El 16 de marzo de 1978, el presidente de la Democracia Cristiana (DC) de Italia y expresidente del consejo de ministros, Aldo Moro, fue secuestrado por las Brigadas Rojas mientras lograba un acuerdo con el Partito Comunista Italiano (PCI) para que estos últimos apoyaran un gobierno de unidad nacional que hiciera frente a una severa crisis política que atravesaba el país.
Tras 55 días de secuestro, acompañado por la consternación nacional, tratativas secretas, debates públicos e indisimuladas traiciones, Moro fue ejecutado por sus captores y su cuerpo fue abandonado en un auto en el centro de Roma, cerrando así una tragedia cívica cuyas ondas gravitacionales siguen agitando el escenario político hasta hoy. Y el imaginario audiovisual también.
En 2003, Marco Bellocchio ganó un premio en el Festival de Venecia por Buenos días, noche, donde repasó el caso desde la perspectiva de una integrante de la célula de secuestradores; y casi dos décadas después, el longevo cineasta volvió a este trauma italiano con Exterior Noche, una serie de seis episodios y cinco perspectivas. Donde (casi) cada episodio se centra en la mirada de alguien, y donde (casi) todos esos alguienes son miembros de una extraña familia encabezada por un tal Paulo VI.
Por ejemplo, en 1986 Gian Maria Volonté interpretó al político asesinado en Il caso Moro; mientras que –antes de tocar el cielo con La Grande Bellezza (2013)– Paolo Sorrentino le dedicó una película al perfil del político democratacristiano Giulio Andreotti (Il Divo, 2008), cuya herida sangrante era su lamentable papel en la pasión y muerte de Aldo Moro.
En 2003, Marco Bellocchio ganó un premio en el Festival de Venecia por Buenos días, noche, donde repasó el caso desde la perspectiva de una integrante de la célula de secuestradores; y casi dos décadas después, el longevo cineasta volvió a este trauma italiano con Exterior Noche, una serie de seis episodios y cinco perspectivas. Donde (casi) cada episodio se centra en la mirada de alguien, y donde (casi) todos esos alguienes son miembros de una extraña familia encabezada por un tal Paulo VI.
Su inicio es bastante desconcertante para quien conoce la historia. Aldo Moro (Fabrizio Gifuni) yace en un hospital, recién liberado de su secuestro y observado por una triada de buitres que se hacen llamar sus camaradas: Giulio Andreotti, Francesco Cossiga y Benigno Zaccagnini. La voz en off de Moro condena a sus camaradas y a su partido desde algo parecido a la ultratumba; y en ese fin llegamos al principio. A las horas previas al secuestro.
El primer episodio está centrado en Moro y en su calma inteligencia; en su devoción religiosa y su virtud como político y padre de familia, a la que apenas puede dedicarle las sobras del día. Con recursos austeros a la vez que intensos, Moro se presenta como la víctima sacrificial perfecta, observada por los ojos de Paulo VI (Toni Servillo, enorme) como su amigo y a la vez como el hijo predilecto de Dios y de la Iglesia. Por ser el mejor activo de su brazo político: la DC, naturalmente.
El secuestro y la posterior consternación nacional ocupan el final del primer episodio y el comienzo del segundo, centrado en el ministro del Interior Francesco Cossiga (Fausto Russo Alesi). Autodefinido como hijo político de Moro, este personaje está en las antípodas de su “padre” prácticamente en todo. Atormentado por no haberlo protegido adecuadamente y con su matrimonio en ruinas, nos enfrentamos a un personaje perturbado, y con un ejército de grabadoras a su disposición para espiar miles de llamadas telefónicas, lo que resulta en un bombardeo de ruido para una mente tambaleante.
Esa sensación de tragedia se dispara con el episodio dedicado a Eleonora Moro (Margherita Buy), tal vez el más logrado de la serie por la interpretación que la actriz hace de un personaje obligado a contenerse, para mantener a la familia unida o para mostrar firmeza ante los de afuera que no saben o no quieren comportarse a la altura. Eleonora debe fingir que sabe lo que hace en circunstancias de que le arrebataron su otra mitad, y pese a todo se enaltece como un polo de cordura en medio del caos.
A la parsimonia de Moro y la desesperación de Cossiga, en el tercer episodio se agrega la mirada de Paulo VI, cuyo título de santo padre se aplica a rajatabla sobre Moro y su familia y sobre la DC, conformando así esta extraña familia extendida que vendría ser la verdadera protagonista de esta serie. Por algo su afiche es un dibujo del escudo de la DC, pero con rozas y una corona de espinas.
El tercer episodio oscila entre las cavilaciones en penumbras de un papa-rey inmóvil –ya enfermo y en silla de ruedas– y los movimientos de sus alfiles y sus torres para lograr la liberación de Moro, logrando ciertos aires de thriller montado sobre un drama triste y sordo. Es a esta altura de la historia, que Bellocchio se luce al mostrar sin mostrar a Andreotti y el Estado que él controla como los verdaderos antagonistas de todos sus esfuerzos. Como el Caín opaco aborrecido por la historia.
A su lado, los secuestradores son solo otra familia, una más precaria y más torpe, observada por la mirada ingenua pero inteligente de Adriana (Daniella Marra), una terrorista acorralada por la mala conciencia, por su pareja, por las Brigadas Rojas y por la clandestinidad. Más que blanquear a las BR, Bellocchio los muestra impulsivos e inconscientes de lo que realmente estaban haciendo, lo que vuelve todo más absurdo y más trágico al mismo tiempo.
Esa sensación de tragedia se dispara con el episodio dedicado a Eleonora Moro (Margherita Buy), tal vez el más logrado de la serie por la interpretación que la actriz hace de un personaje obligado a contenerse, para mantener a la familia unida o para mostrar firmeza ante los de afuera que no saben o no quieren comportarse a la altura. Eleonora debe fingir que sabe lo que hace en circunstancias de que le arrebataron su otra mitad, y pese a todo se enaltece como un polo de cordura en medio del caos.
En la mayoría de sus episodios, la serie rompe su relato con pesadillas, visiones o recuerdos que sazonan y conducen este episodio público a las cuatro paredes de un drama familiar, a la vez que dan la ilusión de que exista otra salida, un final menos trágico, uno en que Moro les pueda decir lo que piensa a sus “hermanos” que lo traicionaron para después volver a su casa.
La realidad suele ser cruel y el epílogo de Exterior noche no escatima en crueldad al contar sucintamente las vidas y las muertes de quienes sobrevivieron a Moro y se beneficiaron con su asesinato. A la larga, este no sirvió más que para darle tiraje a la chimenea de la cúpula de la DC, lo que implicó que poco tiempo después el pueblo italiano tirara la cadena para deshacerse de dicho partido… y terminar gobernado por los fascistas.
La última línea sobre el deceso de la señora Moro, tras 32 años de viudez, es una buena forma de cerrar la puerta a este episodio y de sugerirnos que no la abramos por un buen tiempo.
Acerca de:
Título original: Esterno Notte
País: Italia
Exhibición: Una temporada de seis episodios (2022)
Creada por: Marco Bellocchio
Se puede ver en: Filmin
Comentarios
Añadir nuevo comentario