Ya lo dijo Thomas Hobbes hace más de tres siglos: al poner sobre la balanza la seguridad y la libertad, los humanos solemos optar por lo primero.
La pandemia global del Covid-19 fue una demostración de ello. En el caso de Chile, que venía experimentando hace meses un fuerte estallido de descontento social, en cosa de un fin de semana de mediados de marzo de 2020, todos los que pudimos hacerlo nos encerramos voluntariamente en nuestras casas. Nadie chistó por el toque de queda, enforzado por militares en las calles. Porque la seguridad de sobrevivir a una enfermedad desconocida era más importante que libertades como la libre circulación, el derecho a asamblea o el derecho de ir al supermercado sin tener que pedir permiso policial para hacerlo.
El efecto de largo plazo de esta política de encierro que aplicaron la mayoría de los países aún no está claro. Pero parece evidente que políticos de tendencias autoritarias tomaron nota de la predisposición de la sociedad a renunciar a sus libertades.
A ese precepto hobbesiano habría que agregarle el ‘efecto manada’. Dice Wikipedia: “Se trata de una teoría psicológica según la cual las personas toman como propias ideas o conductas simplemente porque una mayoría de personas lo han hecho previamente, incluso aunque éstas choquen con sus propias creencias o razonamientos”.
Un ejemplo práctico de este efecto fue que, comunistas, socialistas, frenteamplistas, además de la derecha tradicional, fueron aprobando la prolongación del toque de queda durante casi dos años, sin darle muchas vueltas al asunto. Curiosamente, fue la derecha más ultra que -al margen de sus lunáticos anti vacuna y de creyentes en una conspiración global orquestada por la ONU o Bill Gates o las farmacéuticas, etc.- puso el grito al cielo por las restricciones a las libertades civiles.
Y así se dio que la izquierda estuvo a favor de restringir libertades y sacar militares a la calle, mientras la derecha más dura abogó por mayor libertad. Giro curioso que, me temo, puede ser un cambio de paradigma.
En conjunto, el Leviatán de Hobbes y la estampida fueron el abono para la aprobación de la ‘Ley Gatillo Fácil’.
Los políticos, el gobierno, las policías y los poderosos de siempre no están pensando, estudiando o planificando los escenarios de seguridad ciudadana. Sólo están siguiendo sus instintos primitivos. El resultado de esta mezcla es incierto. Pero no parece augurar un mundo más libre. Más bien vamos hacia un autoritarismo distópico, que mantendrá un disfraz democrático. Aldous Huxley y George Orwell, pienso, estarían de acuerdo con esta interpretación.
Comentarios
Una hipótesis interesante, a
Con la diferencia de que en
Interesante ! Lo revisaré con
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