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Martes, 5 de Agosto de 2025
Análisis económico

Día de la marmota... ¿se viene una nueva crisis financiera?

Carlos Tromben

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Silicon Valley Bank (Fotografía: © 2020 Tony Webster)
Silicon Valley Bank (Fotografía: © 2020 Tony Webster)

Algo se tenía que quebrar con la subida sistemática de las tasas de interés. Primero fueron las plataformas de criptomonedas, ahora los bancos con balances más débiles. A partir de ahora es la montaña rusa.

Se suponía que la semana del 6 de marzo iba a enmarcarse en la rutina de los últimos meses. Los indicadores de empleo e inflación en Estados Unidos debían confirmar el rumbo estricto de la política monetaria. Se hablaba de la “inflación pegajosa” que no cede y obliga a la Reserva Federal de Estados Unidos a seguir subiendo las tasas de interés para encarecer el crédito y “enfriar” la demanda.

Sin embargo, había una pregunta que venía repitiéndose hace meses: en qué momento algo se quebraría, alguna institución financiera, un país o una categoría entera de activos, como siempre ocurre cuando las tasas suben con fuerza. A veces con tanta que la economía entera cae en recesión. Algunos hablaron incluso de “un momento Lehman” en alusión a la crisis subprime que devastó al mundo a partir de septiembre de 2008. A fines del año pasado el economista británico Adam Tooze elaboró una lista con cuatro candidatos: criptomonedas, deuda soberana, bonos del tesoro o mercado de la vivienda. Una quinta alternativa del terror es “todas las anteriores”.

Las criptomonedas y sus decenas de plataformas comenzaron a implosionar el año pesado, pero constituían una fracción demasiado pequeña del sistema financiero como para arrastrarlo al precipicio.

La banca como tal no figuraba en la lista de Tooze, pero no hacía falta ninguna habilidad predictiva compleja para prever que un alza de tasas de gran magnitud terminaría afectando a los actores más frágiles. En 1982, durante la ultima Gran Alza (con mayúscula) fueron los bancos latinoamericanos y con ellos la deuda soberana de los países. Las alzas de 2007 no fueron tan violentas, pero bastaron para pinchar la burbuja inmobiliaria sustentada por productos financieros tóxicos. ¿Estamos de vuelta a esos tormentos? Sí y no.

Las criptomonedas y sus decenas de plataformas comenzaron a implosionar el año pesado, pero constituían una fracción demasiado pequeña del sistema financiero como para arrastrarlo al precipicio.

No estamos de vuelta a 2007-2008 porque la historia nunca se repite igual, intervienen nuevos actores que interactúan de manera específica en función de las señales que reciben. En 2007 no había “inflación pegajosa” ni conflicto geopolítico. Las reuniones del G20 o de cualquier foro internacional terminaban con Putin y Bush sonriendo para la foto, vestidos de huaso o de mandarines de la corte imperial china.

Sí estamos de vuelta a esos años porque se está cerrando un ciclo abierto justamente entonces, cuando los bancos fueron salvados de sus decisiones imprudentes por ser “demasiado grandes para caer”. El epicentro de la crisis nuevamente está en ellos, pero no por una exposición a activos financieros tóxicos como eran las hipotecas subprime, sino el activo financiero en teoría más sólido del mundo.

No culpes a la lluvia, no culpes a la playa

En el papel no hay nada en común entre el Silicon Valley Bank (SVB), el First Republic Bank de Nueva York y el gigante bancario global Credit Suisse (CS). Operan en mercados y nichos diferentes. El SVB ha sido un banco boutique para startups tecnológicas, mientras que el CS es una venerable institución de más de 150 años que en los últimos veinte se vio involucrada en una decena de escándalos e investigaciones por lavado de activos, evasión tributaria, negocios con dictadores africanos, manipulación de divisas, etc. Es uno de los bancos que más ha pagado en multas y acuerdos con las autoridades regulatorias de Estados Unidos y Europa. Miles de millones de dólares que han mermado sus resultados y debilitado la confianza de sus accionistas.

El SVB ha sido el primer banco en caer por lo que en la jerga se conoce como “un descalce de activos y pasivos”. Para cualquier banco los depósitos captados del público son un pasivo, es decir, una deuda a ser pagada a todo evento. Los activos de un banco son los préstamos, pero también las inversiones realizadas con los excedentes de caja. La más común de todas y la menos riesgosa en el papel es el bono del tesoro de los Estados Unidos.

