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Jueves, 7 de Agosto de 2025
[Sábados de streaming – Series de TV]

Los Anillos de Poder: cultura 'woke' en la Tierra Media, ¿y qué?

Juan Pablo Vilches

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Los Anillos de Poder (2022), disponible en Prime Video.

Entre respetar el caucásico imaginario de Tolkien y asumir los espacios de libertad que da la ficción, esta precuela de El Señor de los Anillos optó por lo segundo. Generó ruido, sí; pero no mermó en absoluto su propósito como mito originario de la ya clásica trilogía.

Hace unas semanas, la lista de las mejores películas de la historia que publica cada década la revista británica Sight and Sound removió el avispero con su elaboración y sus resultados. Al duplicar la cantidad de cineastas, críticos, curadores y académicos consultados, el hasta ahora masculino, heterosexual y hegemónicamente occidental canon del cine se vio invadido por películas de otras procedencias y sensibilidades.

De hecho, el número uno –que hace una década se creía que iría para El padrino o recaería en Vértigo– le fue conferido a Jeanne Dielman, 23, quai de Commerce, 1080 Bruxelles (Chantal Akerman, 1975), una cinta feminista de tres horas y media que usa los ritmos de la rutina para exponer la opresión cotidiana de las mujeres. En justicia, es un peliculón, y la polémica no fue tanto por eso como por la inclusión prematura en la lista de las 100 mejores de cintas demasiado recientes, por motivos de agendas sexuales o raciales supuestamente ajenas al cine.

Y claro, en el debate apareció una de las palabras del lustro: “woke”, para ponerle nombre –despectivo por lo demás– al cuestionamiento de la hegemonía masculina, caucásica y heterosexual presente en los diversos aspectos de la cultura, un cuestionamiento que se puede ver en gestos tan concretos como elegir a una actriz afroamericana para que interprete a la Sirenita. O como imaginar a hobbits, elfos y enanos de piel “demasiado” oscura. 

Y sí, a Los Anillos de Poder, la esperada serie precuela de la trilogía El Señor de los Anillos (Peter Jackson, 2001-2003), también se le colgó el “woke” por cometer el supuesto sacrilegio de excederse en la melatonina de algunos personajes concebidos por J. R. R. Tolkien, un lingüista experto en lenguas nórdicas, germánicas, célticas y ugrofinesas. Es decir, por meter la agenda “woke” en la imaginación de un blanco que creó sus ficciones pensando en blancos. Hombres blancos.

Porque si a esto agregamos que al menos dos de las cuatro tramas de la serie son protagonizadas por mujeres en un mundo ficticio abiertamente masculino –de hecho, los nueve miembros de la Comunidad del Anillo eran hombres–, la revuelta “conservadora” contra la serie podría explicarse. Pero no justificarse.

La serie nos sitúa al final de la Segunda Edad de la Tierra Media, donde se están cocinando los principales ingredientes históricos que se abordaron –tres mil años después y 20 años atrás– en la trilogía de Jackson. Una de las tramas sigue a la joven Galadriel (Morfydd Clark), y a Halbrand (Charlie Vickers), un rey sin corona que recuerda a Aragorn. Otra trata del joven Elrond (Robert Aramayo) y su amistad con el príncipe enano Durin (Owain Arthur), la que resuena a la de Gimli y Legolas.

Una tercera presenta a los antepasados nómades de los hobbits, con foco en la adolescente Nori (Markella Kavenagh) y un extraño ser literalmente caído del cielo (Daniel Weyman), que se parece a Gandalf, pero… Finalmente está la trama del soldado elfo Arondir (Ismael Cruz Cordova) y la humana Bronwyn (Nazanin Boniadi), quienes lideran a una comunidad de humanos que soporta la primera invasión orca en siglos, con fuertes evocaciones al asedio del Abismo de Helm.

Como habrán notado, todo recuerda a la trilogía original y es deliberado. Y es una grata sorpresa darse cuenta de que esto no ocurre por mera nostalgia ni escasez de otros recursos para generar fidelidad, sino para conducir al espectador y torcer sus expectativas. Las semejanzas nos hacen creer una cosa, pero finalmente ocurre otra. Y funciona.

Si bien las cuatro tramas no son igualmente interesantes, el desequilibrio tampoco es demasiado, y cuando las líneas empiezan a cruzarse, del episodio seis en adelante, la serie crece en intensidad y sorpresa. Cerrándose en una progresión que va de menos a más.

Los imponentes espacios naturales –mayoritariamente neozelandeses– son utilizados con gracia y sentido dramático, con planos generales prolíficos en naturaleza y espacios pequeños pero significativos para los personajes que los habitan, amplificando sus temores e incertidumbres ante un mundo que cambia demasiado rápido bajo sus pies.

Porque si hay algo criticable en esta serie es la decisión de armar una serie en torno a transformaciones inverosímilmente simultáneas en un mundo que supuestamente se mueve a ritmos más lentos, con personajes inmortales como los elfos o muy longevos, como los enanos; y que sin embargo se encuentran todos en algún momento viviendo las prisas de quienes viven poco, comportándose como humanos aunque no lo sean.

Por otra parte, esta falencia se compensa con otras ideas interesantes, como el dar discurso y afectividad a los antagonistas: al propio Sauron, a los elfos corrompidos que lo siguieron y a los mismos orcos, capaces de amar y temer bajo su horripilancia. En este gesto se adivina la intención de corregir características de la ya clásica saga antecesora, respecto de la cual han pasado apenas 20 años, los que sin embargo parecen una eternidad en el campo cultural. 

Y con ello volvemos al principio.

La saga original era eminentemente masculina y caucásica, pues así la concibió Tolkien en la década de los 40 del siglo XX, en plena 2ª Guerra Mundial. La fidelidad a esta mirada no resultó (tan) problemática en el cambio de siglo, pero 20 años más tarde se hace evidente que los seres ficticios no tienen por qué ser de las mismas “razas” de quienes les crearon, y que las diferencias entre las razas en mundos inventados pueden ser por el tamaño de los pies o las formas de las orejas, pero no tienen por qué basarse en el color de la piel.

Si bien la diversidad racial del elenco sorprende al principio, al poco tiempo pasa a segundo plano porque efectivamente estas ficciones tratan de otras cosas más importantes que no tienen que ver con las etnias ni sus purezas: básicamente ensalzan virtudes de valentía, lealtad, compañerismo y la capacidad de colaborar con otros para vencer al gran mal. A Melkor, a Sauron y a Hitler y sus huestes; que, por lo demás, también eran blancos.

El propio elenco de El Señor de los Anillos ha defendido el casting de la nueva serie, aduciendo que las críticas son esencialmente racistas, por lo que es esperable que esa polémica se disipe con el tiempo y que la anunciada segunda temporada vea la luz en un entorno menos enrarecido. 

Acerca de...

Título original: The Lord of the Rings: The Rings of Power
País: EE. UU. y Nueva Zelanda
Exhibición: Una temporada de ocho episodios (2022) 
Creada por: J. D. Payne y Patrick McKay
Se puede ver en: Prime Video

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