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Viernes, 18 de Julio de 2025
Estudio académico, parte I

La “Muqawana” o resistencia: la doctrina que practica Hamás contra Israel

Beatriz Gutiérrez López

Combatientes de Hamás

Combatientes de Hamás
Combatientes de Hamás

La autora, cientista política especializada en Relaciones Internacionales y máster en Seguridad y Defensa, publicó este artículo en 2015 en la revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos. “El propósito de este artículo es precisamente presentar y clarificar el sustrato doctrinario propio sobre el que el Movimiento de Resistencia Islámico se asienta y cómo esta doctrina incide en la concepción de la lucha armada desarrollada por Hamas”.

La consideración de Hamas como un movimiento insurgente que busca la destrucción del Estado de Israel y la construcción de un Estado islámico en el territorio de la Palestina histórica se sustenta sobre una base doctrinaria propia denominada “doctrina de la muqawama” o resistencia.

En las últimas décadas el mundo occidental ha asistido a la proliferación de una serie de conflictos armados relacionados de un modo u otro con diferentes grupos musulmanes yihadistas en el escenario de Oriente Medio. Sin embargo, el caso de la tercera guerra de Gaza en los meses de julio y agosto del pasado 2014 consolidó la existencia de una pauta protagonizada por un grupo militante cuyos orígenes fundacionales se remontan a 1987, si bien hunde sus raíces en la expansión de los Hermanos Musulmanes durante la década de los cuarenta por la región. Nos estamos refiriendo al Movimiento de Resistencia Islámica, Hamas.

Definimos insurgencia como el movimiento popular que tiene por finalidad el derrocamiento de un poder (gobierno, poder ocupante, o autoridad política) establecido a través de la lucha prolongada por medios políticos y armados como son la subversión -y el amplio espectro de actividades de carácter político que conlleva-, la insurrección, la lucha armada o el terrorismo. Asumiendo que cada uno de los principales tipos de insurgencia contemporánea presentan procedimientos de combate específicos adoptados como opción estratégica racional acorde con la ideología en la que se sustentan, y que mantienen en todos los casos elementos estructurales básicos comunes, como son unas bases sociales afines y la consolidación de un territorio que se pretende liberar, podemos apuntar a Hamas como un actor insurgente cuyas características encajan con la definición propuesta.

El propósito de este artículo es precisamente presentar y clarificar el sustrato doctrinario propio sobre el que el Movimiento de Resistencia Islámico se asienta y cómo esta doctrina, denominada “muqawama” o resistencia, incide en la concepción de la lucha armada desarrollada por Hamas.

El concepto de 'Muqawama' como doctrina insurgente

El término “muqawama” significa “resistencia” o, con mayor precisión, “combate permanente” o “guerra persistente”. Las primeras nociones de esta doctrina se elaboran en el seno de las cúpulas político-militares de dos movimientos insurgentes propios de la región de Oriente Medio y de la lucha contra Israel como son Hizbullah y el germen del propio Hamas, a finales de los años ochenta.

Autores de marcado signo islamista como Abdullah al-Azzam y Yussuf al Qaradawy contribuyeron con sus obras y predicación a la configuración teórica de la doctrina de la muqawama, estableciendo las líneas jurisprudenciales a seguir en aspectos como la diferenciación entre suicidio (intihar) y martirio (istihad), la conceptualización del territorio o la posibilidad de establecer un alto el fuego con el enemigo.

La puesta de largo de la doctrina de la resistencia no se produjo hasta ya entrado el siglo XXI, primero durante la segunda guerra del Líbano (julio de 2006) entre Hizbullah e Israel, y las tres guerras de Gaza entre Hamas e Israel en diciembre 2008-enero 2009 (Operación Plomo Fundido),6 Noviembre 2012 (Operación Pilar Defensivo) y julio agosto de 2014 (Operación Margen Protector).

Pero, ¿cuáles son los elementos constitutivos de la doctrina de la muqawama para que la podamos considerar como una doctrina insurgente? La conceptualización de la lucha armada se inscribe en un determinado conjunto de aspectos, como son:

Adaptabilidad y pragmatismo. Un elemento clave para la supervivencia de cualquier insurgencia es la capacidad de adaptación a los cambios en el ecosistema de conflicto, capacidad que se debe mostrar tanto en el espectro político como en el social y militar. Por ello la doctrina de la muqawama basa esta adaptabilidad en un elevado grado de pragmatismo que en gran medida también podemos vincular a la doctrina de la dawa.