Estos títulos de deuda pagan una tasa de interés fija semestral y el capital al final de un período estipulado entre seis meses y treinta años. El inversionista puede guardarlo durante todo el período o vendérselo a un tercero antes de que este expire. En ese juego el bono adquiere un “precio” que se mueve de manera inversa a la tasa de interés. Cuando un banco central sube las tasas, todos los bonos nuevos se emitirán a estas tasas más altas y los inversionistas que compraron bonos a tasas más bajas dejarán de ganar la diferencia entre la antigua y la nueva. Se trata de una pérdida en el papel, pero que se torna dolorosamente real cuando el inversionista se ve obligado a vender el bono antes de su fecha de vencimiento debido a problemas puntuales de liquidez.

Sí estamos de vuelta a esos años porque se está cerrando un ciclo abierto justamente entonces, cuando los bancos fueron salvados de sus decisiones imprudentes por ser “demasiado grandes para caer”.

Esto fue lo que le sucedió al SVB. Sus clientes, prácticamente todos startups, comenzaron a tener problemas de caja por la creciente sequía de fondos de capital de riesgo. Retiraron depósitos que el banco debió cubrir vendiendo bonos comprados a tasas más bajas que las vigentes hoy. Al hacerlo, las pérdidas contables se transformaron en pérdidas reales. El SVB comenzó a comerse su capital y buscó emitir nuevas acciones: señal inequívoca para que los depositantes y los accionistas entraran en pánico.

Un deja vu que vuelve a poner sobre el tapete el problema las agencias reguladoras, las clasificadoras de riesgo y los medios de comunicación complacientes.

Cuán lejos llegará la sangría es una incógnita. Algunos datos de contexto: el índice de acciones bancarias que cotizan en Wall Street cayó un 13,3 por ciento esta semana y un 25% en los últimos treinta días. Bloomberg informó ayer (viernes 17) que los bancos han girado 160 mil millones de dólares en la ventana de descuentos de la Reserva Federal, el mecanismo más fluido y líquido que tiene la banca para obtener financiamiento de corto plazo. Es la cifra más alta de la historia, superior incluso a la de septiembre de 2008, cuando comenzó la crisis subprime. En otras palabras, muchos están teniendo problemas de liquidez y recurriendo a mecanismos de emergencia.

¿Cuán cerca estamos de un aterrizaje fatal? Dependerá de la podredumbre oculta en los balances de la banca. Algo que en este sistema solo lo saben en rigor los propios banqueros. En tal sentido, Bloomberg informó que el First Republic de Nueva York, otro de los bancos en problemas, fue rescatado por una acción coordinada entre Janet Yellen, la secretaria del tesoro, y Jamie Dimon, el todopoderoso CEO de JP Morgan & Chase. Otro deja vu (¡): lo mismo hizo el viejo JP Morgan para evitar el colapso de todo el sistema durante la corrida bancaria de 1907.

No hay que perder de vista que en 2008 no había inflación, una diferencia enorme si la crisis bancaria se profundiza. Ello obligará a relajar la política monetaria, interrumpir su trayectoria alcista e inyectar liquidez a una economía recalentada desde la demanda: como darle cafeína a una persona con la presión alta. La otra alternativa es mantener la trayectoria de las tasas y sostener a los bancos con problemas mediante acciones ad hoc, como acaba de hacer el Banco Central Europeo.

Hay que prestar mucha atención al lenguaje que utilicen en lo sucesivo los políticos y tecnócratas a cargo del buque. En 2008 era frecuente escuchar términos como “artillería pesada”, “arsenal” y otras metáforas bélicas para defender los ahorros y enfrentar “el enemigo”, es decir, la crisis. Si eso sucede, será porque la sangre ya llegó al río.

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tamos pal loli perrito

Muy buena columna. Sería bueno también que otros medios explicaran en los mismos términos las bajas en los fondos D y E de las AFP. Suben los tipos de interés, bajan los precios de los bonos, y nadie le pone el cascabel al gato. A estas alturas, debiera haber otro fondo, o al menos una regulación que equilibre los plazos de los bonos . Al menos, si vamos a seguir sin saber en qué ni por qué se invierte nuestro dinero en esos instrumentos, tendríamos pérdidas menores en los fondos más elegibles por quienes están más cerca de la jubilación.

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