En el último ranking de selecciones nacionales confeccionado por la FIFA, Chile figura en el puesto número 49, bajo todos los países de la Conmebol, salvo Paraguay (57) y Bolivia (82). Considerando que al próximo campeonato mundial de fútbol asistirán 48 equipos, dicha clasificación, como muchas otras señales, es indiciaria de que estamos quedando fuera. Pero ¿qué utilidad tienen ese y muchos otros rankings y mediciones -oficiales y no oficiales- que nos suelen bombardear? ¿Tienen algún sentido, considerando que el fútbol se gana con goles y no por la ubicación en una lista?
Ciertamente, los rankings tienen alguna utilidad práctica, ya que ofrecen un marco para evaluar el rendimiento de los equipos y jugadores a lo largo del tiempo. Así, el ranking de selecciones nacionales administrado por la FIFA, las clasifica según su desempeño en partidos internacionales, la clasificación se actualiza periódicamente y refleja los resultados de las competiciones, amistosos y torneos importantes e influye, entre otros eventos, en el sorteo de grupos para competiciones como la Copa del Mundo. El ranking de clubes de la UEFA, por su parte, utiliza un sistema para clasificar a los equipos europeos basado en su rendimiento en competiciones de clubes como la Champions League y la Europa League y tiene un impacto significativo en los sorteos y el acceso a competiciones de elite.
En fin, no podemos dejar de mencionar que, sobre todo las mediciones relativas a jugadores o equipos del pasado, nos permiten afianzar las bases de la cultura futbolística, por lo que más importante que los cotejos en sí, valoramos la discusión que ellos pueden abrir. ¿Pelé? ¿Maradona? ¿Cristiano? ¿Messi? ¿En qué orden? Fuera de argumentar nuestro podio personal, podremos, gracias a los rankings y mediciones, hacer presente que el fútbol ha cambiado en cuanto a tácticas, velocidad y sistemas de juego. También que cada uno de ellos tenía ciertas virtudes muy valiosas que tal vez otro de aquellos monstruos no desarrolló en plenitud. Gracias a ello el balompié se enriquece y desarrolla.
Por otra parte, aunque menos formal, es común observar rankings que clasifican a los jugadores en función de sus habilidades, estadísticas y rendimiento en partidos. Algunos delimitados, como los mejores arqueros, defensores o delanteros de la historia o del siglo XX o XXI. También “equipos ideales” confeccionados por periodistas o supuestos especialistas e incluso muchas veces por mecanismos de inteligencia artificial. De todo tipo, por ejemplo, el equipo ideal de América, elaborado anualmente por el diario El País de Uruguay, un acontecimiento que concita la atención de los futboleros de la región. Otros, tienen menos tradición o son más específicos, como el equipo ideal de los jugadores chilenos en campeonatos mundiales, el once ideal de los jugadores argentinos en el fútbol italiano, el cuadro de los mejores jugadores violentos de la historia, en fin. Estos últimos generalmente permiten abrir debates de interés, puesto que la elección de los jugadores suele ser arbitraria o basada en apreciaciones muy subjetivas, lo mismo que los esquemas que utilizan (442 – 433 – 532 etc.) para ordenar la alineación. En tal sentido, es un marcado vicio de estas formaciones la ausencia de volantes de marca o de quite, privilegiando talentosos armadores, a veces varios “diez”, o múltiples centrodelanteros.
¿De qué sirven todos estos ejercicios intelectuales?
Ya mencionamos la incidencia concreta que tienen algunas evaluaciones oficiales en la dinámica de los campeonatos estelares. Por otra parte, permiten comparar el desempeño de distintos equipos y jugadores vigentes en cualquier momento, insinuando a los aficionados quiénes son los mejores futbolistas y cuáles son los equipos más en forma. Además, entrenadores y directores deportivos utilizan los rankings para planificar estrategias, ya sea para enfrentarse a rivales directos o para reclutar talentos en función del rendimiento observado.
Pero podría decirse que el principal atractivo de estas mediciones es la relevancia que tienen en la elección de los patrocinadores y el tratamiento de los medios de comunicación: los equipos que se encuentran en posiciones privilegiadas tienden a atraer más atención mediática y auspicios, lo que puede traducirse en mayores ingresos y oportunidades de exposición.
En fin, no podemos dejar de mencionar que, sobre todo las mediciones relativas a jugadores o equipos del pasado, nos permiten afianzar las bases de la cultura futbolística, por lo que más importante que los cotejos en sí, valoramos la discusión que ellos pueden abrir. ¿Pelé? ¿Maradona? ¿Cristiano? ¿Messi? ¿En qué orden? Fuera de argumentar nuestro podio personal, podremos, gracias a los rankings y mediciones, hacer presente que el fútbol ha cambiado en cuanto a tácticas, velocidad y sistemas de juego. También que cada uno de ellos tenía ciertas virtudes muy valiosas que tal vez otro de aquellos monstruos no desarrolló en plenitud. Gracias a ello el balompié se enriquece y desarrolla.
Por lo expuesto creo que una cierta aversión a los rankings y equipos ideales, que tiende también a masificarse por su palmaria fragilidad y subjetividad, no valora lo central: nos ofrecen material para la controversia y la sana interacción sobre la más importante de las cosas menos importantes.
*Roberto Rabi González es escritor, abogado de la Universidad de Chile, profesor de Derecho Procesal y Penal e investigador de la Asociación de Investigadores del Fútbol Chileno (ASIFUCH).
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