en este caso, se usa para fines espurios no centrales para la convivencia social.

La transferencia de Wirtz no es un acto aislado. Se inscribe en una lógica estructural donde el fútbol de élite ha sido colonizado definitivamente por las leyes del capital especulativo, de la burbuja financiera y de la lógica de la mercancía absoluta. Un jugador de fútbol, un joven talentoso -pero un ser humano, al fin y al cabo- hoy es en primerísimo lugar una mercancía. Los clubes ya no son comunidades deportivas: son holdings, fondos de inversión, instrumentos de poder. Y los jugadores, por talentosos que sean, no dejan de ser activos valorizables, susceptibles de ser comprados, tasados, amortizados y revendidos.

El problema no es que Florian Wirtz sea un crack (lo es), ni que su rendimiento lo sitúe entre los mejores volantes jóvenes del mundo (también es cierto). El problema es que la obscenidad del monto desembolsado se da en un contexto de precariedad deportiva y social estructural en buena parte del orbe. El fútbol africano sigue sin poder retener a sus figuras. El fútbol sudamericano vende cada vez más temprano y más barato. Y miles de clubes históricos, incluso en Europa, malviven en bancarrota o luchan por no desaparecer. Y no quiero caer en la sensiblería de mal gusto aludiendo a lo que seguramente usted ya sabe sobre la falta de comida, agua potable y medicinas en buena parte del África Subsahariana.

No se trata de un tecnicismo contable: se trata de una distorsión brutal del ecosistema deportivo mundial, que convierte el talento en una materia prima que solo puede ser explotada por los gigantes financieros del norte global. Mientras tanto, en muchas canchas del sur, los balones se desinflan, los arcos se oxidan, y los jóvenes talentos se marchan antes de los 18 años sin haber jugado un solo clásico en su país.

Consideremos, además que la Premier League se encuentra sujeta a regulaciones financieras específicas diseñadas para garantizar la sostenibilidad económica del campeonato, prevenir el endeudamiento excesivo y mantener la competitividad. Por lo mismo, partimos del supuesto de que la reglamentación ha sido respetada con una operación como ésta. ¿De qué monto entonces debería ser una sola operación para que sea rechazada por dicha reglamentación? Lo que escandaliza no es solo el monto, sino la velocidad con la que hemos aprendido a dejar de escandalizarnos. El fútbol se ha convertido en una vitrina de la lógica neoliberal más salvaje: la que naturaliza la desigualdad, la concentración de recursos y la elitización total de la competencia.

¿Dónde quedó el relato del club formador? ¿Dónde la épica del fútbol como herramienta de movilidad social? ¿Dónde el compromiso con las ligas locales, con las hinchadas territoriales, con la historia colectiva de los clubes? ¿Dónde quedó la mística y el relato de la propia hinchada del Liverpool que abusa en sus redes sociales de imágenes de personas de clase media y baja de la ciudad de los Beatles? Pues, a los del puerto inglés, con esa figura en la cancha, difícilmente les toque “caminar solos”.

No nada de esto, lo que me enamoró de los reds, importa cuando la cifra es alta y el algoritmo sonríe. La transacción de Wirtz no solo rompe el mercado, como celebran los medios británicos; rompe también lo que quedaba de ingenuidad en el relato deportivo.

Mientras el mundo discute si una mano fue penal o no, el verdadero VAR moral parece haber sido desconectado. Nadie observa desde arriba para advertir que esta inflación de precios, salarios, comisiones y primas es parte de un sistema que solo favorece a unos pocos. Y lo más preocupante: los que podrían alzar la voz —dirigentes, periodistas, entrenadores, incluso jugadores— han sido absorbidos por el sistema o callan para no poner en riesgo sus propios intereses.

Este no es un alegato nostálgico. No se trata de exigir que el fútbol vuelva a ser amateur ni de idealizar épocas de miseria romántica. Se trata de exigir que el fútbol no pierda del todo su anclaje ético y cultural. Que siga siendo un deporte de masas y no solo un show de superpotencias millonarias.

¿Qué nos queda?

Nos queda la palabra. La crítica. El desacuerdo. Nos queda escribir columnas como esta, aunque no cambien nada. Nos queda mirar estos traspasos con desconfianza, no con admiración. Nos queda exigir a nuestros propios clubes, en nuestras propias ligas, que no se rindan ante la lógica del “todo se compra”. Nos queda seguir creyendo que el fútbol debe seguir siendo de todos. Y que ningún talento, por brillante que sea, justifica una obscenidad económica que humilla la dignidad de todo el deporte.

La próxima vez que celebremos una cifra récord, preguntémonos qué club desapareció en silencio ese mismo mes. Quizás así el VAR de los millones, al fin, se decida a intervenir.

 

*Roberto Rabi González es escritor, abogado de la Universidad de Chile, profesor de Derecho Procesal y Penal e investigador de la Asociación de Investigadores del Fútbol Chileno (ASIFUCH).



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Comentarios

Comentarios

Muy buen artículo, explica y representa gran parte del por qué ya no veo fútbol. ¿Para qué ver un deporte que replica las lógicas del mercado de una forma tan descarada?

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