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Sábado, 2 de Agosto de 2025
[Sábados de streaming]

Series de TV – 'Lupin': A la zaga de 'Sherlock' (pero no tan cerca)

Juan Pablo Vilches

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Omar Sy es Assane Diop, émulo del personaje novelesco Arsène Lupin
Omar Sy es Assane Diop, émulo del personaje novelesco francés Arsène Lupin

Es la serie más vista de Netflix en idioma no inglés, y las razones no faltan: un guión agilísimo, un París que luce como un museo adornado con guirnaldas hi-tech y –sobre todo– el desbordante carisma de su protagonista: la megaestrella Omar Sy.

Omar Sy era un comediante relativamente exitoso cuando en 2012 coprotagonizó Intouchables (conocida acá como Amigos), película débil y edificante pero que fue en su momento la más taquillera en la historia de su país de origen –Francia– y tuvo mucho éxito en todos los demás donde fue exhibida. Por su actuación en ella, Sy ganó el premio César al mejor actor del año, siendo el primero y único de ascendencia subsahariana en obtener tal galardón.

Hijo de senegalés y mauritana, y criado en un HLM (edificio de viviendas sociales) en un suburbio de París, Sy devino en una celebridad cuya voz pesa en los temas vinculados con la inclusión y racismo, tanto en Francia como en Estados Unidos, donde reside actualmente. En esa calidad es uno de los voceros más lúcidos e interesantes del documental Les Bleus: otra historia de Francia, en el que se analiza el devenir de las relaciones raciales en dicho país durante las últimas dos décadas a la sombra de los triunfos y derrotas de la selección nacional de fútbol, un verdadero crisol racial y cultural.

En Lupin, Omar Sy no solo es el protagonista sino también el productor artístico, lo que quiere decir que estamos al frente de un vehículo hecho a su medida, no solo para que se luzca como actor y cimente aún más su mito actoral, sino también para que ponga en esta serie –tanto en el tronco como en sus ramas– los temas que siente como propios. Y, entre peripecia y aventura, esta serie es sobre y contra el racismo.

Lupin es una serie a la medida de Omar Sy no solo para que se luzca como actor, sino que también para abordar temas que le son propios, como la denuncia del racismo.

Su primer episodio dice bastante de lo que vendrá después. Tiene una inequívoca estructura de lo que en Estados Unidos llaman caper o heist, es decir, aquel subgénero cuya historia consiste en un robo muy elaborado, por ladrones inteligentes que tratan de evitar la violencia y que hasta en algunos casos despliegan cierta ética caballeresca. Porque, claro, esto está basado en la saga de novelas que Maurice Leblanc escribió a en las primeras décadas del siglo pasado sobre un estafador y gentleman llamado Arsène Lupin.

Pues bien, Sy interpreta a Assane Diop, un émulo de Arsène Lupin, quien se educó con sus libros para convertirse él también en un caballero y en un estafador, dotado de los más variados recursos para obtener lo que quiere. En el primer capítulo, el objeto de su deseo es un collar de diamantes de la familia Borbón que será subastado en el Louvre con el fin de recaudar fondos para la una fundación cultural, la que pertenece a una familia a la cual conoce y con la que tiene que ajustar cuentas a partir de un trágico hecho de su infancia.

Se podría interpretar que Sy y su equipo intentaron hacer una respuesta francesa a ese megaéxito de exportación de la televisión británica llamado Sherlock, trayendo sus aventuras al presente y rescatando lo esencial de sus estructuras para envolverlas con los trucos más llamativos de la hipermodernidad, tanto en la puesta en escena como en el montaje. Y todo esto con el fin de demostrar la absoluta vigencia de las obras originales –y mutuamente contemporáneas– de Maurice Leblanc y Arthur Conan Doyle.

Puede que haya sido así en el caso de Sherlock, pero con Lupin parece haber otras intenciones. La primera y más evidente es valerse de la historia del joven Diop –un preadolescente a mediados de los 90, antes del Mundial de Francia–, para hacer evidentes las diversidad de conductas racistas que eran comunes en esa época y que al propio Sy probablemente le tocó ver y padecer. De hecho, el gran pecado original que mueve la historia a lo largo de sus diez episodios es una acción con un fuerte componente racista, no contra el pequeño Assane, sino contra su padre. También senegalés.

El adulto Assane urde su venganza con la gracia propia de un aristócrata que se desliza sobre la ley y sobre la vida, dejando heridos en el camino, como su exesposa Claire (Ludivine Sagnier) y el hijo de ambos (Raoul), al que no puede atender apropiadamente –por más que quiera–, pero al que al menos logra traspasar su pasión por las historias de Lupin. 

Assane se desliza por la vida porque pronto aprendemos que todo está planeado desde antes, en escenas que no vemos y que nos hacen sospechar de que nada en la pantalla es real o espontáneo, sino que es parte de una puesta en escena elaborada por este nuevo Lupin con el apoyo de alguno de sus secuaces. Como si estuviera siempre jugando.

Parece una debilidad, y lo es, pero la serie se sobrepone al agregar truculencia y tragedia, madurando –al igual que la saga de Harry Potter– a medida que avanzan los capítulos, para exponer al protagonista a lo inesperado y a la improvisación. Posteriormente da paso a lo abstracto, con un balneario normando lleno de turistas disfrazados de Lupin, y después a lo alegórico, con una vieja y derruida mansión rural, típicamente francesa, cuya única vida se la otorgan un negro y un mulato tratando de matarse.

Lo trepidante de la acción no logra esconder algunos errores lógicos y de verosimilitud que no alcanzan a desestibar la carga, pero que hacen ver al producto como un discípulo competente pero no brillante de la británica Sherlock.

Sin embargo, hay un paso final que no se atreve a dar Diop y que sin embargo esboza. A medida que se acerca a la hora de venganza, Assane adquiere tintes más oscuros, mimetizándose lentamente con el enemigo al que quiere vencer, un multimillonario aparentemente imbatible y absolutamente inescrupuloso. Esto deviene en una mera finta de la serie a fin de prepararnos para el último episodio, un caper más complejo que el episodio inicial y que cierra algunas cosas y deja abiertas las suficientes como para que se pueda afirmar que –sí o sí– habrá nueva temporada de Lupin.  

La gracia de Sy, los guiones veloces y la dirección de arte que funde lo clásico de París con lo hi-tech sostienen un entretenimiento limpio, fácilmente disfrutable para la vista y el oído, aunque lo trepidante de la acción no logra esconder algunos errores lógicos y de verosimilitud que no alcanzan a desestibar la carga, pero que hacen ver al producto como un discípulo competente pero no brillante de la británica Sherlock.

No obstante, hay decisiones sumamente inspiradas en esta serie. Una de ellas es la de contar las pericias del Assane adulto en paralelo con las del Assane adolescente, en su camino de asimilación imitando a un ladrón aristocrático hasta borrar cualquier vestigio de su ascendencia y su origen. Del Senegal de sus padres solo le queda el color de piel, el que le sirve para camuflarse en personal de aseo o de servicio, y así volverse invisible a los ojos de todos.

Ya lo dijimos, este es un vehículo para Sy se luzca y hable de lo que importa. De aquello que ha cambiado en Francia desde su niñez, y de lo que no.

Acerca de...

Título: Lupin

Exhibición: Una temporada con dos partes y diez episodios en total (2020-2021)

Creada por: George Kay y François Uzan

Exhibida originalmente por: Netflix

Se puede ver en: Netflix

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