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Sábado, 18 de Octubre de 2025
[Interferencia América Latina]

La segunda misión del embajador Brandon Judd en Chile

Carel Fleming (desde Washington D.C.)

“Brandon Judd llega a Santiago con un perfil híbrido: misionero en su juventud, agente fronterizo en su madurez, político en Washington y ahora embajador en un país en encrucijada. Su misión no será rutinaria. Estará en el centro de una etapa donde diplomacia y geopolítica se confunden cada vez más”.

La llegada de Brandon Judd como nuevo embajador de Estados Unidos en Chile no es un nombramiento cualquiera. Su perfil personal y profesional, distinto al de sus predecesores, marca un cambio estratégico en la relación bilateral en un momento en que el país se aproxima a una elección presidencial decisiva. Washington ha optado por enviar a un hombre con pasado en la frontera sur, formación mormona y experiencia política. Lo que sí debe preocupar a Chile es su relación en el closet que tienen con China, y las sanciones que podrían ir en el maletín del diplomático.  

Judd no proviene del cuerpo diplomático tradicional. Su figura se forjó en el terreno, no en los salones del Departamento de Estado. En su juventud fue misionero mormón en Viña del Mar, lo que le otorgó un conocimiento temprano de la cultura, el idioma y la idiosincrasia chilena. Esa etapa dejó huellas profundas y explica parte de su fluidez actual en español y su facilidad para moverse en contextos locales.

En cualquier caso, su presencia coincide con el arranque de un año electoral que definirá el rumbo político de Chile por la próxima década. Las campañas, las encuestas y las alianzas estarán bajo la lupa de una embajada más activa, más ideológica y menos protocolar que en el pasado reciente. Judd gusta mucho de Chile, de los cuales tiene grandes recuerdos de su juventud. Cabe recordar que él pidió la designación a Trump para regresar a Chile a su segunda misión, ahora diplomática. 

Judd ha estado informándose de lo que ocurre en Chile. A penas llegue recibirá las carpetas, de manos de los funcionarios de la embajada, sobre políticos, fuerzas armadas, agencias policiales y empresarios. Muchos de ellos dicen ser admiradores del presidente Trump, pero no vacilan en aceptar invitaciones y coimas del Partido Comunista Chino. Les gusta gastarse el dinero marxista en los malls de Miami, y eso tiene un efecto que no se ha visto mucho antes en Chile: la cancelación de visas y congelación de cuentas bancarias en Estados Unidos.

La administración Trump ya ha comenzado su estricta cancelación de visas en otros países a políticos y empresarios que han viajado a China y que aceptan coimas, o como ellos dicen: “regalos y negocios”. En Chile, en la época de la pandemia, muchos empresarios, funcionarios de gobierno y familiares del presidente Piñera hicieron grandes negocios con China. Nada cambió con Boric. Lo que sí es diferente es que, bajo las órdenes de Trump, si te corrompes con China, no entras a Estados Unidos y tus cuentas  de bancos norteamericanas se cierran. 

El ser republicano chileno o de extrema derecha nada tiene que ver con Trump. Es cosa de ver cómo tratan a Milei. Para los Maga no hay grises. Si eres un reconocido político, candidato presidencial o empresario en Chile y tienes una foto de Trump en tu escritorio mientras recibes dinero de China, eres el enemigo de Estados Unidos. Casos así en Chile hay muchos. 

Los registros de empresarios chilenos en negocios de corrupción con China, Rusia e incluso conocidos árabes chilenos reunidos con dirigentes del grupo terrorista Hamas en Santiago están en manos de diversas embajadas extranjeras en Chile. Son los mismos que irónicamente luego donan dinero a la Teletón que organiza un cuestionado judío y animador de la televisión chilena. Cuando se trata de dinero no hay guerras.

La pasividad de la exembajadora norteamericana en Chile, Bernadette Meehan, aunque estaba enterada de la alta suciedad más que de la alta sociedad chilena, no tomó acciones y menos hubo sanciones. La ex diplomática de Biden solo se dedicó a postear en sus redes sociales las “maravillas” de la gastronomía chilena y a pasear por el país. Bajo Trump, esto no se permite y el embajador Judd lo tiene claro. No es un diplomático de carrera. Es un ex agente federal con redes sólidas en Washington y vínculos con sectores de seguridad interna.