La doctrina de la dawa es herencia directa de los Hermanos Musulmanes y se sustenta sobre el principio de retornar a los valores islámicos tradicionales a través de la educación, el estudio del Islam y la provisión de servicios sociales como forma de reconstrucción identitaria. Como se verá más adelante, dawa y muqawama se entremezclan en la articulación doctrinaria insurgente de Hamás y, mientras la segunda permanece fundamentalmente estable, la primera dota al conjunto del sistema teórico de la flexibilidad necesaria para readaptarse a los cambios en el ecosistema de conflicto.

Concepto de victoria. Vital en cualquier conflicto armado resulta la noción que cada contendiente contempla del término “victoria”. Mientras que la victoria militar según la doctrina occidental se define como la destrucción del enemigo o sus capacidades militares, la doctrina de la muqawama plantea el concepto sobre parámetros más flexibles: por una parte la victoria militar consiste en negar al enemigo -Israel, en este caso- la consecución de sus objetivos operativos, y por otra parte, la victoria es la resistencia como tal, es decir, soportar un nivel de daños en la estructura organizativa y en las infraestructuras militares propias que permitan pese a todo continuar realizando acciones armadas de hostigamiento. Esta definición de victoria es especialmente relevante en términos de mantenimiento de las cotas de legitimidad del movimiento y de cohesión en sus bases sociales, puesto que rebaja el umbral de expectativas militares desde la destrucción del enemigo a la mera supervivencia.

Concepto de paz. La paz no es una opción, puesto que el propio concepto de muqawama se asocia con resistencia permanente. Esta continuidad de la lucha armada contra el invasor-enemigo se asemeja con la “guerra prolongada” contemplada en modelos insurgentes clásicos y especialmente en el modelo maoísta. La guerra debe proseguir, pues, hasta la victoria, contemplándose tan solo su interrupción en el caso jurisprudencialmente reconocido de una hudna o alto el fuego prolongado o armisticio, o en el de un alto el fuego temporal y de mayor brevedad, comúnmente conocido como la tahdia (en árabe, calma).

El concepto de hudna se fundamenta en el Tratado de Hudaibiyya, del año 628, cuando Mahoma y sus seguidores trataron de realizar la primera peregrinación a la Meca y, tras enfrentarse con la tribu de los Quraish suscribieron un tratado de alto el fuego de carácter prolongado durante diez años. Dicho tratado contemplaba bien la rendición de los Quraish y su conversión al Islam, o bien la reanudación de las hostilidades tras el tiempo fijado, que podía ser utilizado por ambas partes y especialmente por las fuerzas de Mahoma, para rearmarse y recuperar sus fuerzas. El concepto de tahdia, por el contrario, responde a una reinterpretación consuetudinaria de la hudna, y con frecuencia se asocia a declaraciones unilaterales de cese de hostilidades; el hecho de la unilateralidad es sin duda una de las principales diferencias respecto a la hudna, pues ésta implica el reconocimiento de la existencia –si bien no necesariamente su legitimidad como actor- de la contraparte suscriptora del armisticio, mientras que la tahdia por una parte no precisa efectuar reconocimiento alguno de hecho o de derecho desde su unilateralidad, y por otra puede quebrantar sin repercusiones morales ni jurídicamente sancionables el alto el fuego.

Percepción de la asimetría. La asimetría se considera como parte fundamental de la estrategia. La doctrina de la muqawama no busca el equilibrio de fuerzas, sino el enfrentamiento por medios y procedimientos no convencionales -guerrilla, terrorismo- que quiebren la moral del enemigo debido a la falta de adecuación entre medios y procedimientos regulares propios de un ejército y el ecosistema de conflicto que la muqawama construye. A consecuencia de este planteamiento de la asimetría pero también en relación con el ya mencionado aspecto de la adaptación se busca continuamente la mejora e innovación armamentística y tecnológica con la finalidad de mantener el factor sorpresa, y con él la capacidad de hostigamiento, en futuros enfrentamientos.

El sacrificio personal o yihad mayor y su integración en la “guerra santa” o yihad menor. Las bases sociales de la insurgencia según la doctrina de la muqawama se conciben como un bloque sin diferenciación entre combatientes o muyahidín y apoyos pasivos o activos no implicados en la lucha armada. El sacrificio personal del muyahid o combatiente en la guerra santa (en adelante, yihad) se convierte en piedra angular de la doctrina de la muqawama, al comprometer la vida del combatiente y ponerla al servicio de la yihad.

