En su libro La caída, el periodista chileno Francisco Sagredo contó que cuando Harold Mayne-Nicholls perdió la reelección a la presidencia de la ANFP a fines de 2010, sus pares de la Conmebol –es decir, los presidentes de las otras nueve federaciones de Sudamérica– brindaron con champaña.
En cambio, su sucesor, Sergio Jadue, cayó parado en Conmebol, se congració con su gran mogul –el argentino e inefable Julio Grondona– y accedió a suficientes contactos e información como para que la FBI lo reclutara como informante; lo que se cuenta con cierta fidelidad, pero sin mucha gracia, en la serie El presidente (Armando Bo, 2020, Prime Video).
Por centrarse en una figura relativamente insignificante como Jadue, representante de un país futbolísticamente inocuo como Chile, la serie perdió la perspectiva respecto de dónde se encontraba el centro del entramado que hoy conocemos como Fifagate. Y, lo más importante, no escarbaba lo suficiente en las razones de Estados Unidos para investigar la corrupción en el fútbol, y que desencadenó el arresto de siete dirigentes de Conmebol y Concacaf en el lujoso hotel Baur au Lac de Zúrich, el 27 de mayo de 2015.
Así, el Fifagate explotó en la cara de los cientos de millones de aficionados al fútbol en el mundo, y esta serie homónima, co-producida por la Radio y Televisión Argentina (RTA) y el Canal 14 de México, exploraron las circunstancias que convergieron en ese Big-Bang y las consecuencias que han seguido desenvolviéndose hasta el día de hoy.
Por centrarse en una figura relativamente insignificante como Jadue, representante de un país futbolísticamente inocuo como Chile, la serie perdió la perspectiva respecto de dónde se encontraba el centro del entramado que hoy conocemos como Fifagate.
Para ello, confiaron la investigación principal y la coescritura de la serie al periodista argentino Ezequiel Fernández Moores, de mirada lúcida y pluma virtuosa, que construye este relato a base de entrevistas a un conglomerado de periodistas de Estados Unidos, Francia, Brasil, Reino Unido, Alemania, México y Argentina. Como si fuera un Panamá Papers del fútbol, acompañado por un par de abogados y algunos escasísimos dirigentes en condiciones de dar la cara; como el propio Mayne-Nicholls, por ejemplo.
Con Fernández Moores como un narrador inteligente, informado y algo cínico; y con una pléyade de periodistas de todo el mundo escudriñando los más variados detalles del eterno entramado de corrupción residente en la FIFA, todo parece ir bien. El material de archivo se usa con discreción y las animaciones para recrear lo que no se podía filmar no molestan en absoluto, sino que le dan variedad a la explicación y al relato de situaciones complejas.
Todo parece ir bien, y sería perfecto si no fuera porque esta serie de episodios fue construida para ser emitida en una plataforma del Siglo 20: la televisión abierta (TV Pública en Argentina y Canal 14 en México). La televisión abierta, en que los espectadores pueden encender la tele o llegar al canal en cualquier momento, por lo que hay que engancharlos y repetir.
La serie es reiterativa, y bastante, para los (mal) acostumbrados a la implacable linealidad de las maratones de streaming, pero ese defecto se compensa. Con una ejecución ágil y sobria en sus recursos, y sobre todo con el nivel y profundidad del conocimiento respecto de los principales hitos del caso: la escandalosa doble votación que determinó la realización de los mundiales Rusia 2018 y Catar 2022; la ira estadounidense por no obtener la sede para 2022 y su decisión de investigar la corrupción en el fútbol; el reclutamiento del informante central –el también inefable Chuck Blazer– para asediar a la FIFA; el arresto masivo del Baur au Lac; y el reclutamiento de otro informante clave, el empresario televisivo Alejandro Burzaco. Clave, por ser uno de los intermediarios de las cascadas de coimas que descendían desde las grandes compañías televisivas (conocidas por todos) hasta los dirigentes del fútbol.
El principal valor de este reportaje/documental está en su capacidad de dar cuenta de los hechos –juicios, delaciones y muertes sospechosas– e interpretarlos de una manera comprensible y, además, coherente con los mismos hechos.
Sin embargo, esta secuencia aparentemente lineal de hechos policiales, es tratada por la serie como un laberinto de idas y vueltas, que requieren explicaciones y digresiones para armar un mapa lo más completo posible, de modo que no se sacrifique la explicación en aras del mero relato.
El principal valor de este reportaje/documental está en su capacidad de dar cuenta de los hechos –juicios, delaciones y muertes sospechosas– e interpretarlos de una manera comprensible y, además, coherente con los mismos hechos.
Y lo mejor es que todo esto puede expresarse en preguntas: ¿por qué el Fifagate solo afectó penalmente a dirigentes de Conmebol y Concacaf? ¿Por qué las investigaciones judiciales estadounidense sobre pago de coimas por los derechos de televisión solo llegaron a los intermediarios y no a Televisa, Fox u O Globo, las grandes corruptoras en todo esto?
De esta manera, la complejidad de la explicación decanta en los últimos dos capítulos en la simpleza, una simpleza que se condice con el cinismo de Fernández y con las viejas y amargas máximas que describen el funcionamiento del mundo: el pez grande se come al más chico, o la justicia es como las serpientes, pues muerde solo a los descalzos, o todo cambia para que todo siga igual; y que en el fútbol parecen pesar el doble.
Sin siquiera meterse en la influencia que ejerce la Conmebol en sus competiciones a través de los arbitrajes, ni escudriñar en el inevitable efecto corruptor de la omnipotencia de los representantes de jugadores, o de las casas de apuestas como sponsors, este documental disuade convincentemente de tomar en serio a la Conmebol y a cualquier cosa que organice.
También disuade de tomar en serio a la justicia estadounidense y su independencia respecto del poder económico y político de su país, pues en la práctica no fue más que un instrumento para sacar a ciertos actores del mercado, de modo que ese espacio fuera llenado por empresas y empresarios estadounidenses. Para colmo, la fiscal que impulsó el caso, Loretta Lynch, hoy trabaja para un estudio de abogados entre cuyos clientes está la FIFA.
Una simpleza que se condice con el cinismo de Fernández y con las viejas y amargas máximas que describen el funcionamiento del mundo: el pez grande se come al más chico, o la justicia es como las serpientes, pues muerde solo a los descalzos, o todo cambia para que todo siga igual; y que en el fútbol parecen pesar el doble.
Una FIFA que también tuvo su golpe de estado, con la doble caída de Blatter y Platini, y la irrupción de Gianni Infantino, posible delator de los recién nombrados y muy congraciado con Estados Unidos. De hecho, el Mundial 2026 será en EE. UU., México y Canadá.
Y si algo enseña este documental, es que en el fútbol ya no hay casualidades.
Acerca de…
Título: Fifagate, por el bien del fútbol (2021)
Nacionalidad: México y Argentina
Investigado por: Ezequiel Fernández Moores
Duración: seis episodios (de 35 minutos cada uno)
Se puede ver en: YouTube
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