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Lunes, 4 de Agosto de 2025
[ContraTapa]

Esto es lo que estabas esperando

Ricardo Martínez

“Uno puede sobrellevar una vida de hincha repleta de fracasos si al menos una vez, ayer, hoy o mañana, de pronto esa seguidilla de malos ratos es fracturada por el momento sacramental en que se es feliz y dichoso”.

Tengo casi 48 años y solo en los últimos dos o tres he descubierto algo que si me hubieran dicho cuando tenía quince, quizá mi historia emocional hubiera sido distinta. Es esto: la vida es difícil, es complicada, tiene más momentos buenos que malos, a veces, veces que a veces duran años, no hay mucho a lo que agarrarse, una tristeza tras otra, una pérdida tras otra, un quiebre tras otro. Durante todos esos meses o años malos uno va con la cabeza gacha, pateando piedras, yendo a tientas. Y la atmósfera psicológica interna se empieza a enturbiar. Luego, de la nada, aparece un momento feliz, un logro. Y las más de las veces los dejamos pasar, diciendo algo como el antiguo "una golondrina no hace verano".

Pero eso es falso.

Todos los años, desde el 19 de diciembre de 1971, los hinchas del club argentino Rosario Central -los canallas- se reúnen para celebrar un solo gol, la "Palomita de Poy" que le hiciera, en aquella vieja fecha, Aldo Pedro Poy a Newell's Old Boys. Rosario Central ha tenido muchos altibajos en estos casi cincuenta años transcurridos. Más bajos que altos. Pero sus hinchas atesoran aquel día como una herencia de la vida. 

Cuando uno ya ha visto décadas de deportes sabe que estas golondrinas son escasas, que la mayor parte de las hinchadas arrastran y arrastran campañas mediocres, partidos para el olvido, errores que no debieron ser. Los hinchas más jóvenes sufren y sufren por estas vicisitudes, pero quienes llegamos a "cierta edad" sabemos que todo en el hinchismo es esperar pacientemente que llegue ese momento en que, como decía Mircea Eliade, se rompe el tiempo regular y aparece el tiempo de fiesta.

Siguiendo el fútbol, el básquet o el fútbol americano ya por varias décadas, he vuelto una y otra vez a contemplar cuando se producen esos momentos milagrosos. Fue la chilenita de Castec a Argentina en ese inolvidable amistoso de Mendoza el 18 de septiembre de 1980. Fue el carrerón del Pato Yáñez ante Paraguay. Fue la noche en que luego de 22 años los Celtics, pasándole por encima a los Lakers, consiguieron su decimoséptimo anillo. Fue el campeonato invicto 2003-2004 del Arsenal. Y claro, obviamente la Libertadores de Colo-Colo, el primer lugar del Chino Ríos, o el oro en dobles en Atenas. 

Cuando uno ya ha visto décadas de deportes sabe que estas golondrinas son escasas, que la mayor parte de las hinchadas arrastran y arrastran campañas mediocres, partidos para el olvido, errores que no debieron ser. Los hinchas más jóvenes sufren y sufren por estas vicisitudes, pero quienes llegamos a "cierta edad" sabemos que todo en el hinchismo es esperar pacientemente que llegue ese momento en que, como decía Mircea Eliade, se rompe el tiempo regular y aparece el tiempo de fiesta. Uno puede sobrellevar una vida de hincha repleta de fracasos si al menos una vez, ayer, hoy o mañana, de pronto esa seguidilla de malos ratos es fracturada por el momento sacramental en que se es feliz y dichoso.

Creo que en la vida es igual. Por eso tantas malas noches, tantos malos ratos, tantos errores e injusticias, se pueden sobrellevar si al menos atesoramos un momento en que "las cosas se dieron". Solo queda recordar y esperar y luchar para que en algún momento la vida te abrace y te diga: "esto es lo que estabas esperando".

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