La concepción de la población civil. Derivado del aspecto anterior, el valor de la población civil como bases sociales varía respecto a otros modelos insurgentes contemporáneos. Mientras que en los modelos clásicos insurgentes el mantenimiento de la legitimidad se halla íntimamente vinculado a garantizar la seguridad física de la población en los territorios liberados, la doctrina de la muqawama articula al conjunto de la población como combatiente en el proceso insurgente. Retomando el tema del sacrificio personal, los ideólogos de la muqawama ampliaron el significado del concepto “shahid” o mártir hacia todo aquel individuo fallecido en el contexto de la resistencia prolongada contra el ocupante. Así, shahid no solo es el combatiente que se inmola (Ishtishhad), sino también aquel que fallece en un accidente de tráfico en una carretera israelí.

El hecho de que la muqawama presente tanto al muyahid como al shahid o mártir con una carga semántica ampliada que va del propio combatiente al espectro de las bases sociales de la resistencia no necesariamente implicadas en la yihad no puede pasarse por alto, pues es uno de los elementos específicos de la doctrina, al eliminar la diferenciación entre población civil y combatientes en el ámbito interno de la propia insurgencia, mientras que esta separación se mantiene a efectos propagandísticos de cara al ecosistema de conflicto y, dentro de éste, de cara a la opinión pública internacional, con el impacto que ello conlleva por el ya mencionado tema de la muerte de civiles.

Percepción del territorio. La importancia concedida por la doctrina de la muqawama al territorio varía con respecto a la que los modelos insurgentes clásicos le otorgan y en los que se acentúa el peso del área liberada y convertida en base segura desde la que expandir la lucha armada. Por el contrario, la doctrina de la muqawama relativiza el valor del territorio controlado efectivamente, para primar la importancia de negar al enemigo dicho control efectivo sobre la zona.

Por ello, el territorio se concibe no solo como base segura, sino también como área de operaciones. Ello significa que el territorio liberado se emplea tanto para la construcción de una suerte de para-estado insurgente a lo largo de diversos estadios de control -que van de la construcción de redes asistenciales y de provisión de servicios a la consolidación como gobierno de facto-, como para el desarrollo de la lucha armada y como plataforma de lanzamiento de operaciones contra el enemigo. Prima el sentido operativo sobre el territorio por encima de su valor propiamente físico, inserto todo ello en el marco de una guerra prolongada, por lo que el territorio –y en ello sí encontramos coincidencias con la doctrina insurgente maoísta- puede perderse y recuperarse, siempre que ello no redunde en la limitación de las capacidades operativas insurgentes.

A estas consideraciones operativas, debemos añadir por su pertinencia algunas cuestiones aclaratorias de carácter religioso-identitarias. En primer lugar desde el prisma religioso, Palestina es considerada Dar al-Islam o suelo musulmán perteneciente a la Umma y ocupado por una entidad infiel -Israel-, por lo que de acuerdo con la articulación teocrática del Corán a la Umma debe ser reintegrada tras una lucha prolongada sine die generación tras generación.

Siguiendo esta línea argumental, Palestina es waqf, o donación divina a los fieles musulmanes, por lo que es inalienable, en aras de su íntegro mantenimiento de generación en generación hasta el fin de los tiempos. En segundo lugar y desde el prisma identitario, esta lucha prolongada se sustenta en el concepto del fellah o campesino como referente cultural que ilustra el modelo de guerra heroica que la doctrina de la muqawama preconiza, basada en dos elementos clave: sumud (firmeza) y sabr (paciencia), cualidades básicas del oficio del labrador y que la doctrina de la muqawama recupera como sustrato identitario palestino para la guerra prolongada, en una metáfora que vincula la firmeza del cultivo de una tierra agreste como la palestina y la paciencia de la espera estacional a que finalmente la tierra dé sus frutos con la perseverancia ante un enemigo poderoso como el israelí, hasta que finalmente sea derrotado por la firmeza en la lucha del muyahid palestino, a pesar del desequilibrio material y tecnológico entre ambos contendientes.