Un factor importante bajo la administración Trump, es que él apoya a sus embajadores y no toma en cuenta las quejas o cartas que envíen los gobiernos para reclamar por sus  diplomáticos. Si a diario apoya a su cuestionado gabinete, no dudará hacerlo con un embajador. 

Las relaciones de esta nueva embajada y los políticos y empresarios como Andrónico Luksic, Juan Sutil, Álvaro Saieh y otros tendrán ahora un nuevo matiz. Hay un nuevo sheriff en el pueblo, y el embajador Brandon Judd no se dejará impresionar por los negocios que tienen los millonarios chilenos, si no más bien le importará la procedencia de ese dinero, y más aún si China tuvo algo que ver en esa “prosperidad” y si se lavaron esos dólares en cuentas de bancos norteamericanos.

Los almuerzos en la residencia del diplomático con la oligarquía chilena, si es que se les invita, serán con carpetas de antecedentes de los invitados en mano y con la presencia de algún miembro de alguna agencia de Estados Unidos. La experiencia que tiene Judd no será fácil para que los chilenos lo engañen y oculten sus negocios con China.

Aunque en Chile gane las elecciones un candidato de extrema derecha, el hecho que tenga vínculos con China no lo hace cercano a Trump. Más aún cuando agentes del partido comunista chino presumen fotografias y videos en el hotel Mandarín Oriental de Santiago, de sus reuniones con diversos políticos, militares y candidatos presidenciales chilenos. Ahora con Judd, será otra embajada y las sanciones serán serias y no el típico y débil tirón de orejas que te saquen de la lista de invitados a la fiesta de la independencia del 4 de julio. 

Brandon Judd llega con la misión de reforzar la interlocución directa con los sectores de seguridad y defensa chilenos. Su pasado en la Patrulla Fronteriza le da credibilidad ante fuerzas policiales y militares, y se espera que establezca vínculos operativos más que protocolares. La vergüenza de Chile es mostrarle que sus excomandantes en jefe están acusados de corrupción al igual que los ex directores de las policías chilenas. Peor ahora que se les descubre su sociedad con el narcotráfico. Judd conocerá la mexicanización de las fuerzas armadas y policías chilenas. Pero recordemos que el embajador no será de recepciones diplomáticas sino más bien un articulador de alianzas en terreno. 

Otro frente será la seguridad hemisférica. Chile ha intensificado su rol en ejercicios militares multinacionales y mantiene buenas relaciones con Estados Unidos en temas de defensa. Judd podría impulsar una mayor presencia norteamericana en programas conjuntos, en un contexto donde China y Rusia aumentan su influencia diplomática y tecnológica en la región.

Fuentes cercanas al Departamento de Estado han señalado que el nombramiento de Judd fue leído como una “apuesta de seguridad política” más que como un gesto de cortesía bilateral. La administración norteamericana quiere ojos y oídos en Santiago con capacidad de interpretación directa, no filtrada por protocolos diplomáticos.

Su pasado como misionero mormón le facilita un tipo de interacción social que otros embajadores no han tenido. Conoce barrios, iglesias, comunidades y códigos sociales. Esa cercanía cultural podría ser utilizada para extender la influencia norteamericana más allá de las élites políticas tradicionales, llegando a sectores medios y conservadores del país.

En círculos políticos chilenos, su nombramiento ha generado lecturas diversas. Algunos lo ven como un “embajador operativo”, con la intención de reforzar la alianza estratégica en momentos de incertidumbre. Otros interpretan su perfil como una señal de que Washington observa con preocupación la deriva política local y busca tener una figura más alerta y menos diplomática. Lo que, si hay que dejar en claro es que, según cercanos al embajador Judd, él no es antiinmigrante, sino que es antiinmigración ilegal. Y en eso hay una gran diferencia para él. 

Brandon Judd llega a Santiago con un perfil híbrido: misionero en su juventud, agente fronterizo en su madurez, político en Washington y ahora embajador en un país en encrucijada. Su misión no será rutinaria. Estará en el centro de una etapa donde diplomacia y geopolítica se confunden cada vez más.

El embajador es un miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, más conocida como mormones, palabra que viene de la raíz "mon" que en el antiguo Egipto significaba "bueno", y al unirse con el prefijo "mor" (más), la palabra adquiere el significado de "más bueno". Ahora solo queda esperar si Judd será el más mormón para Chile. 

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