Lionel Messi

La Champions League fue durante décadas evento donde el mérito deportivo y la imprevisibilidad permitían soñar. Así, desde el Celtic escocés en 1967, pasando por el Aston Villa, el Hamburgo, el Steaua de Bucarest, el Estrella Roja de Belgrado, hasta el Porto de Mourinho en 2004 -campeones que no eran precisamente superpotencias deportivas- el torneo más prestigioso de clubes del planeta alimentaba una narrativa romántica: cualquier equipo podía, en teoría, tocar el cielo. Esa ilusión hoy está muerta.

¿Cuál será la siguiente estación? ¿El retiro? Difícilmente un club grande del primer mundo quiera contar con sus servicios y es mucho más difícil aún que él quiera dirigir algún equipo o selección de este lado del orbe. Menos la chilena, considerando el pésimo momento que pasa. Tal vez se retire a lo lejos, a lo Claudio Bravo, que marca tendencia mostrando que no existe algún tipo de obligación moral de retirarte en el club de tus amores o el que te vio nacer.

Podría decirse que el principal atractivo de estas mediciones es la relevancia que tienen en la elección de los patrocinadores y el tratamiento de los medios de comunicación: los equipos que se encuentran en posiciones privilegiadas tienden a atraer más atención mediática y auspicios, lo que puede traducirse en mayores ingresos y oportunidades de exposición.

Fiel a la idiosincracia argentina, los candidatos presidenciales han metido el fútbol a la contienda, en especial a los ídolos Diego Maradona, Juan Román Riquelme y a Lionel Messi. Ya sea para elogiarlos, como parte de afiches de su propaganda, para criticarlos o por una noticia fake, los astros argentinos han salido a la palestra electoral.

El antagonismo histórico entre ambos hizo que por primera vez los campeones del mundo argentinos no fueran a celebrar desde el balcón de la casas de gobierno, como sí hiceron con Jorge Videla y Raúl Alfonsín, aunque la versión oficial dice que los jugadores desistieron por cansancio.