Agricultura palestina, base de la fuerza y la paciencia de Hamas

Agricultura palestina, base de la fuerza y la paciencia de Hamas
Agricultura palestina, base de la fuerza y la paciencia de Hamas

Derramamiento de sangre por encima del mantenimiento del territorio. La clave es causar todas las bajas posibles al enemigo. Al igual que sucede en la concepción de la población civil propia, el conjunto de la población enemiga -israelí- es percibida como combatiente, por lo que el objetivo es el hostigamiento a la población israelí en su conjunto, negándole la capacidad de tomar la iniciativa y obligándola a responder reactivamente al curso de los acontecimientos. En este sentido, la ampliación del territorio como base insurgente o área de operaciones, queda relegada a un segundo plano, dando primacía a la generación de bajas, lo cual cobra mayor importancia debido al bajo nivel de tolerancia de la sociedad israelí (y sociedades occidentales en general) a la muerte de civiles, en contraposición a la doctrina de la muqawama, que vincula la idea del caído con la del mártir.

La yihad y el nacionalismo. Relacionado con el territorio se encuentra la relación entre lucha armada y nacionalismo, y la rearticulación que ambos conceptos sufren en la cosmogonía de la doctrina insurgente de la muqawama. La lucha armada se concibe como parte de la yihad o lucha armada contra el infiel, en el caso de Palestina como recuperación de una parte de la Umma ocupada por un actor kafir o infiel como es Israel. Por ello, la cuestión nacionalista queda supeditada a la religiosa y por tanto a la doctrina de la muqawama, como mecanismo de integración de una noción laica, y en consecuencia contraria a las enseñanzas del Islam, que incide en divisiones artificiales y también seculares de la Umma, dentro de la articulación religiosa islamista, donde la unidad del territorio está fuera de todo cuestionamiento.

El actor insurgente: Hamas

Centrándonos en los aspectos de Hamas que más atañen a la adopción de la doctrina de la muqawama como estrategia de combate, debemos partir de los años setenta, en los que la rama palestina de los Hermanos Musulmanes, implantada en Palestina –y especialmente en la Franja de Gaza- en los años cuarenta y que se hubo de mantener en la clandestinidad primero por la prohibición egipcia y posteriormente por la ocupación israelí.

Los Hermanos Musulmanes pasaron a lo largo de los años cincuenta y sesenta a estructurarse alrededor de un líder local, Ahmad Yassin, refugiado procedente de Ashkelon y que en su juventud quedó tetrapléjico debido a un accidente; ello no fue óbice para que completase sus estudios y se convirtiera en un experto en jurisprudencia islámica hasta ganarse el título de jeque por sus prédicas en las mezquitas gazatíes.

Bajo el liderazgo de Yassin los Hermanos Musulmanes comienzan un periodo de organización a lo largo de la década de los setenta, basado en la construcción de una red de mezquitas y complejos asistenciales que comprendían, entre otros elementos, guarderías, clínicas y escuelas. Estos esfuerzos fraguaron en 1976 en la fundación del Centro Islámico como red coordinadora de todas estas actividades y que logró incluso la fundación de la Universidad Islámica de Gaza con la anuencia israelí.

La organización del movimiento continuó de forma soterrada ganando adeptos, si bien no es hasta el estallido de la primera Intifada en diciembre de 1987 cuando la necesidad de dotar al movimiento con capacidades militares se hizo perentoria, tanto por la propia escalada de tensión frente a Israel, como por la aparición de grupos islamistas competidores como Yihad Islámica Palestina, implicados en acciones armadas que comenzaron a restar los apoyos más radicales a los Hermanos Musulmanes.

En este momento la rama palestina de los Hermanos Musulmanes se reconvierte en el Movimiento de Resistencia Islámica, conocido por su acrónimo Hamás, dotándose ya desde su comienzo de una incipiente unidad armada conocida como Majd (gloria), centrada en la persecución de colaboradores con el gobierno israelí, si bien pronto llama la atención de las autoridades israelíes, que comienzan a perseguir tanto a la cúpula como a los principales activistas del Movimiento. Paradójicamente, ya desde estos estados iniciales la nueva organización da grandes muestras de resiliencia ante la táctica contrainsurgente de las decapitaciones de la estructura insurgente, sustituyendo sucesivamente una cúpula por otra, siempre bajo las directrices del jeque Yassin, estuviese libre o en prisión.

Al hilo de esta dinámica de decapitaciones de la estructura político-militar de Hamas Israel añade una nueva táctica en muchos casos insuficientemente valorada por las fuentes en el análisis del caso de Hamás y el desarrollo de la doctrina de la muqawama. Nos referimos a las deportaciones, herramienta empleada por Israel al margen de la legalidad internacional y consistente en apresar a militantes vinculados a las diversas formaciones activas durante la primera Intifada y trasladarlos en autobús hasta la zona desmilitarizada y ocupada por Israel al sur del Líbano. Este fue el caso en diciembre de 1992 de cerca de 415 miembros de Hamas y Yihad Islámica Palestina, tanto altos cargos como medios, que fueron deportados durante cerca de un año en la zona montañosa del sur del Líbano, denegándoseles el acceso a Israel.

