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Viernes, 19 de Abril de 2024
Cuarta Parte

Este es Ramiro: secuestros de empresarios en tierras extranjeras

Manuel Salazar Salvo

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Agdalín Valenzuela, guardaespaldas de Ramiro en Brasil
Agdalín Valenzuela, guardaespaldas de Ramiro en Brasil

Después del atentado contra Augusto Pinochet y de terminar con el cautiverio del coronel Carlos Carreño, Mauricio Hernández Norambuena y el FPMR continuaron con los secuestros en Brasil como forma de financiar al grupo, método que los juntó con la ETA que hacía lo mismo en dicho país.

Admision UDEC

Tras la entrega del coronel Carlos Carreño en Sao Paulo, el grupo de frentistas encabezado por Ramiro se quedó en tierras cariocas. Ya sabían casi de memoria la mecánica de los secuestros y dispuesto a hacer eso para reunir fondos y, luego de un breve descanso, comenzaron a realizar tareas de inteligencia. Pronto descubrieron que no eran los únicos que tenían la misma idea: un equipo de la ETA española se encontraba allí con similar objetivo: secuestrar a empresarios ricos y cobrar jugosos rescates.

Después de un frustrado intento de plagio en contra de un millonario local, que fracasó porque el encargado del seguimiento previo no reparó en un guardia de la víctima, los frentistas decidieron aliarse con los extremistas vascos, aunque antes de eso sometieron a un proceso al responsable de la falla.

Las relaciones de los chilenos con los independistas vascos comenzaron en 1978, cuando militantes del MIR, desde su refugio en el barrio latino de París, iniciaron conversaciones con la ETA. Se cree que eran miristas quienes buscaban las casas de seguridad necesarias para recoger allí a los miembros del comando Madrid de la ETA, uno de los más eficientes y mortíferos, cada vez que éste ejecutaba una operación de cualquier tipo.

Posteriormente, los aparatos de inteligencia del MIR en España comenzaron a actuar para los etarras, los cuales se dieron cuenta de la inutilidad del cobro del “impuesto revolucionario” -dinero que diversos empresarios debían pagarle a cambio de no ser asesinados-, por lo que optaron por los secuestros.

Dos de los más sonados secuestros cometidos por ETA, el del empresario Diego Prado y Colón de Carvajal -descendiendo directo de Cristóbal Colón-, cometido en 1983, y el Emiliano Revilla, en 1988, contaron con el concurso de los miristas.

Emiliano Revilla fue retenido por la ETA 249 días, hasta su liberación tras pagar su familia unos 1.000 millones de pesetas. Hasta entonces, nadie había permanecido tanto tiempo secuestrado por la banda, que quiso mostrar que su lucha también iba para largo.

Tres etarras -dos hombres y una mujer, entre ellos el jefe del comando Madrid, Joseba Urrusulo Sistiaga, asaltaron a Revilla, de 59 años y natural del municipio soriano de Ólvega, poco después de las once de la noche cuando estaba a punto de entrar en el portal de su casa, en la plaza madrileña de Cristo Rey.

Fue encañonado con un arma y obligado a montarse en un Seat 1430 de color verde que apareció abandonado al día siguiente en un estacionamiento.

A ocho kilómetros de su casa pasó los siguientes ocho meses, en un cuarto oculto de sólo 2,45 metros de largo por dos de alto, al que se accedía por una escalera de mano y que Revilla recorría en apenas dos pasos.

Emiliano Revilla se había convertido en un "tiburón" del sector inmobiliario tras la venta en 1986 de su imperio alimentario de carne la multinacional holandesa Unilever por casi 9.000 millones de pesetas.

1988 había comenzado con una tregua de 60 días ofrecida al Gobierno de Felipe González, que respondió con el anuncio de la apertura de negociaciones apenas cinco días antes del secuestro de Revilla. Con la tregua rota, aquel año acabó con un balance de 19 personas asesinadas a manos de la banda.

El secuestro de Revilla abrió el debate sobre la legitimidad del pago de un rescate por parte de la familia y al que se opuso el gobierno español porque entendía que con ese dinero se contribuía a que la ETA dispusiera de más recursos en el futuro para continuar la violencia.

Estrechos vínculos

A tal grado llegaba el vínculo entre la ETA y el MIR que en un cuaderno de contabilidad incautado a mediados de los 80 a los vascos, se encontró un acápite llamado “chilenos”. Sin embargo, la repartición del dinero -más de 20 millones de dólares- pagados por Revilla no fue del gusto de los miristas y éstos se retiraron, dejando el campo libre a los frentistas para aliarse con la ETA.

Cuatro miristas chilenos fueron detenidos en 1992 en España, acusados de actuar junto a la ETA, y otros cinco habían sido arrestados en 1989 en Brasil, luego de actuar en conjunto con otros grupos en el secuestro del empresario paulista Abilio Diniz.

La policía brasileña localizó en diciembre de 1989 en Sao Paulo el refugio donde un comando del MIR mantenía como rehén a Diniz, de 52 años, secuestrado cerca de su casa. En la operación fueron detenidos cinco integrantes del comando, entre ellos tres mujeres, pero no se consiguió liberar a Diniz, vicepresidente de la cadena de supermercados Pao de Azucar, una de las más importantes de Brasil. Horas después se iniciaron las negociaciones entre representantes de los presuntos guerrilleros y el ex ministro brasileño de Hacienda, Luiz Carlos Bresser .

Los seis secuestradores que continuaron en la casa exigieron la libertad de los cinco chilenos detenidos, además de dinero, un coche blindado y un avión para huir del país.

El comisario de policía Carlos Alberto Costa afirmó que los secuestradores pertenecían al MIR que ya había participado en el secuestro de un publicista que permaneció 65 días en cautiverio y por cuyo rescate se pagaron dos millones y medio de dólares.

Pao de Azucar, de la que Abilio Diniz era vicepresidente, tenía cerca de 700 supermercados además de otros negocios, y facturaba más de 2.000 millones de dólares al año.

El empresario fue secuestrado el 11 de diciembre del 89, y sus captores efectuaron su primera comunicación al superintendente de Pao de Azúcar, Silvio Bresser, a quien le informaron que la cuantía del rescate ascendía a 25 millones de dólares.

Independiente de la actuación de los miristas con la ETA, el FPMR encontró un espacio junto a ellos y ejecutó un plan llamado “Operación Alondra”, gracias a lo cual lograron secuestrar por varias semanas a un importante empresario paulista.

No hubo fallas esa vez, pues el jefe operativo, el joven Agdalín Valenzuela, no dejó nada al azar. La poiicía nunca se enteró del hecho y hasta el día de hoy se desconoce el nombre del secuestrado.

El rescate, cuya cifra tampoco se sabe exactamente, fue pagado en forma íntegra y los dos grupos se repartieron el botín. Sin embargo, una idea de lo cobrado puede obtenerse del recuerdo de4 un frentista a quien uno de sus camaradas que estuvo en dicha acción le comentó que con los fajos de dólares cancelados, Ramiro cubrió el piso del departamento que arrendaban

Los frentistas permanecieron hasta mediados de 1988 en Brasil, ejecutando otros secuestros menores. A esas alturas, Hernández Norambuena ya era uno de los máximos comandante del FPMR-A y su guardaespaldas era Agdalín Valenzuela. Todos regresaron a Chile utilizando pasaportes italianos falsificados que les habían conseguido las bases de apoyo en Buenos Aires.

Mañana 5° parte: Ramiro llega a la jefatura militar del FPMR.



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