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Lunes, 4 de Agosto de 2025
[Columna]

La triatlón del hipopótamo

Marco Enríquez-Ominami
Daniel Flores Cáceres

“¿Puede el Estado ponerse a generar plata con la salud y dejar de construir hospitales ahí donde no son rentables para el mercado? No, porque la ganancia no es su objetivo. El bienestar, el crecimiento y el desarrollo lo son, no el enriquecimiento. Un Estado no puede juntar plata como el Tío Rico y tener al mismo tiempo los baños de los hospitales sin papel confort, las escuelas con las ventanas rotas, o al pueblo endeudado por pagar su propia educación”.

En medio de una rutina de humor, alguien del público se levanta y le dice al comediante:

—¿Sabías que los hipopótamos pueden correr y nadar más rápido que los humanos?

—¿Y qué con eso?

—Que en un triatlón ganarían dos de las tres pruebas.

El Estado es el hipopótamo, y es injusto que en cada elección se le evalúe por su desempeño en ciclismo. La misión del hipopótamo, su carrera, es la del desarrollo y el bienestar de la gente, y por eso, aunque no genere ganancias o no sea “rentable” para el mercado, tiene que poner un hospital en La Ligua. Y un buen hospital, además. Y aunque no puedan pagar, el Estado tiene que lograr que los pacientes sean atendidos con premura y calidad, y no que se queden para siempre esperando por una operación o un examen. La meta del hipopótamo no es que ese paciente pague, la meta es que se mejore.

Le importa al hipopótamo -o le debería importar, si no sufre complejos por su misión anfibia-, por ejemplo, que la gente reciba buenas pensiones.Y si eso encarece los créditos hipotecarios, el Estado tendrá el deber entonces de acompañar al mercado para que los bancos puedan seguir prestando y la gente comprando y encontrando un lugar digno donde vivir. Es complejo el deber y la meta del Estado. Es difícil. Son miles los cabos que tiene que atar para cumplir con la gente. 

El problema comienza cuando obligamos al hipopótamo a que se siente en la bicicleta, y lo deformamos. Cuando lo convertimos en un imbunche. Cuando lo jibarizamos para que al menos le entre el casco. Lo que es una tontería porque para hacerse cargo de la prueba en bicicleta, que es la generación de la riqueza y de la técnica, no hay otro espécimen más preparado que el mercado, que, bien entrenado, es ágil, rápido y hasta buen mozo. 

Nadie puede negar las toneladas de dólares y trabajo que hicieron los dueños de las tecnológicas. Tampoco nadie podrá negar que esas fortunas las hicieron sobre las espaldas de los hipopótamos; sobre la ciencia que desarrollaron los Estados en el mundo.  No hubiesen existido ni Steve Jobs ni Elon Musk sin el dinero y los investigadores de los Estados que desarrollaron la ciencia donde se han sostenido sus gadgets y chiches tecnológicos.

¿Entonces más Estado o más mercado? ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario: tú, pastelero, a tus pasteles, y tú, hipopótamo, a hacer tus cosas de hipopótamo.

¿Puede el Estado ponerse a generar plata con la salud y dejar de construir hospitales ahí donde no son rentables para el mercado? No, porque la ganancia no es su objetivo. El bienestar, el crecimiento y el desarrollo lo son, no el enriquecimiento. Un Estado no puede juntar plata como el Tío Rico y tener al mismo tiempo los baños de los hospitales sin papel confort, las escuelas con las ventanas rotas, o al pueblo endeudado por pagar su propia educación.

Si el transporte público no genera ganancias en ninguna parte del mundo, ¿por qué tendría que generarlas mágicamente en Chile? ¿O TVN? Por qué tendría que ser un gran negocio, si su misión es la promoción de la identidad de Chile y su pluralidad, no ganarle en rating a canales privados haciendo realities. Aunque, para ser sinceros, ese hipopótamo no cumple ni con lo uno ni con lo otro. Pero eso tiene que ver con lo siguiente:

Con que en Chile, el hipopótamo tiene complejo de pescado. Y se pone triste y se pasma cuando no logra nadar como sirena, ni correr como las liebres, ni volar como las gaviotas, y entonces, en lugar de asumirse como lo que es: feo pero buena gente, ogro pero filantrópico, termina convertido en perezoso.

Para peor, el hipopótamo chileno que vive ahí, de guata al sol y acomplejado, es hoy blanco de dos fuerzas que lo distorsionan: de una izquierda dura y una ultraderecha, que lo quieren presentar, para bien y para mal, como un monstruo capaz de hacerlo todo y nada, como un dios capaz de lo más sublime y lo más abyecto. Pero, como dijera T.S. Eliot sobre los hipopótamos, aunque parezcan desde lejos monstruosos y fuertes, no son más que esto: un simple atado de carne y huesos.

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