Sin embargo, pese a las dificultades, los miembros deportados supieron aprovechar la oportunidad que les brindaba operar desde un espacio ajeno al control israelí, y ello es de gran importancia por dos causas. En primer lugar, los efectivos deportados de Hamás entraron en contacto con un grupo armado ya establecido en la región con quien establecieron pronto estrechas relaciones; nos estamos refiriendo a Hizbullah, de quien Hamás adoptó nociones tanto teóricas como prácticas acerca de su doctrina insurgente, articulación político-militar y nuevos procedimientos tácticos como los ataques suicidas o el uso de túneles.

En segundo lugar, y posiblemente influidos por el ejemplo de Hizbullah y favorecidos por la posibilidad de celebrar reuniones en el campamento de Marj al-Zuhur –construido por los propios deportados- con los miembros de Hamás que residían en países del Golfo, Líbano, Jordania o Siria, la cúpula deportada de Hamás decidió llevar a cabo una subdivisión organizativa, de modo que la entidad continuase siendo operativa a pesar de las maniobras de decapitación israelíes.

Es en este momento cuando la cúpula de Hamás se desdobla en dos mandos políticos, interior bajo la dirección del jeque Yassin, y exterior –conocido como Bureau Político, bajo el mando de Khaled Meshaal-, a lo que se unía la Shura al-Majlis o consejo del Movimiento, el consejo de presos que coordinaba las acciones y comportamiento de los miembros encarcelados de Hamás, y lo que es de mayor importancia para el propósito de este artículo, el brazo militar, las Brigadas Izz al-Din al-Qassam, que pese a su total integración en el aparato de Hamás gozaban de autonomía operativa, lo cual garantizaba la capacidad de la organización de poder llevar a cabo acciones armadas incluso en casos de quiebra de la cúpula política debido a la acción contrainsurgente israelí.

Hamas y las Brigadas al-Qassam se convirtieron en los protagonistas de la lucha armada en el periodo entre Intifadas (1993-2000), con la finalidad de boicotear tanto los Acuerdos de Oslo como el proceso de institución de la Autoridad Nacional Palestina. El primer atentado suicida de las Brigadas al-Qassam tuvo lugar en 1994, en respuesta al ataque de un colono a los fieles musulmanes que oraban en la mezquita de Ibrahim, en Hebrón, durante el mes de Ramadan. La tendencia en el uso de atentados suicidas se prolongó durante una década, hasta la desactivación de la II Intifada en torno a 2004.

Finalmente, entre 2005 y 2007 se produjo una serie de acontecimientos que obligaron a Hamás a readaptar sus procedimientos de combate. En primer lugar, en 2005 el gobierno israelí de Ariel Sharon decidió unilateralmente retirarse de la Franja de Gaza y desmantelar sus asentamientos y bases militares en la misma, dentro del marco de un intento de reactivar el proceso de paz según sus propias condiciones.

Sin embargo, la retirada israelí vino acompañada del bloqueo de la Franja y de la separación física de ésta respecto a Cisjordania, imposibilitando cualquier tipo de acción coordinada entre ambas subsecciones de Hamás. Ello llevó a la organización, cuyo núcleo duro continuaba en la Franja, a desarrollar una nueva táctica basada en el uso de cohetes, de la que se hablará más adelante. En segundo lugar, y también dentro del marco del reactivado proceso de paz, la Autoridad Nacional Palestina bajo el gobierno de Mahmud Abbas inició un proceso electoral legislativo. Por primera vez en su historia, Hamás decide participar y vence en los comicios, desatándose una oleada de violencia entre ésta y al-Fatah, partido tradicionalmente en el poder y que controlaba las instituciones de la Autoridad Nacional Palestina, incluidas las sobredimensionadas fuerzas de seguridad, y que se negaba a ceder el poder a Hamás.

El caos resultante se pudo considerar una guerra civil entre las facciones armadas de ambos movimientos, con la derrota y expulsión de gran parte de los efectivos de al-Fatah de la Franja deGaza y la toma de control por la fuerza de las instituciones por parte de Hamas en 2007, fecha que abre un inestable periodo de gobierno protagonizado por la reforma del sector de la seguridad en Gaza bajo la autoridad de Hamás y la redefinición de sus relaciones internas como gobierno y como actor insurgente.

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