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Martes, 14 de Octubre de 2025
[Revisión del VAR]

Lo que queda del Clásico del Pacífico

Roberto Rabi González (*)

“El Clásico del Pacífico, en su historia, siempre fue símbolo de rivalidad y orgullo, pero ahora, más allá de la rivalidad, es un reflejo de una crisis futbolística compartida: la búsqueda de identidad, resultados y estabilidad en medio de un período complejo para ambos países”.

El Clásico del Pacífico -entre Chile y Perú- en el fútbol siempre ha sido más que un partido. Refleja las historias, las expectativas y las realidades de dos naciones con raíces compartidas, pero trayectorias distintas. Sin embargo, hoy, en un contexto de eliminatorias y copas internacionales, esa comparación revela una crisis que, aunque similar en su superficie, tiene matices distintos en cada país.

Perú, con su reciente participación en las eliminatorias rumbo al mundial de 2026, ha mostrado una demolición de sus expectativas. La selección peruana no logró avanzar a la cita mundialista tras una campaña marcada por malos resultados, poca claridad en su juego y una participación de sus clubes en copas internacionales que ha quedado por debajo de las expectativas, con eliminaciones tempranas y actuaciones que no logran consolidarse en el tiempo. La última gran frustración la vivió Alianza Lima, en la Sudamericana. Después del amistoso reciente contra Chile, donde la prensa chilena cuestionaba la relevancia y el nivel del partido, queda en evidencia que Perú busca definir su identidad futbolística en medio de una crisis estructural y de resultados. 

Pero la historia de Perú en el fútbol no es precisamente una seguidilla de éxitos: han clasificado solamente en cinco oportunidades a un Mundial, la última en 2018. Si somos justos, fuera de la generación dorada de los peruanos, en los años 70, en que tuvieron buenas actuaciones en los mundiales de 1970 y 1978 (en 1974 los dejamos fuera nosotros para luego no poder ganar ningún partido y quedar fuera en primera ronda en el mundial de Alemania) y ganaron la Copa América de 1975. En síntesis, Perú, salvo sus gloriosos setentas, ha sido en la Conmebol un equipo bastante menor.

Chile, por su parte, vive una crisis tremenda, la peor de su historia por lejos, después de una generación dorada que se desvaneció y la dura eliminación para los campeonatos mundiales en tres oportunidades consecutivas. La última de todas, miserable. Penosa. Vergonzosa. La participación en copas internacionales ha sido irregular, con eliminaciones prematuras de sus clubes de la Copa Libertadores (La “U” aún respira en la Sudamericana) lo que refleja una crisis de competitividad en los clubes y, por ende, en la selección. Malos dirigentes, entrenadores y jugadores. Pero a diferencia de los del Rimac, la crisis es la peor de su historia, después de una generación dorada reciente, pero que no ha sido la única. Se nos olvida que en algún momento fuimos los terceros en un mundial (1962) Y que hasta 2014, íbamos regularmente a los mundiales, por lo menos a la mitad de los que se habían jugado.  También que históricamente se ha planteado (insisto, no ahora, sino desde hace cincuenta años o más) que la disputa por el cuarto lugar histórico en la Conmebol es entre Chile y Paraguay. 

El último amistoso contra Perú, además, dejó en evidencia que ambos países están a la deriva en lo que a fútbol se refiere, intentando encontrar respuestas y dibujar algún proyecto.

Sin éxito.

El último partido amistoso, más allá de los resultados, muestra un escenario de desgaste y de búsqueda de identidad, donde ambos seleccionadores prueban jugadores y sistemas para revertir sus malas rachas. El juego, en sí, refleja esas crisis internas, que se traducen en una competencia que en el pasado fue más apasionada y que hoy evidencia las dificultades para mantener la relevancia en el fútbol internacional.

En definitiva, aunque los contextos e historias de cada país son distintos, ambos enfrentan en su presente una profunda crisis deportiva. La mala participación en copas internacionales, los resultados en las eliminatorias y la poca relevancia de partidos que, en otros tiempos, significaban mucho, demuestran que el fútbol en la región vive una etapa de transición y desafíos que todavía no logran resolverse. Pero no podemos pasar por altos las grandes diferencias: La crisis de Chile es peor, más profunda y con un pronóstico apocalíptico y que nuestro pasado ha sido más exitoso que el de nuestros vecinos. Por lo mismo el presente nos duele más y aún nos cuesta mucho acostumbrarnos.

El clásico del Pacífico, en su historia, siempre fue símbolo de rivalidad y orgullo, pero ahora, más allá de la rivalidad, es un reflejo de una crisis futbolística compartida: la búsqueda de identidad, resultados y estabilidad en medio de un período complejo para ambos países. Pero no nos engañemos, y digámoslo con todas sus letras: nosotros estamos mucho más mal y, pese a la victoria en el último amistoso, es más difícil que volvamos a prestigiar un clásico que parece destinado a diluirse en las arenas de la irrelevancia.

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