La crisis de desplazados causada por la guerra civil en Siria ha llenado portadas, nos ha brindado imágenes tristemente icónicas y ha levantado una ola de xenofobia en Europa y en otros destinos probables para los refugiados, con impactos impredecibles en su momento, como el Brexit.
Percibidos y retratados como víctimas, enemigos o invasores, los refugiados sirios son los protagonistas de una tragedia que es muchas tragedias, las que se ramifican de diversas y aleatorias maneras, para –en el mejor de los casos– convertirse en otra cosa.
Dado que estamos hablando de una cifra estimada de cinco millones de tragedias, es completamente entendible que un documental como Simple como el agua aborde las esquirlas que dejó la guerra civil desde la pluralidad: cinco historias, contadas de manera consecutiva y no simultánea, y donde la secuencia de episodios –inesperadamente circular– también da cuenta de las diversas etapas del vía crucis por el que pasan los refugiados en cinco países distintos. Con Siria incluida, ciertamente.
Dado que estamos hablando de una cifra estimada de cinco millones de tragedias, es completamente entendible que un documental como Simple como el agua aborde las esquirlas que dejó la guerra civil desde la pluralidad.
Todo comienza en un lugar soleado, con la luz reflejándose en el mar, en el cemento de un puerto y en los lisos cascos de los barcos que entran y salen del Pireo, en Atenas. Cuatro niños juegan con ropas limpias pero claramente donadas, tratando de habitar un lugar que los hermanos mayores ya reconocen como un “no lugar”.
También lo sabe la madre de los cuatro pequeños, Yasmin, quien reparte su tiempo entre convertir la carpa en que viven en un hogar y lidiar con la burocracia que le impide reunirse con su pareja y padre de los niños, quien reside en Alemania.
Las reglas con las que se juega este primer partido se repiten en los cuatro restantes, y estas buscan la inmediatez en la relación de los espectadores con los protagonistas y una presencia discreta –pero apenas soportable– de un hecho traumático, inseparable de la experiencia extrema que todas estas personas tuvieron que vivir.
Y esto no siempre funciona. Para reducir las mediaciones entre los refugiados y nosotros, la realizadora del documental –Megan Mylan– apuesta por prescindir de un narrador y de los intertítulos, para mostrarnos la cotidianidad desnuda y enrarecida de estos desplazados en un país extraño o en el propio país que les muestra su peor cara.
El problema se produce cuando los mismos protagonistas deben escenificar conversaciones, presenciales o telefónicas, donde cuentan las tragedias que vivieron y cuya sombra aún les persigue, lo que no siempre se ve natural y se salva apenas de caer en la pornografía del sufrimiento.
El lector tal vez ya habrá adivinado que, junto con los traumas de la Guerra, se asoma algo aún peor y presentado en el metraje como antinatural: la separación familiar
La segunda historia transcurre en una ciudad turca limítrofe con Siria, donde una madre de cinco niños se ve en el dilema de ingresar a sus hijos en un orfanato porque su trabajo de temporera en el campo le impide cuidar debidamente de ellos.
Otra regla del juego es que cada capítulo lleva por título el nombre de pila del o la protagonista y la ciudad en que se encuentra, y sin embargo el segundo capítulo –titulado “Samra”– parece tratarse menos de Samra, la madre, y más de su hijo mayor, Fayez. Con doce años, él ha asumido el cuidado de sus hermanos pequeños, así como la conciencia de ser imprescindible, que le enorgullece y le roba la infancia a la vez.
Los planos más elocuentes y emotivos de esta película son los dedicados al rostro de Fayez, héroe trágico de esta historia que se niega a separarse de su madre y a renunciar al cuidado de sus hermanos, y cuyos rasgos de niño ya están ensombrecidos por una mirada de adulto. Acá el dolor no proviene tanto del trauma como de la situación presente, una pesadez que se arrastra como la espera de un sentenciado a muerte por una ejecución que tarde o temprano se cumplirá.
La tercera historia es parecida y distinta a la vez. Trata de dos hermanos, donde el mayor trabaja repartiendo electrodomésticos, y el menor asiste a un colegio en el estado de Pensilvania, Estados Unidos. La espada de Damocles pende sobre ambos –ya instalados y viviendo como estadounidenses– por el desigual trato que les daría el Estado a la hora de regularizar su situación.
Sin mostrar un solo balazo ni exhibir escenas del frente de batalla –salvo unas pocas imágenes de archivo–, este documental habla bastante claro respecto de la guerra y sus secuelas y, más importante, apela al respeto y al cariño para ponerle nombre y rostro a la tragedia siria.
El lector tal vez ya habrá adivinado que, junto con los traumas de la Guerra, se asoma algo aún peor y presentado en el metraje como antinatural: la separación familiar. La selección de las escenas filmadas y de los encuadres de los personajes, parece estar movida por la intención de construir ante nuestros ojos la presencia de una comunidad familiar, que pudo sobrevivir a una guerra y a una migración forzada, pero que posiblemente será diluida por la burocracia y la desconfianza de los países que los acogen.
Vista así, esta película podría resumirse como una secuencia de historias épicas de personas y familias que deben desplegar ingentes recursos que ya no tienen para lograr algo tan básico como seguir juntos o volver a estar juntos. Y las dos últimas historias abordan el blanco y el negro de esta última posibilidad, y estamos hablando de situaciones tan extremas emocionalmente, que incluso los 'finales felices' no pueden despercudirse de una gigantesca amargura que –intuimos– no se irá.
Sin mostrar un solo balazo ni exhibir escenas del frente de batalla –salvo unas pocas imágenes de archivo–, este documental habla bastante claro respecto de la guerra y sus secuelas y, más importante, apela al respeto y al cariño para ponerle nombre y rostro a la tragedia siria y a las víctimas que lograron mantenerse vivas para pelear por sus familias. Aunque el enemigo siempre parece más grande.
Acerca de…
Título: Simple como el agua (2021)
Título original: Simple as water
Nacionalidad: Estados Unidos
Dirigida por: Megan Mylan
Duración: 1 hora y 38 minutos
Se puede ver en: HBO Max
Comentarios
Me intetrsal lon contenidos
Añadir nuevo comentario