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Lunes, 4 de Agosto de 2025
Análisis

Bolsonaro y el sábado de cada chancho

Alfredo Behrens

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Fotografía: Divulgação / Acervo O Globo
Fotografía: Divulgação / Acervo O Globo

Bolsonaro tendrá que elegir porque la situación no está como para dejarla correr. Varios años de recesión podrían proporcionarle un alivio en la forma de un repunte del crecimiento económico, pero sería de vuelo gallináceo: corto y rasante. Para volar más alto Brasil necesitaría de más demanda.

Dicen que a todo chancho le llega su sábado y parecería que con Bolsonaro le ha llegado el suyo al Brasil. Sin embargo, todavía es viernes y la esperanza de que gane el menos malo siempre es la última que se pierde.

Pero todo parece apuntar a que Bolsonaro se convertirá en uno más de los autócratas diseminados por el mundo. Cabría preguntarse, ¿cómo fue que este pueblo afable por naturaleza votó mayoritariamente por un candidato tan reaccionario?

Los brasileños solo creen en Dios y en su familia y, en general, les resulta difícil confiar en quien no conocen, pero además, en los últimos años el brasileño constató cómo decenas de corruptos entraban y salían de la prisión, no una, sino varias veces. Inclusive presenciaron el descaro con el que se postulaban en esta elección políticos comprobadamente envueltos en escándalos millonarios. De ahi que, si bien no es de ahora que se roba en Brasil, parecería que este pueblo bueno se cansó de que le mintieran y votó masivamente por uno que aunque venía de la nada hablaba claro y prometía acabar con el descaro.

La gran incógnita es qué sucederá cuando Bolsonaro sea ratificado como próximo presidente. Estamos frente a un hombre poco ducho en actividades ejecutivas, y por temperamento parecería que no se llevará bien con quien le diga qué es lo que debe hacer. Aun así, cabe el ejercicio de tratar de adivinar qué es lo que podrá pasar, porque nos interesa a todos.

Vamos por partes. Bolsonaro está rodeado de evangélicos, pero no ganó ofreciendo perdonar. No tiene el temperamento necesario para crear un movimiento mesiánico que galvanice a la población en torno de la esperanza. Al contrario, solo ofrece fierro y fuego. No es un hombre de unión, a menos que sea contra algo. Se declaró enemigo acérrimo del Partido de los Trabajadores, que se la puso fácil al no conseguir siquiera censurar al payaso que llevó a Venezuela al caos. Pero para evitar el caos propio, Bolsonaro tendrá que gobernar y no podrá hacerlo contra todos, tendrá que elegir sus blancos, por más que él prefiera que fuesen negros.

Bolsonaro tendrá que elegir porque la situación no está como para dejarla correr. Varios años de recesión podrían proporcionarle un alivio en la forma de un repunte del crecimiento económico, pero sería de vuelo gallináceo: corto y rasante. Para volar más alto Brasil necesitaría de más demanda. El sector externo, con los precios de las commodities en baja y el petróleo en alta, no ofrece alivio. En el frente público, los gobiernos que le precedieron ya gastaron casi todos los cartuchos: cortaron gastos hasta los huesos y el nivel de  impuestos, ya demasiado alto, es insuficiente para financiar el gasto, con lo que la deuda pública crece al extremo de que tal vez no sea posible refinanciarla. Por eso el sector privado esperará a ver qué pasa y al principio poco contribuirá a agregar demanda.

Bolsonaro y su vice son nacionalistas de origen castrense. Honestamente, creo que quieren lo mejor para Brasil. Como otros antes de ellos, estos también podrían obsesionarse con las metas y demonstrar poca sensibilidad para con los que atropellen en su camino. Pero el voto popular está por otorgarles ese mandato. ¿Qué es lo que harían con él?

Siendo un grupo que llegará al gobierno debiéndole apenas a sus electores, tendrá mayor libertad de la que han tenido sus predecesores, que llegaban tan maniatados que poco de nuevo se les ocurría hacer, por eso solo preconizaban austeridad. Pero resulta que el vice de Bolsonaro, quien también se gastó su cuota de barbaridades, entre ellas dejó entrever un camino posible: renegociar la deuda pública. Ahí sí cantaría otro gallo y tal vez se salve el chancho. Claro que habría gritería, pero sería de los menos numerosos y de sus representantes en la media, pero a esta Bolsonaro podrá seguir haciéndole poco caso porque no habrá llegado al poder por ella, sino a pesar de ella.

Los bancos serían un blanco fácil para Bolsonaro. Brasil hasta ahora ha sido gobernado por un pacto con rentistas que se beneficiaron de un sinfín de privilegios, entre ellos, un spread indecente en las tasas de interés. Los bancos lucran mucho tomando dinero pagando poco y prestan cobrando mucho, inclusive a gobiernos timoratos que tomaban prestado para  que pagase el próximo gobierno. Pero este circo está próximo de la bancarrota. Por eso es que dilatar los pagos de la deuda podría proporcionarle a Bolsonaro el alivio para refinanciar los gastos. Así podría conquistar la extensión del apoyo popular necesario para neutralizar la resistencia a la reforma de las pensiones y aún darle mayor eficacia al gasto en educación y salud. Si Bolsonaro lo hiciera de forma criteriosa, podría relanzar un círculo de crecimiento virtuoso capaz de pagar la deuda pública en un plazo mayor. Inclusive podría hacerlo a pesar de la sarta de barbaridades que lo llevaron a donde está, y de donde podría caer rápidamente si no hace algo más que insultar, inclusive  a los inmigrantes venezolanos que como todos los inmigrantes son presa fácil de los brutos en cualquier parte del mundo.

Amanecerá y veremos

*Alfredo Behrens es profesor de Liderazgo en la FIA Business School y autor del libro Gaucho Dialogues on Leadership and Management. 

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Comentarios

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Creo que así como Lula después de su primera elección tuvo que inclinarse para el centro, éste nuevo presidente también lo tendrá que hacer, Deseo que todo tenga un buen final, con la mejoría de la economía y de los principios éticos correctos.

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