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Sábado, 18 de Octubre de 2025
[Sábados de (not) streaming - Películas]

La ola: Grandes gestos y grandes riesgos

Juan Pablo Vilches

Este musical sobre las huelgas feministas de 2018 apuesta fuerte en cuanto a volumen, forma y temática, y por ello sus caídos y logros son grandes y visibles. Así y todo, tiene todo para convertirse en un hito de nuestra filmografía.

En 2008 se estrenó en Alemania una película llamada La ola (Dennis Gansel), consistente en el experimento realizado por el profesor de un colegio con el fin de transmitir a sus alumnos la experiencia de vivir en un régimen totalitario y de derecha. Es decir, nazi. 

Basándose en el poder cohesionador de los símbolos y de los rituales colectivos, el profesor logra generar un movimiento cerrado, férreo e intolerante, que le arrebata el experimento de las manos en cuanto satisface las carencias individuales de varios de sus miembros. Por lo mismo, el conjunto derrapa un poco al decantarse hacia un drama adolescente, pero la premisa y su potencial quedaron ahí.

Por el contrario, La ola (Sebastián Lelio, 2025) equilibra de mejor manera el impacto público de las huelgas feministas de 2018 con el drama personal de Julia (Daniela López), una estudiante de música. Y, por el hecho de montar la historia sobre el género musical, toma riesgos mayores, lo que se nota en sus aciertos y en sus fallos.

Todo empieza en una fiesta con música electrónica, construida como un paraíso estridente y  efímero donde todo parece encajar, como el propio Lelio ya ejecutó en su premiada Una mujer fantástica (2017). Sin embargo, este es solo el preludio de una escena aparentemente romántica de Julia con su ayudante Max, cuya consumación se nos oculta y cuyas consecuencias son hábilmente dosificadas a continuación.

Y esto, porque el creciente malestar entre las estudiantes de la Facultad de Artes de la ficticia Universidad Nacional ante los abusos y maltratos de parte de sus compañeros varones y sus profesores, corre en paralelo con la paulatina conciencia de Julia acerca de lo que pasó en la noche de marras. Acompañada de un lento acopio de valor y lucidez para dilucidar lo ocurrido y narrarlo con las palabras precisas: eso que la película resume hábilmente en la expresión “sacar la voz”.

En este proceso se nos cuenta que Julia proviene de una familia matriarcal que comercia desde su tienda en el centro, que es la primera generación que accede a la educación superior y que estudia con beca. También se la perfila como una persona fuerte de voluntad y de carácter, los que sin embargo son socavados por sus propias dudas acerca del episodio con Max y por los múltiples testimonios de abusos narrados por sus compañeras de universidad. Los que se le vienen encima como una ola.

Tal vez se nota demasiado que la película está dividida en dos mitades, donde la primera es antes que todo una preparación para el despliegue de energía y movimiento de la segunda, que empieza con la toma feminista de la Universidad Nacional. Es llamativo que esta institución tiene a la vez la arquitectura del Instituto Nacional, la Biblioteca Nacional y del GAM, porque es una universidad que es todas las universidades, y esto era necesario para encapsular en un solo escenario algo que en 2018 tuvo un alcance mayor.

Y corresponde usar la palabra escenario porque el hecho de que la toma naciera en la facultad que agrupa a música, teatro y arte da el sostén diegético para que los números musicales irrumpan con total naturalidad, cargada además de percusiones pesadas, coros tribales y coreografías masivas, gentileza –creemos– del subcontinente indio.

Lo pasmoso es que este gran despliegue de energía –el que es un correlato creíble del movimiento de 2018– corre en paralelo con Julia deambulando por la casa central de la universidad, literalmente rascando las paredes en busca de una respuesta y de un sostén a esa voz (la suya) que se hizo pública antes de asentarse realmente en su conciencia. Así, el proceso de Julia y el movimiento feminista se confunden y se revuelven entre la realidad y la fantasía, entre lo público y lo privado, y –muy importantemente– entre las masas en movimiento y la pavorosa soledad de la protagonista. 

El resultado es desbordante y arriesgado. Tenemos discusiones de ética pública relativas al consentimiento al ritmo de algo parecido a Bollywood, incluyendo las voces de las mujeres,  los hombres, el Estado y las leyes; así como los argumentos del machismo institucional, del feminismo burgués y de las estudiantes que denuncian su doble opresión de sexo y de clase. Así como el cuestionamiento al hecho de que todo esto sea dirigido por un hombre, realizado a través de las ruinas de la cuarta pared.

¿Los argumentos son expuestos con claridad? En general, sí. ¿Encajan con la versificación que demanda un musical? Casi siempre, aunque se nota mucho cuando no ocurre. ¿Es algo que se haya visto en una película nacional? No.

La huelga se cierra con unos acuerdos que son leídos por la secretaria del rector (Tamara Acosta) como un contrato entre partes, como un fallo judicial y como un decreto del destino y del peso de la noche, que cae sobre Julia y el movimiento como una decepción y una derrota.

Llama la atención que esa lectura de tono profético no considerara que el estallido de 2019 tendría un fuerte elemento feminista que se globalizó gracias a Las Tesis, o que el voto de las mujeres jóvenes –de las Julia Espinoza de este país– fue el que más pesó para voltear la propuesta constitucional liderada por los republicanos.

Lo que aquí se encapsula como una derrota fue apenas un traspié de una lucha que sigue y que seguirá, y en el que esta película tiene un rol pequeño en comparación con otros sucesos y otros actores. 

Por el contrario, su importancia se ancla en su gestación y en sus decisiones: que sus palabras, versos y melodías sean mayoritariamente escritas por mujeres; que el set de filmación opere como un espacio de debate público cantado y bailado; que, en último término, haya demostrado que películas como esta sí se pueden hacer en Chile.

Tal vez para disipar el ánimo derrotista es que la película se cierra con Julia y tres compañeras que la abrazan bajo la lluvia, diciéndole que no está sola, que nunca lo estuvo; y que la culpa no era suya ni dónde estaba ni cómo vestía.

Acerca de…

Título original: La ola (2025)

Nacionalidad: Chile y EE. UU.

Dirigida por: Sebastián Lelio

Duración: 129 minutos

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