La muerte de Hugo Morales en La Moneda, un acontecimiento que debe conmovernos profundamente por su sacrificio y dolor, también expone la levedad de las convicciones con las que nuestras autoridades están gobernando. Hugo, quien trabajaba como gásfiter en el Palacio de Gobierno, falleció de un ataque cardíaco tras extenuantes 18 horas de trabajo, precisamente ahí, donde los que mandan son el Partido Comunista, el Frente Amplio y el Partido Socialista.
Esas 18 horas no eran una excepción, se venían sumando a muchos otros meses, días y años de extenuantes jornadas cargadas de abuso y explotación. ¿Para qué esta vez? Para terminar una urgente sala de lactancia que necesitaba el Palacio. La sala no podía esperar, y era imposible cortar el agua en la mañana. Por eso, los trabajadores tuvieron que hacerlo en turnos nocturnos. Ese día, el de su muerte, el Presidente llegó al Palacio en bicicleta, casi al medio día. No usaré el argumento mañoso de la derecha, que ha dicho sobre este caso, tímidamente: "y eso que este es el gobierno de las 40 horas", porque esa posición es engañosa porque que ese proyecto, cuando se mira con lupa, no es más que una gran oportunidad para flexibilizar aún más el mercado laboral chileno.
A mi lo que me inquieta es lo que he escuchado argumentar a funcionarios que son también militantes del Frente Amplio: ¿cómo es posible que esos servicios no hayan estado externalizados? Como si lo esperable fuera que el rol de un gobierno de izquierda fuera no corregir el mercado, sino que, al revés, dedicarse a sacar gente de la seguridad de los sindicatos, para llevárselos a la incertidumbre de la subcontratación, a la ley de la selva donde el trabajo es sólo un commodity más con el que jugar y especular.
¡Es que es muy caro!, dicen. Bueno, pues entonces que el gobierno cumpla una de sus promesas principales, esa que decía que no se iban a subir los sueldos ni ellos ni sus asesores. Pero no, se duplicaron los sueldos, y sin ponerse un poquito colorados siquiera. La cosa es que hoy en las catacumbas de La Moneda muere gente de explotación y pobreza, mientras en el segundo piso los asesores/militantes apuestan a que pasen pronto estos cuatro años para que puedan comprarse ese merecido departamento en la playa.
¿Cuál era nuestro objetivo cuando la izquierda era izquierda? Proteger a las personas de la humillación del abuso, del dolor de la explotación. Era protegerlas de la pobreza, sacarlas de ahí y que no volvieran a caer en ella. Queríamos hacerle más fácil y más libre la vida a las personas a través de una propuesta de orden y planificación. Nuestro objetivo era que la gente pudiera realizarse a través de sus empresas, estudios o familias, porque, si les iba mal, fracasaban o se enfermaban, ahí iba a estar el Estado para apoyarles. Le ofrecíamos a la gente, ni más ni menos, el compromiso de una organización democrática con capacidad política que corrigiera el mercado y los defendiera de sus abusos. De eso se trataba.
Pero es que claro, qué más se les puede pedir a un grupo de personas que llegaron a habitar el poder, no a usarlo. No le podemos pedir explicaciones sobre las raíces del árbol a los pajaritos que solo vinieron por una primavera huacha, a hacer entre sus ramas un nido que después van a abandonar. Si quieren vivir como poetas infrarrealistas, sin timón y en el delirio, está súper bien, pero buscaron la presidencia y ahora les toca gobernar.
Íñigo Errejón, el político español que hasta hace semanas fungía como baluarte intelectual y moral del Frente Amplio, enfatizaba que el problema del mundo moderno era la salud mental. De hecho, el Presidente Boric usaba los discursos y énfasis de Errejón para plantear él también a la salud mental como uno de los mascarones de proa de lo que iba a ser su gestión. Pero esa es otra prueba más de la flojera de sus convicciones. Porque si trabajas 18 horas, no descansas, apenas comes, te basurean en ese lugar donde estas dejando tu vida, no alcanzas a ver a tus hijos crecer, tampoco te alcanza para salir de vacaciones, no tienes tiempo para comerte un asado con los que amas, menos para salir a caminar o tomar una cerveza con tu esposa después de tomar la once, lo que tienes no es depresión, es explotación. Lo que tienes es un problema de abuso laboral, de desprotección, de injusticia social. Una pastilla te ayudará a dormir, pero no solucionará el problema de fondo. La izquierda tiene que ir a solucionar las causas, no a subvencionar antidepresivos a la gente, para que se banquen los malos tragos en la pega.
Siento rabia. Es momento de que nuestras autoridades reflexionen sobre el verdadero significado de gobernar con convicción y justicia social. No basta con habitar el poder; hay que utilizarlo para proteger a quienes más lo necesitan. La muerte de Hugo Morales no debe ser en vano. Debe ser un llamado de atención para retomar los principios fundamentales que alguna vez guiaron a la izquierda: la defensa de los trabajadores, el respeto por sus derechos y la construcción de un país más equitativo. Es hora de dejar atrás la levedad de las promesas y asumir con peso y responsabilidad el compromiso con nuestro pueblo. Aprovecho esta columna para expresar a la familia de Hugo Morales, mis respetos y mi pésame.
Comentarios
Mientras voy leyendo el
buena columna, da en el cayo,
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