Es uno de los comentarios más habituales de quienes gustan del fútbol en Chile: Nuestro campeonato local es un desastre. Es bastante doloroso considerando que en los rankings que confecciona la IFFHS, nuestra liga oficial de primera división, que, en los espléndidos años 90 del siglo pasado, llegó a figurar como la novena mejor del orbe (1992, 1994 y 1999; y hasta 1995, solo por debajo de Brasil y Argentina entre los países de la Conmebol) en la última medición, correspondiente al año 2023, figuraba en el lugar número 37, superando únicamente a Bolivia y Venezuela en el plano regional. Datos que, si bien pueden ser cuestionados, como todo ranking, se basan en puntajes otorgados en función del rendimiento de los clubes de cada liga, por lo que no obedecen a meras apreciaciones subjetivas o caprichos.
¿Qué le pasó a nuestro campeonato local?
La merma de la calidad del campeonato de fútbol profesional chileno puede atribuirse a varios factores, dentro de los que destacan, por cierto, los problemas económicos de los clubes. Lo que no debería dejar de sorprendernos considerando que esta larga y angosta faja de tierra, no suele considerarse dentro de los países más precarios del mundo ni de la zona, sino, más bien, todo lo contrario. Al respecto observamos que muchos clubes enfrentan dificultades financieras que afectan su capacidad para contratar y retener talento: sus escasos ingresos, en su mayoría correspondientes a derechos televisivos, los mantienen al borde de la insolvencia, pero sobre todo por la pésima administración de los clubes, que se traduce en menos inversión en jugadores de calidad y en infraestructura deportiva. El régimen de sociedades anónimas deportivas, que entró en vigencia el año 2005, ha demostrado que la invitación al empresariado a participar del negocio del fútbol ha sido un fracaso, pues, dichas sociedades han buscado el retorno rápido de su inversión y no el verdadero desarrollo de los clubes.
¿Por qué una tierra de emprendedores exitosos en otros sectores productivos fracasa tan estrepitosamente cuando de lo que se trata es de fútbol? A mi juicio, y respecto del punto no tengo pruebas, pero tampoco dudas, la razón es que el fútbol requiere una inversión en infraestructura, formación y desarrollo a largo plazo, que no es el escenario favorito de nuestra actual clase empresarial; principalmente formado por grupos económicos enfocados en el lucro inmediato y la especulación en general, en la que los creadores de verdadera riqueza suelen ser los pequeños y medianos.
Siendo así, la fuga de talentos es inevitable, cada vez más los jugadores jóvenes optan por emigrar a ligas extranjeras, no siempre a las mejores del mundo, en busca de mejores oportunidades, lo que reduce el talento disponible en el medio local, saturado de jugadores sin proyección, siendo los veteranos que alguna vez fueron grandes, los principales referentes de la “chilean premiere league”. Lo anterior produce, dada la falta de visión de los dirigentes, un tétrico círculo vicioso: mientras más dificultades financieras tienen los equipos, menos desarrollan sus propias canteras, privilegiando la problemática inmediata; y mientras menos jugadores jóvenes y talentosos pueden contribuir a mejorar la liga, peores resultados obtienen en el plano internacional, intensificando la crisis financiera.
Además, la constante criminalización de las barras ha generado un escenario cultural, fomentado principalmente por la prensa, en que el espectáculo del fútbol tiende a verse como un evento peligroso en vez de una fiesta familiar, lo que incide no solo en las asistencias al estadio, sino también en la percepción global del producto que ofrece la televisión al transmitir los partidos y, por ende, en el precio y los ingresos que reciben los equipos producto de dichos derechos televisivos.
La pregunta clave es obvia, ¿por qué una tierra de emprendedores exitosos en otros sectores productivos fracasa tan estrepitosamente cuando de lo que se trata es de fútbol? A mi juicio, y respecto del punto no tengo pruebas, pero tampoco dudas, la razón es que el fútbol requiere una inversión en infraestructura, formación y desarrollo a largo plazo, que no es el escenario favorito de nuestra actual clase empresarial; principalmente formado por grupos económicos enfocados en el lucro inmediato y la especulación en general, en la que los creadores de verdadera riqueza suelen ser los pequeños y medianos. Consideremos además la presión de las hinchadas y medios de comunicación, que sin duda influye, creando expectativas que son difíciles de cumplir y frente a las cuales la respuesta habitual de dueños de clubes, controladores de las figuras jurídicas en que se expresan, dirigentes y hombres de fútbol, suele ser poco franca.
Así, mientras tengamos un problema de mentalidad y estructural, la situación no tendría por qué mejorar.
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